lunes, 21 de septiembre de 2009

Florido léxico

Hace siglos que no iba al futbol.
La última vez algún incauto me regaló unos boletos para palcos para una semifinal contra las Chivas y por allí me apersoné. Pero por lo visto el público de palcos en aquella ocasión eran unos gélidos tolucos que se hacen la señal de la cruz con cualquier mala palabra —de esos de traé y caé—, que a la tercer mentada al árbitro hicieron la petición abierta de que me fuera a la tribuna de sol… aunque el cobarde en turno tiró la piedra y escondió la mano. Me quedé y guardé silencio.
Desde entonces supongo que la zona de palcos de La Bombonera es para rezar un rosario a San Nemesio, mientras se guarda un sepulcral silencio. Y que en las botellas de cerveza en realidad se expende coñac, güisqui con soda y licores de Tenancingo.
No había regresado al estadio del Toluca. Entre otras cosas porque no soy muy futbolero. Pero ayer, motivado por la familia, nos dejamos caer por La Bombonera. Toluca le ganó al Atlas dos a cero y yo salí contento. Le grité a Novaretti que es un tronco y a Miguel Zepeda que ya está viejo. Desde luego, le dediqué un sonoro recordatorio familiar al árbitro cuando en lugar de marcar penalti amonestó a Néstor Calderón. Y me prodigué en elogios al portero Talavera por un paradón a un tiro atlista.
No faltó la recatada familia toluqueña que me vio con cara de a este qué le pasa.
Pero aún en sol preferente nadie me mandó directo al averno. Es decir, a las porras de sol. O al futbol de llano. Que dado mi florido léxico parece que es donde me corresponde.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Sordo

Me estoy quedando sordo.
Cada vez escucho menos y hay ocasiones en que no escucho nada. Lo que se dice nada.
Y no hablo de aquellos momentos en que los seres humanos nos ensimismamos en alguna actividad y no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor —me pasa cuando leo algo interesante—. Tampoco me refiero al hecho de que los seres humanos escuchamos cada vez menos y nos limitamos a oír a nuestros semejantes. Y desde luego que no quiero decir que ni veo ni oigo a nuestros políticos, con todo y sus trapacerías.
Lo que digo es que cada vez oigo menos. O oigo, pero las voces se transforman en ruidos incomprensibles. Vocales y consonantes desarticuladas.
Pronto me veo con un aparato —o dos— en la oreja para evitar que la gente me repita las cosas o para evitar acercarme a mis contertulios para escuchar mejor lo que dicen. O para escuchar. Por fortuna esos aparatitos los hacen cada vez más chiquitos y a veces ni se notan, no como las trompetillas que se usaban hace un siglo.
Y no culpo a la tecnología, porque no ando por la vida con un reproductor mp3 pegado a las orejas. Tampoco escucho música a 150 decibelios en unas bocinas así de grandotas. Puede ser que el ruido ambiental —el tráfico puede alcanzar 80 decibelios, cuando el límite tolerable es de 60— tenga algo que ver, pero tampoco lo podría asegurar.
Lo cierto es que cada vez oigo menos.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Confío


Si mis cuatro lectores creen que hoy mencionaré algo a propósito del cuarto informe de gobierno, espero no decepcionarlos pero…
Pero la verdad es que me quedé anonanado con el escenario que crearon en el Teatro Morelos. Y cuando me repuse, ya estaba en gayola cuando el gobernador estaba agradeciendo y aplaudiendo al Ejército mexicano. Que fue cuando comenzaron a llegar unos cuates a sentarse en las butacas que se habían quedado vacías y una edecán hacía señas de cuántos asientos desocupados quedaban.
De hecho, hubo tres detalles que me llamaron la atención:
A. Suponía que el informe iba a estar a reventar de personajes de resonancia nacional… y así fue, un montón de políticos, empresarios y líderes sociales que querían escuchar al político que encabeza las preferencias sociales rumbo a las elecciones presidenciales del 2012. B. Tenía el presentimiento de que nadie iba a desdeñar la invitación. Y sin embargo, aquí y allá, como lunares o manchas —según el tamaño— algunos espacios se quedaron sin sus ocupantes. Incluyendo algunos de la zona del primer mundo nacional.
Y C. La parte final del discurso del gobernador Enrique Peña no fue el planteamiento de un proyecto de estado o de país. Fue la exposición de un “esto he hecho, esto es lo que sé hacer”. Es decir, aquí estoy y examinen mis capacidades.
Confío, dijo una media docena de veces. Es decir, creo… Es decir, tengo fe.
Con lo que eso hace falta hoy.

martes, 1 de septiembre de 2009

El informe


Cuando yo era chamaco, soplarse el informe presidencial era una obligación.
Así que me sentaba enfrente de la televisión en blanco y negro desde las nueve de la mañana, para escuchar los sesudos comentarios de los conductores, fletarme con la postura de los partidos políticos y disfrutar la lluvia de papel picado tricolor, mientras el presidente con la banda en el pecho transitaba por la ciudad de México en un coche descubierto, saludando a diestra y siniestra, mientras unos guaruras corrían y corrían dejando el bofe al lado del automóvil.
Juro que sentía una emoción en el pecho indescifrable. Y cuando el presidente en turno comenzaba la maratónica lectura del informe, yo ya había chillado con el Himno Nacional y los honores correspondientes.
Tuvieron que pasar sus buenos años para que el primero de septiembre dejara de ser el día del presidente y yo dejara de berrear al sonoro rugir del cañón. Lo supe cuando una tarde en lugar de coche descubierto apareció un autobús con Zedillo encima.
La magia se había terminado.
Y ahora es peor, porque ni a informe llegamos.
Eso sí, una tarde de estas sonó mi teléfono y una voz engolada me hizo el favor de decirme cuánto hemos avanzado en lo que va del sexenio de Calderón. Juro que me guardé una sonora mentada para la grabación, de la que no recuerdo ni una palabra. Agradezco muy cumplidamente el gesto, que me ha servido para un carajo, pero, nostálgico como soy, a mí me gustaba el papel picado y aquello de “Honorable Congreso de la Unión…”

miércoles, 26 de agosto de 2009

Pelele

La primera vez que leí esta palabrita dominguera —pelele— era un mozalbete imberbe que gustaba de la revista Contenido. La recuerdo perfectamente porque no entendí lo que significaba y porque era una portada en color verde bandera con una carota delineada en negro de Emilio Portes Gil. Y decía: “Yo nunca fui un pelele de Calles”.
No entraré en detalles, pero la palabra pelele regresó a mi vida cuando Andrés Manuel López Obrador, alias El Peje, tuvo a bien endilgarsela al actual presidente Felipe Calderón. Y vino de rebote.
Con un fulano que se hace llamar Juanito. Pero que se llama Rafael Acosta Martínez. Y que en realidad me viene valiendo un soberano pito.
Pero que últimamente es noticia porque ganó la elección de delegado de Iztapalapa pero prometió cedérsela a una señora que llama Clara Brugada, cuyo marido y cuñado ya fueron delegados en esa misma demarcación. Es decir, se comprometió a ser el pelele de la señora Brugada y del mismísimo Peje.
Pero tal parece que Juanito —o como se llame— ya les salió respondón. O por lo menos anda buscando como negociar ser un pelele, pero con dignidá. Si es que tal cosa es posible.
Así que lo más seguro es que Juanito pase a la historia como un señor que se ponía cintitas tricolores en la cabeza y al que mangoneó López Obrador, que no deja de darse sus baños de pureza. El experto en ver la paja en el ojo ajeno y sin sentir la viga en el propio.

martes, 25 de agosto de 2009

Equus asinus

Ya tenía ciertas sospechas de que algunos de los profesores pasaron de noche la Normal o lo que corresponda.
Pero cuando se dieron a conocer los resultados del examen nacional de conocimientos y habilidades docentes de la SEP lo confirmé:
75 por ciento de los aspirantes a maestros frente a grupo tronó como ejote el mentado examen que solamente tenía 80 preguntas. Tres de cada cuatro aspirantes a maestros no respondieron correctamente ni 42 preguntas.
Si nos atenemos al porcentaje, esto puede significar que el profesorado del país que enseña en las aulas tiene muy bajo nivel. No me atrevo a asegurar que puedan reconocer a la o por lo redondo. O que sepan hacer, sin ayuda de una calculadora, operaciones de más de tres cifras. O que lean de corrido un texto de una cuartilla. Y mucho menos que comprendan un libro de 200 páginas.
Puedo asegurar que muchos de nuestros maestros ignoran las reglas elementales de la ortografía y que no reconoce una palabra grave cuando la tienen enfrente.
Pero, ¿quiénes son los responsables de tales pobrezas intelectuales? ¿Otros, maestros?, ¿las autoridades?, ¿los sindicatos?, ¿la sociedad?, ¿todos?
No lo sé.
La única certeza que tengo es que hay una gran cantidad de ejemplares de Equus asinus entre nuestros docentes. No agraviando lo presente.

lunes, 24 de agosto de 2009

Ojalá hubiera sido un compromiso

Me encontraba reflexionado sobre la política exterior de las islas Aleutianas, que tanto dan de qué hablar en los últimos tiempos, cuando fui interrumpido por un charco así de gordo.
Iba llegando antenoche a Toluca y, de manera inusual, decidí irme por la avenida Alfredo del Mazo, así que tenía que conducir por el carril izquierdo de la prolongación Isidro Fabela para encaramarme en el puente que atraviesa esa calle y conduce a la mencionada Del Mazo.
Estaba lloviendo, de modo que los limpiabrisas estaban funcionando pero resultaron insuficientes para el volúmen de agua que cayó una vez, otra vez y una tercera. Tres charcotes, supuse, unos metros antes de subir al mentado puente. Por fortuna, yo sabía cuál es el trazo de la vialidad. Pero no quiero imaginarme qué le podría haber pasado a un ingenuo visitante que creyendo que al llegar a la capital del estado más importante del país iba a encontrar vialidades de primer mundo.
Supongo que lo menos que hubiera pasado es que hubiera frenado y patinado, con el consecuente susto. En el peor de los casos, tal vez hubiera chocado.
El asunto es que además de los charcos no hay suficiente iluminación. Así que sin ir a ciegas por completo, el acceso de Atlacomulco a Toluca en medio de un aguacero es lo más parecido a una trampa. Ignoro qué oficina sea la responsable de esa vialidad. Pero quién sea tiene que hacer algo. Nomás por dignidá.
Lástima que no fue un compromiso.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Los dueños de las aceras

El otro día estaba muy orondo buscando donde estacionarme en una de las colonias aledañas al centro de Toluca. Donde ya no es tan fácil encontrar espacio de estacionamiento. De tramo en tramo había algun espacio, pero se trataba de algún portón o, en su defecto, de un par de huacales, unas sillas o hasta un anuncio de no estacionarse perfectamente adosado a un poste sobre la base de un rin de llanta o algún otro aditamento.
El fenómeno no es exclusivo del centro de Toluca y sus colonias periféricas. Cada vez es más frecuente encontrar a los que se sienten dueños de la vía pública que está enfrente de su casa o negocio. Los que creen que nadie debe estacionarse enfrente de su domicilio —y no me refiero a la puerta de su cochera, porque eso me parece lógico—.
Aunque esas prácticas están prohibidas, nunca falta el que quiere a toda costa apartar un lugar de estacionamiento o de plano impedir a toda costa que alguien tape la hermosa fachada estilo neoclásico bucólico postmodernista de sus elegantes domicilios. O sus sofisticados aparadores de Productos Pimienta.
Esos los díscolos incivilizados que se sienten dueños de las aceras deberían ser llevados al cadalso. Con todo y sus botes, huacales, sillas y demás aditamentos. Sin dejar de mencionar su buen humor y gentileza.

martes, 11 de agosto de 2009

El atentado


A estas alturas del partido, ya no sé en qué creer.
Un sicario, operador financiero y expolicía ministerial, tenía un plan para asesinar al presidente Felipe Calderón.
La detención y el anuncio se hacen en medio de la reunión cumbre de líderes de América del norte. Y se asegura que la razón del plan para atentar contra el presidente es su “guerra declarada en contra del crimen organizado” además de que se le incautó dinero al cártel del Pacífico —que es otra forma de llamar al cártel de Sinaloa o del Chapo Guzmán—.
Y la verdá es que aunque se trata de la primera vez que se revela un plan del crimen organizado para atentar contra el presidente, no sé si tal cosa puede ser verdad.
Como dicen en mi pueblo: la burra no era arisca… Lo que sucede es que a lo largo de muchas décadas las autoridades han detenido a docenas de capos, jefes de jefes, líderes de organizaciones, brazos derechos, principales operadores, cerebros financieros… y un mundo de sicarios, pero el narcotráfico —esa hidra de mil cabezas [la original tenía siete]— sigue tan campante.
Por eso cada que detienen a uno de tantos capos, aparecen mis dudas. Igual que ahora. ¿Será verdad lo del plan para asesinar a Calderón? O es como el caso de todos aquellos jefes que terminan por ser un engrane más en una nociva maquinaria que nadie ha podido descarrilar.

lunes, 10 de agosto de 2009

La expectación

A propósito de la expectativa generada por la llegada de María Elena Barrera Tapia a la presidencia municipal de Toluca, me escribe don José Luis Estrada.
“La gente optó por la opción creo que menos mala pero muy riesgosa, la señora Barrera, persona que carece de experiencia, perfil, preparación, toma de decisiones, capacidad, etcétera, para poder gobernar la capital del estado de México, que si bien es probable tenga las mejores intenciones, va a necesitar de un ejército de asesores para sacar adelante al gobierno municipal, por consecuencia la señora va a estar de adorno porque el gobierno no lo ejercerá ella al carecer de los mínimos conocimientos para ello, sino de las gentes más allegadas, sus asesores y los funcionarios que provengan del ejecutivo estatal, por lo que las expectativas respecto a su gobierno si bien son lógicas dados los últimos tres años de gobiernos municipales en Toluca, o quizá un poco más de tiempo, son lógicas y fundadas, la respuesta real por capacidad del gobernante electo no va a poder responder a esto, si además le agregamos que el gobierno municipal de Juan Rodolfo Sánchez no tiene capacidad económica, cuestión que va a heredar a la siguiente administración, es de concluirse que no van a darse cambios ni profundos, ni radicales ni en función mínima a lo esperado por la gente”.
“La gente decidió así, pero la decepción va a llegar muy pronto es lógico, los elementos que se tienen así lo concluyen, aunque por otra parte, es de meditarse: ¿por quién pudiera haberse votado entonces?, pobres de los ciudadanos que cada vez tenemos una inferior calidad de candidatos, de políticos, de líderes capaces, con convicción y vocación de servicio, no de beneficio propio y personal”.
Aunque don José Luis tiene razón por lo que hace a la escasa oferta política en las últimas elecciones, esperemos, por el bien de Toluca, que en su pronóstico para el gobierno municipal de María Elena Barrera, se equivoque.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Zacango

El Zoológico Zacango tiene muchas historias que contar. Casi todos los que hemos visitado ese parque guardamos alguna experiencia, un recuerdo o una emoción.
Pero también están las historias vergonzosas. Las que ningún directivo o funcionario quisieran que se recordaran.
Claro, ahí está el reciente robo de dos águilas reales. Cómo, quién y porqué son todavía preguntas sin respuesta satisfactoria. Por lo que sabemos, nadie vio nada, nadie sabe nada. Las águilas reales desaparecieron como por arte de magia. Ahora deben estar en algún zoológico particular… o en la casa de alguien… o sabrá Dios dónde.
Es escandaloso que ocurra algo así. Porque entonces quién sabe cuándo se robarán un antílope, un coatí o exageradamente un elefante —a estas alturas todo es posible—.
Zacango volvió a la saltar a la fama nacional.
Otra vez por un hecho bochornoso. Como aquel de la década de los noventas, cuando un funcionario estatal se aventuró a Estados Unidos para adquirir un gorila. Y resultó que el gorila aquel que se iba a traer a México era un agente estadunidense encubierto, lo que le valió al Zoológico Zacango una penosa aparición por el mundo mundial y al funcionarios unos meses de cárcel de primer mundo.
Pero el caso reciente pone de manifiesto el estado de abandono y descuido en el que están los parques estatales. Zacango es, tal vez, el mejor conservado. Pero ahí en el aviario ya no es posible atravesar por el puente colgante, por ejemplo. Y hace unos meses algunas bardas de la antigua hacienda se vinieron abajo.
Y de otros parques mejor no hablar.

jueves, 30 de julio de 2009

Cuchicuchesca


Ya no se insulta como antes. En mi niñez alguien te decía “güey” y te le ibas encima a los trancazos. Pero hoy decir “güey” es casi una caricia. Y ni hablar de las mentadas de madre: ahí te batías a muerte. Antes los albures eran un juego de inteligencia; y si te albureaban, era una afrenta a la virilidad. Hoy, te alburean y nadie se da por ofendido.
Hoy el albur es incluso un recurso de comicidad. Los dizque cómicos de la actualidad centran su gracia en decir albures y frases en doble sentido. Expresiones burdas y toscas que no requieren ingenio.
Por eso los cómicos de ahora no le llegan ni a los tobillos a personajes como Beto El Boticario, Roberto Ramírez Garza, que murió el martes.
No voy a decir que con él muere una generación de cómicos. Pero sí que muere una clase de comicidad de clase y de calidad. A mí me hizo reír a carcajadas una y otra vez con sus trucos fallidos, su magia simplona y sus chistes a costa de los conductores de La Carabina de Ambrosio. No es exagerado decir que incorporó al lenguaje del mexicano común y corriente expresiones como chingüengüenchón —nótense las diéresis, que son esos puntitos arriba de la u—, cuchicuchesco y ya vas que chutas. No en balde, 20 años después de que no aparecer en televisión con ese personaje, medio mundo recuerda que era un magazo —como él se definía—.
Descanse en paz Beto El Boticúa.

lunes, 27 de julio de 2009

El año de Hidalgo

Ya no se cita mucho lo del año de Hidalgo, pero en la práctica sigue ocurriendo en las administraciones municipales. Y ya saben: año de Hidalgo, chingue su madre el que deje algo. Así es como terminan muchos gobiernos municipales, a tres semanas de dejan el poder.
Pero lo que antes hacían presidentes municipales y regidores con cierta dosis de clandestinidad, los actuales lo quieren disfrazar de bonos, ahorros y hasta de indemnizaciones. Como si de empleados de algún tipo se tratara.
Un caso: el de Naucalpan, donde el dos veces alcalde José Luis Durán Reveles dice que no habrá bono… pero sí lo según él les toca por ley: tres meses y 20 días por año trabajado.
Mentira. No les toca nadie. Esa indemnización la ley laboral la destina a quienes son despedidos injustificadamente de su trabajo. Y por ningún lado que se le vea, ni un alcalde ni un síndico o regidor son trabajadores comunes y corrientes… vaya: ni siquiera son trabajadores: se trata de funcionarios de elección popular.
Por lo tanto, entre ellos y un gobierno no existe una relación de trabajo. En los ayuntamientos, ellos son el ayuntamiento —que cualquiera sabe que se compone de presidente municipal, sínidicos y regidores—. Y al no haber una relación laboral, no existe despido injudtificado ni nada parecido: un trienio termina un día determinado, por lo que no termina ningún contrato ni nada que se le parezca.
De modo que pretender una indemnización es, primero, ilegal, y segundo, inmoral.
Pero ya no sorprende la inmoralidad de algunos.

jueves, 23 de julio de 2009

Agua

Mi pueblo está en la zona del alto Lerma.
De ahí se han llevado el agua al Distrito Federal durante los últimos 50 años.
A cambio nos hicieron una carretera —que conecta todos sus pozos—.
Pero desecaron nuestros manatiales. Teníamos varios. Uno de ellos se llamaba Agua azul. Otro El Chorrito. Y uno más, Las Fuentes. Uno por uno se han ido muriendo. Nos quedan Las Fuentes, aunque es visible cómo con el paso de los años su nivel ha ido descendiendo irremediablemente.
En medio siglo nadie se preocupó —ni se ha preocupado— por hacer de la explotación del agua un programa sustentable. Ni en el alto Lerma ni en Chiconautla ni el Cutzamala. Se fue agotando y contaminando. La demanda supera hoy la oferta. Y pronto no habrá de dónde llevar agua a las ciudades.
Así que nos tendremos que ir acostumbrando al racionamiento. Sobre todo en las urbes, porque en mi pueblo el agua se surte unos horas, unos días sí y otros no. Pero en donde la gente se acostumbra a abrir el grifo y que salga agua, quién sabe cómo harán frente al desabasto.
En este escenario nadie puede descartar que la ficción de la guerra por el agua se haga realidad. Un Mad Max, pero luchando por agua ya no es descabellado.
Y sin embargo, las autoridades dejan que el agua se desperdicie impunemente: en Toluca se pierde la tercera parte del agua en fugas. En el Distrito Federal la proporción sube hasta el 45 por ciento.
¿Esa agua sería suficiente para evitar los actuales cortes al suministro? Yo creo que sí. Como tengo certeza de la ineptitud de quienes deberían remediar el problema.

miércoles, 22 de julio de 2009

Cobradores

Un alma caritativa me hizo el favor de enviarme un audio-video muy ilustrativo acerca del finísimo trato que reciben los deudores de la banca y de algunos establecimientos comerciales que expiden sus propias tarjetas de crédito.
Si antes tenía una opinión adversa acerca de los abogados dedicados a la cobranza, hoy les tengo levantado un altar… sin llegar a decidirme sobre la posibilidad de hacer una colecta nacional de llaves para erigirles una monumento, vía una organización no gubernamental que podría denominarse Organización por los Juristas Entregados al Término de los Empréstitos —cuyas siglas todavía no tengo claras—.
Es que de verdad que son un milagro. Particularmente uno que responde al nombre de licenciado Luis García —hay gente que no vive sin su licenciado, ingeniero, doctor o lo que a su derecho convenga— que es el protagonista del archivo multimedia que testimonia una especie de acoso a una deudora de una casa comercial. El sujeto es tan diplomático, que nomás falta que salgan sapos y culebras por el archivo de audio y video. Claro, uno entiende que así son algunos trabajos. Y que hay gente que por su lenguaje y comportamiento al teléfono está predestinado para cuico o para cobrador legal o para ingeniero de la Nasa.
Pero también he descubierto que hay gente que respira, come, obra, duerme, cobra por teléfono y cumple otras funciones vitales con apenas un par de neuronas.
Y eso es motivo suficiente para dar gracias al altísimo por preservar este tipo de vida elemental.

lunes, 20 de julio de 2009

Soñe con Rocío Dúrcal

En una sentada leí Soñe con Rocío Durcal, la más reciente novela de Fedro Carlos Guillén, a quien no tengo el gusto de conocer, pero he leído desde hace años, particularmente cuando sus artículos aparecían en El Financiero, donde siempre me pareció fenomenal.
Luego supe que se convirtió en funcionario público —con todo y su doctorado en Ciencias— y le perdí la pista.
Pero como andaba buscando algo que leer, me metí al Sanborn’s de Paseo Colón —me hubiera gustado ir a Gandhi, pero ir a Metepec suele ser una tortura semejante a la quemazón de patas que el insigne imperio español le atizó al último emperador azteca—. Ahí me encontré con el libro de marras. Y sin pensarlo demasiado, lo compre —debo aclarar que adquirí otro, por si me resultaba infumable—.
Y es una de las mejores adquisiciones literarias que he hecho en tiempos recientes.
No tiene las pretensiones mamertas de algunos literatos consagrados —o que sienten serlo— ni será la iobra que cambie la historia de la literatura universal, pero la historia escrita por Fedro Carlos Guillén está a todo dar.
Su lenguaje es sencillísimo y la trama, aunque salta de cuando en cuando para mantener la atención del lector, no es ni pretenciosa ni nada que se parezca.
En pocas palabras: la novela está bien chida.
Por cierto: la Dúrcal ni aparece.

jueves, 16 de julio de 2009

Despojos


Ahora mismo se frotan las manos. En unos días se convertirán en autoridades municipales con muy altas expectativas y con un montón de promesas en ristre.
Pero pronto se darán cuenta de que lo que reciben se encuentra reducido a escombros. Con medio año por delante y más compromisos de los que pueden cumplir —muchos más de los que se atrevieron a firmar—.
Porque los que se van, como es costumbre, se llevarán hasta los focos —y los clips, naturalmente—.
Y no tanto porque se los lleven físicamente, sino porque con el estúpido argumento de que tienen que ser indemnizados porque terminan su administración —ni que fuera una empresa privada—, se asignan bonos de cientos de miles de pesos, que sumados a los bonos previos, salarios y otros rasguños al erario municipal, se convierten en millones que garantizan que durante unos años los ediles de todos los colores no se preocupen por trabajar.
Como ejemplo ahí están los panistas de Cuautitlán Izcalli que ya negocian un bono de 900 mil pesos —para que nadie diga que fue un millón—, que parecen estar empeñados en no dejarle ni un alfiler a la priista Alejandra del Moral —de por sí entre Julián Angulo, Alfredo Durán y David Ulises Guzmán le heredarán una deuda multimillonaria—.
Pero no son los únicos. En la Tesorería los nuevos gobiernos encontrarán muchas facturas por pagar y unos cuantos centavitos. Así que ¡agárrense! que si encuentran algo en pie, ya es ganancia.

martes, 14 de julio de 2009

¿Ni ven ni oyen?

Imbuido en el clima social de desequilibrios entre los grupos al margen de la ley y las autoridades legalmente constituidas —léase al borde del terror por la inseguridad galopante—, que le ha tocado vivir a esta sociedad contemporánea, a medio mundo le veo cara de sospechoso y el otro medio mundo me ve cara de pájaro de cuenta.
No los culpo. Yo hago exactamente lo mismo: les veo cara de pillos —y perdonen la acotación, pero no me refiero a los políticos sino a la gente común con la que me cruzo en la calle—. Están plenamente correspondidos.
Y no es para menos, si vivimos en una especie de sicosis.
Naturalmente, me refiero a nosotros, los ciudadanos de a pie. Porque hay otro grupo de ciudadanos a los que parece que el clima de violencia e inseguridad les hace lo que el viento a Juárez.
Por ejemplo: no sé cómo le hacen los policías para no darse cuenta de la enorme cantidad de autos con vidrios polarizados que circulan por las calles. Es una falta administrativa, lo sé. Pero la permisividad en esta clase de faltas trae consigo males mayores. Tampoco logro comprender como se hacen los desentendidos con los automóviles sin placas. Y desde luego que menos ven los autos abandonados —hasta que algún olor fétido delata la existencia de un delito personal—.
Pero el fin de semana he comprendido una parte del asunto: ni ven ni oyen. De otro modo no se explica que una oleada de ataques como los del fin de semana se hayan saldado con cinco muertos y 18 heridos, todos del lado policial y militar.

lunes, 13 de julio de 2009

De Italia para México

En Italia se ha formado un escándalo de esos de muy padre y señor mío. El señor Silvio Berlusconi, que trabaja de presidente del gobierno y de magnate de la televisión, ha sido cuestionado por una ley que impide que lo juzguen por cualquier delito y por montar unas orgifiestas a cargo del erario público, además de llevar una vida personal ligeramente disoluta.
Se los digo como antecedente de lo que viene a continuación. Algo a propósito de un artículo del escritor Umberto Eco publicado en la revista L’Espresso. Eco dice que el problema de Italia no es el presidente Berlusconi, sino una sociedad italiana “enferma” que le permite acumular poder.
Traspolado a estos lares, podría decir que el problema de México no es el presidente Calderón —o el partido fulano o el gobernador zutano o el sistema perengano—, sino una sociedad mexicana enferma que permite que el poder se use al antojo de todos los mencionados.
Ahí está el ejemplo de las guarderías subrogadas del Seguro Social, donde un puñado de familiares, amigos y conocidos han obtenido por “adjudicación directa” un negociote.
Pero ejemplos de los usos y abusos del poder sobran.
Algo dice Umberto Eco que no tiene desperdicio para el caso de México: “La historia es rica en hombres aventureros, no faltos de carisma, con escaso sentido del Estado pero con un sentido altísimo de sus propios intereses, que deseaban instaurar un poder personal, pasando por encima de parlamentos, magistraturas y constituciones, distribuyendo favores entre sus cortesanos y (en ocasiones) entre sus cortesanas”.

jueves, 9 de julio de 2009

¿Demócratas?

Si le preguntáramos a cualquier político si en la democracia se gana y se pierde con un solo voto, con absoluto cinismo respondería que sí.
Pero cuando un solo voto —o muchos más— derrota a cualquier político, entonces ese concepto de democracia desaparece.
Muy pocos políticos tiene la entereza de aceptar que perdieron una elección. La mayoría, con quién sabe qué humos en la cabeza, le busca tres pies al gato para eludir el reconocimiento de la derrota.
Lo que habla de lo que son como personas. De sus codiciosas ambiciones personales. De la falta de respeto hacia la voluntad ciudadana expresada en las urnas. De su obsesión por el poder.
Desde luego, culpan a cualquiera —como en Toluca, donde los panistas le echan la culpa al alcalde Juan Rodolfo Sánchez, pese a sus ahora evidentes errores de campaña—, buscan conjuras, alegan fraudes y se desgarran las vestiduras.
Ellos, a quienes su entorno cercano trataba como dioses, se ven a sí mismos derrotados y se niegan a creerlo. ¿Cómo, si lo que escuchaban eran diatribas contra sus adversarios?
La única explicación que encuentran es que haya trampa de por medio.
Pero no la encuentran. Y guardan silencio, no dan la cara, rumiando amargamente la derrota.
Porque, como dicen en mi pueblo, para admitir una derrota se necesitan muchos güevos.

miércoles, 8 de julio de 2009

Reinventarán todo

Elegidos los nuevos gobiernos, a partir de agosto próximo viene la reinvención.
Sí, en todos los municipios ocurrirá un fenómeno trianual: el nuevo gobernante y todos sus funcionarios —vulgo: achichincles— desecharán todo lo que hicieron sus antecesores, despedirán a todo aquello que huela al anterior régimen y determinarán que el ayuntamiento o el distrito nacen con ellos, de modo que lo cambiarán todo, incluyendo aquellos que manos o menos funcionaba.
Ya sé que esto no es novedad. Que ocurre cada trienio o cada sexenio, que sucede cuando llega un jefe nuevo. Que es parte de los genes que los mexicanos llevamos cargando desde hace siglos. Y qué difícilmente algo así podría cambiar.
Mucho me sorprendería que una determinada política pública municipal siga su rumbo como si cualquier cosa. Quedaría estupefacto si un plan urbano, cultural o social quedara en pie. Es más: me daría el patatús si uno solo de esos planes conserva su nombre.
Nos hemos caracterizado por tener funcionarios y gobernantes que con mucha frecuencia tienen iniciativas que nos llevan de crisis en crisis, que desfondan los fondos públicos y, desde luego, pésimos administradores de los bienes públicos que en lugar de fomentarlos y mejorarlos los destruyen, los destinan a su provecho personal o simplemente los ignoran condenándolos al deterioro.
Ese es nuestro mal endémico. Que se repetirá, como siempre.

Tiranitos

Pasado ya el jolgorio que significa que fulana, zutano o perengano hayan sido elegidos presidentes municipales, síndicos, regidores o legisladores locales o federales, sigo pensando en qué clase de gente tendremos los próximos tres años y cuatro meses en los gobierno municipales y los próximos tres años en las cámaras de diputados.
Aunque ahora mismo me intriga, no será muy difícil averiguar qué clase de criaturas se avienen al poder.
Después de 15 años de elecciones que me han tocado de cerca, no es difícil darse cuenta de inmediato quién tiene redaños, honorabilidad y responsabilidad y quién de inmediato se convierte en un tiranito —o tiranita, que las hay— al que se le olvida hasta la madre que lo parió.
No me equivoco si digo que muchos de estos que hace unas semanas eran unos humildes candidatos en busca del voto popular —mucho beso, mucho apapacho, mucha atención al populacho— a partir de ya, irán pavoneando con aires de gran señor, arrogantes y sobrados como estrellas de la tele. Mudarán su actual pluma por las maneras artificiosas de los nuevos ricos.
Pero no solo los elegidos cambiarán su aspecto y trato. También los que están a su alrededor, seguros del trascendental papel que juegan en el destino del municipio mengano o del distrito zutano.
Aunque no sepan ni la o por lo redondo.
Desde luego, no descarto que haya gente con sentido del trabajo, honestidad y honradez. Pero mientras no se demuestre lo contrario, estos se podrán contar con los dedos de la mano.

miércoles, 1 de julio de 2009

Otra de semáforos

En Toluca estamos estrenando un semáforo en Morelos esquina con Pedro Ascencio. Otro en Villada esquina Ramón Corona.
Ambos equipos me parecen muy bien. Sobre todo el primero, porque atravesar Morelos es un verdadero desgarriate, especialmente por los finos choferes que contratan algunas empresas del transporte urbano a los que les da por pensar en que el mundo gira alrededor de sus orondas humanidades.
Del del Villada y Ramón Corona lo único que puedo decir es que es una nueva demostración de que el sistema de semáforos inteligentes —que se supone que operan en Toluca— es verdaderamente idiota.
Sí, de otro modo no se explica que cuando uno avanza sobre Villada con la luz verde desde Gómez Farías, se encuentre el semáforo en rojo en Ramón Corona y el siguiente —a 100 metros—, el de Horacio Zúñiga en verde. Así que cuando toca el verde en Ramón Corona, enseguida se enciende la luz roja en el semáforo de Horacio Zúñiga.
Eso a mí me parece una muestre de que el sistema inteligente roza la imbecilidad.
O que los operadores de los semáforos son daltónicos.
Por lo demás, fue muy bonito que la mañana de ayer —cuando el presidente Calderón visitaba Toluca para inaugurar el Museo Modelo de Ciencias e Industria— los semáforos del crucero de Hidalgo y Rayón, donde se encuentra el museo, lucieran con un soberano desperfecto.
Lo dicho: el sistema de semáforos de Toluca de inteligente sólo tiene el rimbombante nombre.

lunes, 29 de junio de 2009

Una zahúrda les queda chica

En estos últimos días de las campañas electorales, los políticos empiezan a aventar porquería por todos lados y contra todos.
Y ya ni se cuidan de hacerlo a trasmano, para disimular. No, directamente acusan, difaman, calumnian, injurian y tiran lodo —es lo más limpio de lo que se están lanzando— contra sus rivales. Aquello que no pudieron hacer con pobres, nulas o erradas propuestas —hay candidatos a diputados que prometen obras cuando su chamba es hacer leyes—, quieren hacerlo enlodando a los rivales.
Un estercolero es en lo que se convertirá esta recta final de las campañas electorales. Una zahúrda o un muladar se quedan cortos ante lo que hacen candidatos, partidos y seudo asesores cuando se trata de ensuciar al oponente.
Y luego los imbéciles se preguntan el por qué del abstencionismo, cuál es la razón del voto nulo o qué tienen en la cabeza los ciudadanos que no los eligen por aclamación.
Para pleitos de verduleras —con todo respeto para las verduleras de antaño—, ya tenemos suficiente con lo que practican desde el gobierno federal.
Para deslenguados maledicentes hay suficiente con los insultos que se dedican en la internet los simpatizantes fanatizados —a los que deberían lavarles la boca con jabón—.
Y lo peor es que las autoridades electorales estatales y federales se hacen de la vista gorda. Aunque están en el mismo cuchitril.

martes, 23 de junio de 2009

Ilustres desconocidos:

En estos tiempos electorales llegan a mi buzón de correo electrónico cualquier cantidad de correos electrónicos procedentes de las campañas políticas de candidatos de distintos signos e ideologías.
A algunos de los candidatos los conozco. A algunos de los jefes de prensa de las campañas también.
Pero me llegan docenas de correos de personas a las que no tengo el gusto: algunos corresponden a candidatos a algún puesto de elección popular y otros son la personificación de las oficinas de prensa. Estos me resultan especialmente chocantes: me tutean —¿en qué cantina estuvimos juntos, perdonen?—, me ordenan —“envío la nota de fulano de tal para que se publique mañana”— y suponen que para mí puede tener algún interés lo que sus partidos y candidatos puedan hacer o deshacer.
Pues permítanme decirles, ilustres desconocidos, que les agradecería mucho que no me llenaran el buzón con sus boletines. Normalmente les doy el curso que sigue cualquier correo de remitente ignoto o sospechoso: se van directo a la basura. Pero eso representa una acción que no me da la gana emprender. De modo que sería mejor no recibirlos.
Lo peor es que en estos tiempos que corren ya nadie se toma la molestia de pedir permiso, presentarse o cuando menos decir ¡agua va!
Desde luego, me dirán, es que son candidatos. Y se sienten el centro del universo. Aunque su universo sean tres pelaos. Uno de ellos, el que manda los correos electrónicos insustanciales.

lunes, 22 de junio de 2009

Deidad

De la noche a la mañana apareció —a mitad de la semana pasada— la estatua dedicada a una deidad matlazinca, otomí, mazahua, náhuatl o tlahuica —que son los pueblos originarios de esta entidad federativa llamada México— en el Paseo Tollocan, justo donde comienza o termina, según sea el sentido de tránsito que uno lleve, el puente sobre la vialidad que conecta con San Mateo Atenco.
No le he podido ver con detenimiento, pero por sus rasgos juraría que podría ser chichimeca. Aunque puedo equivocarme, pues no falta quien le vea rasgos caucásicos de Europa del Este.
Es una estatua plateada, montada sobre una estructura de metal del mismo color que termina en brazos dirigidos a todos los puntos cardinales. La figura lleva en la mano izquierda una corona de laureles, oliva o simplemente un penacho —ya dije que no la vi con detenimiento—. No es muy alta, pero por las noches sobresale por un juego de luces colocado para que cualquier viajero note su presencia.
Ignoro de qué se trata. A quién le haga honores o cuál sea su propósito.
Pero me niego a creer lo que me han dicho algunos mal pensados: que se trata de un homenaje a los negocios que pululan sobre la lateral del Paseo Tollocan en terrenos de San Mateo Atenco.
Y no lo creo porque los propietarios de tan finos establecimientos no se andan por las ramas cuando se trata de promoverse. Las luces, figuras de mujeres y otros signos de su comercio carnal son más grandes que la nueva deidad que adorna el Paseo Tollocan.

miércoles, 10 de junio de 2009

Voto MCD

La propuesta del voto consensual, opuesta al voto nulo pero no un regalito para partidos y candidatos, tiene como fin que el mínimo común denominador (mcd) de las ofertas de campaña de cualquier partido o candidato sea la de reducir el congreso: a un diputado por distrito electoral (300) y a un senador por entidad federativa (32) y destinar los ahorros derivados a ciencia y tecnología.
En el blog propuestamcd.wordpress.com se señalan a profundidad las propuestas, mucho más sensatas que anular el voto —no ir a votar es lo mismo, porque al final los votos nulos no cuentan, por más que me digan que es un rechazo a partidos y candidatos—.
Sus impulsores dicen que “se trata de establecer un piso para el voto ciudadano para el 2009. Algo que pueda reunir los intereses ciudadanos y demuestre de forma tangible los beneficios de la democracia. Se trata de una lección de democracia en la práctica de y para los ciudadanos. Que nos de cuenta de nuestro poder y sea un claro mensaje de nuestro mandato para la clase política”.
Aclaran que la propuesta del mcd no proviene, ni pertenece a partido político o agrupación definida. Y pide:
“1) Reducción del número de diputados federales de 500 a 300.
“2) Disminución del número de senadores de 128 a 32.
“3) Cancelación de seguros médicos privados de legisladores y de funcionarios públicos.
“4) Recorte de la subvención a los partidos políticos la mitad.
“5) Desaparición de los plurinominales de todas las legislaturas.
“6) Limitar a tres las fechas de elecciones para un sexenio.”

martes, 9 de junio de 2009

A propósito del voto nulo

Frente a la tarugada del voto nulo, surge una propuesta más interesante para quienes no estamos contentos con los partidos y los políticos. Se llama voto consensual. Por una serie de propuestas que sus promotores llaman del mínimo común denominador. Que aunque me parece difícil de alcanzar, es mucho mejor que anular el voto.
Llegó a mi blog, con Gabriel como remitente. Y dice:
“El voto nulo, el voto bulo: equivale al suicidio ciudadano. La alternativa: el voto consensual”.
“Si los votantes logramos concordar en una propuesta ciudadana con mínimo común denominador. Aceptable para gente con distintas ideologías. Reuniríamos una fuerza superior a la de los políticos para imponerles nuestra voluntad”.
“En la democracia mandamos los ciudadanos. Es cuestión de utilizar nuestras prerrogativas: libertad de expresión, libertad de asociación, y sufragio efectivo; de manera inteligente. Ya es tiempo de imponer nuestro mandato a la clase política”…
“Mandamientos ciudadanos para las elecciones de julio del 2009:
“1) Reducción del número de diputados federales de 500 a 300.
“2) Disminución del número de senadores de 128 a 32.
“3) Cancelación de seguros médicos privados de legisladores y de funcionarios públicos.
“4) Recorte de la subvención a los partidos políticos la mitad.
“5) Desaparición de los plurinominales de todas las legislaturas.
“6) Limitar a tres las fechas de elecciones para un sexenio.”
Y mañana le sigo…

lunes, 8 de junio de 2009

Si no pueden, no sirve

En un estado donde se cometen cientos de delitos al día, en un país donde son ejecutadas decenas de personas a diario y se cometen miles de delitos, el asesinato de dos estudiantes de la Prepa uno podría ser un delito más. En el estado de México se cometen alrededor de cuatro mil homicidios al año. En Toluca, unos 400 homicidios.
Pero no puede ser así: ocurrió en un parque público, en medio de la oleada de promesas políticas de mayor seguridad, en dos jóvenes con una vida por delante, con saña y muy probablemente de manera tumultuaria… y con una creciente desconfianza en las autoridades civiles y policiacas.
El Estado mexicano —léase el gobierno— ha sido incapaz de garantizar la seguridad de los mexicanos comunes y corrientes que, a expensas de la criminalidad común y organizada, todos los días salen a la calle sin la seguridad de que regresarán a casa con la misma tranquillidad con la que partieron. Y no se trata necesariamente de un atentado contra su integridad: robos, asaltos, extorsiones y otros delitos patrimoniales se cometen por miles al día. Muchos de ellos, la gran mayoría no llegan a los escritorios de los funcionarios públicos de la autoridá.
El asesinato así, artero y frío, de dos jóvenes a los que sus compañeros describen como tranquilos, sin problemas, como muchos otros jóvenes de la clase media, es indignante.
Por eso es menester demandar justicia. Los mexicanos de a pie merecemos que nos garanticen nuestra seguridad.

jueves, 4 de junio de 2009

El voto nulo

La idea de anular el voto el 5 de julio crece.
Pero en mi particular opinión es una necedad.
Yo voy a ir a votar a favor o en contra de un partido o candidato, pero voy a votar.
Aunque como la mayoría de los mexicanos no creo ni en los partidos ni en los políticos. Hace un tiempo les creía. Pero hoy no. Y sin embargo, votaré, para que cuente mi opinión.
Porque los votos nulos no cuentan en el resultado de la elección. La legislación electoral es muy clara: solamente cuentan los votos emitidos en favor de partidos y candidatos.
Entre las causas de nulidad de las elecciones locales del estado de México o federales no aparece por ninguna parte el asunto de los votos nulos. Anular el voto puede significar el rechazo a los partidos políticos y nada más. Pero no influye en el resultado de la elección, pues ahí sólo cuentan los votos en favor de partidos o candidatos.
Dicho en pocas palabras: con votos nulos y sin ellos, el sistema de partidos continuará.
Ellos tienen, efectivamente, en monopolio electoral. Y políticos que no alcanzaron candidaturas o se han separado de esos partidos, son los principales promotores del voto nulo.
Político, a fin de cuentas, quieren usar la voluntad de los ciudadanos. Para sus fines particulares.

martes, 2 de junio de 2009

La danza

Cuando se trata de bailar, prefieron los ritmos clásicos. No es por presumir, pero puedo bailar cha-cha-chá, mambo y danzón. En mis años mozos —que ya quedaron muy lejos— aprendí a bailar jarabe y otros sones no menos nacionales. Desde luego, los años hicieron que aprendieran rocanrrol, cumbia, norteñas, salsa, banda y supongo que podría bailar pasito duranguense, aunque nunca lo he intentado. En todos esos ritmos me defiendo. No soy un gran bailarín, pero si se requiere sacarle brillo al piso, no me quedo sentado.
Pero lo que es el ballet, las danzas clásica, moderna, étnica o experimental, perdónen, pero tengo dos pies izquierdos y nula capacidad de comprensión.
Apenas veo algo que tenga que ver con alguna de esas elevadas disciplinas, y caigo en una especie de estado de idiotez éxtatica. Hagan de cuenta que con cara de ni entiendo nada —porque no entiendo nada—.
Especialmente cuando se trata de una de esas cosas modernistas: las bailarinas se contorsionan, hacen gestos de albergar un profundo sentimiento, van de un lado al otro del escenario… y yo, como si lo que estuviera psando fuera la invasión de los marcianos en vivo y en directo. Sin dejar de mencionar la música, que puede ser algo completamente imposible de digerir. Musicalmente hablando.
Pero, claro, lo que sucede es que yo soy muy corriente. Y prefiero quebradita con la banda El Farol… de por ahí de Capultitlán.

lunes, 1 de junio de 2009

¿Van a ir a votar?

¿Mis estimados cuatro lectores?
Yo sí. Ni regalo mi voto ni lo vendo y mucho menos lo cancelo.
De algunos de los candidatos no tengo ni la menor idea de quien sean, pero a otros los conozco perfectamente. Así que teniendo elementos para decidir, decidiré quien me gobernaré y quien me representará en la Legislatura local o federal.
Y como en muchas ocasiones, seguro estoy que tendré un voto dividido. La mayoría no a favor, sino en contra de partidos y candidatos.
Si no me gusta un candidato —y no me gustan varios—, votaré en su contra. A ciegas, aunque sus adversarios me resulten completamente desconocidos.
Yo no creo que más vale malo por conocido que buen por conocer. A aquel que por su desempeño público o privado —llevado al público— tenga malas referencias, se las cobraré votando por cualquiera, pero no por él.
Así, en cada una de las tres selecciones que me tocan para elegir al próximo presidente municipal, diputado federal o local.
Pero no pienso anular mi voto. Y si ninguno de los candidatos me convence, siempre me queda votar por un partido político. Hay casi una docena… así que alguno, por sus obras, postulados y acciones, tendrá mi voto. Llevado al extremo, podría votar por el menos malo —candidato o partido—. Pero no hay nada, a menos de 40 días de las elecciones, que me haría cambiar de opinión.
Y ya sé por quièn no voy a votar.

jueves, 28 de mayo de 2009

Gasto gubernamental/y II

El gobierno —o los gobiernos, si prefieren— gasta parte de sus recursos fuera de sus fronteras geográficas. Es lógico, si estamos en el entendido de que se intenta eficientar el gasto, aunque no siempre se logra.
Lo que sucede es que de pronto a los gobernantes y funcionarios públicos les ha dado por hacer manejo gubernamental algo semejante al manejo gerencial de una empresa. Y el gobierno, me parece, no está para eso.
A menos, claro, que prevalezca el criterio neoliberal del equilibrio en el gasto e incluso el superávit.
El gobierno tiene que gastar para el servicio de la sociedad. Y hacerlo con una visión de Estado, es decir, de estadista, no de gerente.
Hay una sutil diferencia, si me lo permiten: el gerente cuida los intereses de la empresa porque su fin es el lucro, la ganancia. El estadista piensa en los intereses de la comunidad porque sin fin es el servicio, el desarrollo.
Esa ligerísima diferencia hace que piense que a veces en lugar de estadistas tenemos gerentes. Claro, sé que no se puede gastar por gastar y que se tienen que seguir ciertas reglas —producto, por cierto, de los abusos que se cometieron y siguen cometiendo—. Pero el gobernante está ahí para administrar el dinero público de modo que desarrolle a la sociedad, las empresas proveedoras generen empleos y haya un círculo virtuoso en materia económica.
Aunque a veces los únicos que se desarrollan y crecen son los cuates.

martes, 26 de mayo de 2009

Tu abuelita lava ajeno

No sé ustedes, pero que los partidos políticos se gasten la pólvora en infiernitos a mí me repatea.
Ya ni siquiera me divierte que se den hasta con la maceta o que los priistas exhiban a los panistas, los panistas a los priistas y los perredistas a los dos.
Si se agarraran a trompadas Chucho, Germán y Beatriz —o en su caso Murillo Karam— me divertiría. Pero son políticos civilizados y sólo se agarran a místicos youtubazos.
Pero que se gasten recursos públicos para sacarse sus trapitos al sol, me pone de malas. Parecen niños chiquitos: tu abuelita lava ajeno, tu papá es feo, mi carro es más grande que el tuyo.
Con sus debidas proporciones, eso es lo que está pasando en esta campaña electoral con los partidos de Betty, Germán y Chucho.
De ahí en fuera, no hay novedades en estas campañas electorales. Las mismas gastadas y sobadísimas propuestas de todos los procesos electorales desde que tengo memoria.
Aunque bien escondidas, porque lo único que sobresale son los lemas de campaña de partidos y candidatos.
Y los ataques continuos. Las culpas endosadas al rival político. El intercambio inútil de acusaciones.
Porque a menos que alguien haya descubierto la fórmula mágica para convertir el yo no fui en fórmula de crecimiento y desarrollo, seguirá siendo lo mismo de siempre: fórmula de gobierno.
***
Visiten el sitio de internet del noticiario Así Sucede: www.asisucede.com.mx

lunes, 25 de mayo de 2009

¿Dónde están?


Me pregunto ¿dónde habràn quedado las docenas de águilas que señalaban la ruta de la Independencia?
Cuando era un chilpayate, allá por la década de los setentas, en esos viajes fuera de lo ordinario que hacíamos a esa metrópoli llamada Toluca, veía por la ventanilla del Maverick propiedad de mi abuelita, los monumentos en forma de cabeza de águila que algún gobernante decidió poner por todo el camino que la historia señalaba como ruta del padre Hidalgo en pos de la Independencia nacional.
Se contaban por docenas.
Pero algo les pasó. Estorbaron. Llegó otro gobierno y borró todo lo que había hecho el anterior —un clásico mexicano—. Se los robaron algunos coleccionistas. Los quitaron para que nos olvidáramos de que somo independientes. Están en las casas de algunos patriotas funcionarios o exfuncionarios públicos. Las tumbó una epidemia de borrachazos. Quedaron fuera del trazo de las actuales autopistas. Las donaron a museos. Están en Viena, con el penacho de Moctezuma. Las abducieron unos ovnis.
No sabría decirles.
Las opciones anteriores fueron las primeras que me vinieron a la cabeza para explicar el fenómeno de la desaparición de las cabezas de águila que, por cierto, tenían inscrito en un costado la palabra Libertad.
Me acordé de ellas porque por razones que no les importan anduve por la carretera Atlacomulco-Palmillas. Y por más que quise, no pude identificar el encino en el que ofició misa Miguel Hidalgo. El mismo que iban a reproducir en Probosque… Proyecto del que tampoco sé nada.

viernes, 22 de mayo de 2009

Fiestas

Cuando en 1716 fray Tomás de Peñaralva, un oscuro monje del monasterio de Las Tinajas —en el cerro del mismo nombre, en los límites de la Intendencia de México con la Nueva Galicia—, expresó su sorpresa “por la inaudita y libertina forma” en la que se celebraban las fiestas en México, no sabía que con el paso de los años iba a terminar siendo uno de los tratadistas más acuciosos, pero menos esclarecidos de las celebraciones mexicanas.
Recien llegado de Gerona, el fraile fue recibido con un sarao que a su juicio resultó excesivo, “disparatado e insensato”, según la carta que se conserva en el museo de la segunda orden habilitado en la antigua abadía de San Eusebio en la provincia catalana de donde era originario. La carta da cuenta de la molestia del clérigo, así como una relación pormenorizada de los guisos que se sirvieron… lo que daba ya muestras del carácter detallado con el que acostumbrada fray Tomás dedicarse a los menestereres que le resultaban atractivos.
Según cuenta la museografía de San Eusebio, el fraile viajó a las Américas para dar pie a su “encendida vocación evangelizadora”. Se trasluce en su carta, que sus intenciones oficiales eran encontrar a unos indios patarrajadas ansiosos de escuchar la palabra de Dios y a una multitud de aborígenes chilapastrosos a los cuales destinar su ministerio sacerdotal y médico —puesto que siendo su familia andalucí, algo conocía de la ciencias de Averroes—. Aunque extraoficialmente llegaba a hacerse cargo de una encomienda heredada de un tío suyo… que cuando llegó ya no existía o había pasado, gracias a la proverbial corrupción que desde entonces nos aqueja, a manois de un turbio administrador que cuando fray de Peñaralva llegó, le dio a una desconocida que no pasó a mayores gracias a los hábitos que portaba.
Así que enmuinado por su fracaso como encomender terrateniente, el fraile se dirigió a Las Tinajas, a residir con sus hermanos, donde fue pomposamente recibido por la población: carnitas, chilmole, tlayudas, uchepos y corundas, y otros platillos cuyos nombres no señala en su relación, pero describe en su aspecto físico… incluyendo lo que parecen ser acociles o algún otro crustaceo.
Parece ser que sus ideales evangelizadores toparon con el trabajo previo hecho por sus antecesores. También que mientras recorrió varios monasterios empezó a recopilar información sobre festividades tradicionales que combinaban —y combinan— el paganismo y la fe cristiana.
Dignos de atención son sus legajos sobre la fiestas de Santiago Azajo, San Cuilmas Cupareo, Santa Martha La Redonda y Santa Rita —22 de mayo—. Esta última, la que le pareció más pomposa.
Y sobre la que necesitariamos muchos tercios de plana para describir puntualmente las vísperas, fiesta y tornafiesta.
Tal vez será para mejor ocasión. Cuando termine de traducir.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Oda

Hay inventos que uno no valora lo suficiente. Están ahí, a nuestro servicio y sin decir palabra —raro sería que dijeran algo—, esperando a ser usados. Y uno ni se da cuenta de su existencia. A menos, claro está, que sufran algún desperfecto y entonces su ausencia se agigante.
Es el caso, perdonen lo ordinario del asunto, del microondas —o como se escriba—.
Cada mañana, en la madrugada para ser precisos, mi primer alimento de la mañana pasa por el horno de microondas. Abro una puerta, introduzco el recipiente, presiono dos veces la misma tecla, y obediente y sumiso el horno comienza a calentar. Un proceso súper breve que, en otras condiciones no sé cuánto tardaría, cinco o seis minutos con el consecuente gasto de gas butano.
Nunca me lo había preguntado, pero hoy supe que el microondas —o micro ondas o cómo quieran llamarlo… en mi casa se llama el micro y punto— funciona mediante la generación de ondas electromagnéticas en la frecuencia de las microondas, en torno a los 2.5 gigahertz. Es decir, un misterio insondable.
Uno ve que el plato del horno da vueltas y punto
Aunque ya me explicaron que un horno de microondas opera con la siguiente base física: los alimentos contienen normalmente moléculas de agua, éstas tienen la característica de un dipolo eléctrico —como si se tratara de un imán—, es decir, poseen un extremo con carga positiva y un extremo con carga negativa. Las ondas electromagnéticas generado en el horno mueven las moléculas de agua orientándolas en una dirección. Cuando las moléculas de agua se orientan en una dirección determinada, el campo eléctrico se invierte, con lo que todas las moléculas de agua cambian su posición —dan vueltas—. Estas inversiones de la orientación del campo electromagnético suceden rápidamente, a razón de dos mil 500 millones de veces por segundo, lo que produce calor por la agitación molecular. Por lo tanto, el alimento se calienta por excitación de las moléculas de agua, que se están moviendo, girando sobre sí mismas, a gran velocidad.
Como el calor está directamente relacionado con la vibración o agitación molecular, las cosas se calientan.
¿Verdad que es una cosa fenomenal?
Menos cuando uno es un burro redomado en cuestiones de física. O matemáticas, como cuatro de cada 10 estudiantes de tercero de secundaria.
Que supongo que no se interesan ni por el horno de microondas ni por ningún otro implemento doméstico.
Aunque deberían. Por lo menos para no meter las palomitas al revés ni un huevo con cascarón ni un plato vacío.
Loa pues, al microondas. Salve cocinero matinal.

martes, 19 de mayo de 2009

Fotos y candidatos

Cuando leí Soldados de Salamina, Javier Cercas, su autor, se convirtió en uno de mis referentes de la literatura española. Cada dos semanas leo con verdadera fruición —remítanse al diccionario, no tengo ganas de explicar mis palabras domingueras— el artículo que publica en la revista El País Semanal. Que en esta semana se ocupa de la imagen de los políticos.
Muy ad hoc en estos tiempos que vivimos en México, donde los políticos antes que otra cosa nos venden una imagen: nadie se ofrece como estadista, como alguien que puede solucionar los problemas que nos aquejan, como alguien con la capacidad de gobernar sin estridencias. Se ofrecen las fotos retocadas y algunas frases e ideas sueltas.
Dice Javier Cercas: “Desde luego, no conozco ningún político al que no le guste salir en la foto; si existe, cabe sospechar seriamente que es un mal político. Pero el problema no es el político al que le gusta salir en la foto, sino el político al que sólo le gusta salir en la foto; éste no es un mal político: es un político pésimo, un mamarracho aquejado de mediopatía al que, por el bien de la política —o sea, por el bien de usted y de mí, amable lector—, conviene echar cuanto antes y a patadas de la política. Frente al fanático de lo real, el fanático de lo simbólico: lo simbólico sin lo real es pura nadería; lo real sin lo simbólico acaba siendo ineficaz, que es otra forma de la nadería. Yo creo que los políticos tienen la obligación de no obligarnos a elegir entre esos dos fanatismos”.
Pues eso.
Ahora que los políticos mexiquenses nos venden ante todo una foto o una pose, que tarde que temprano se agotan —especialmente las poses, porque luego el o la que se declara gran cuate y amigo de la fanaticada o de la militancia, se olvida de todo muy rápidamente—, los electores comunes y corrientes deberíamos observar quién es capaz de mentirnos desde la foto. Porque si son capaces de mentir con su fisonomía, serán capaces de mentir en todo lo demás.
Y no, no me sorprendo. Ya sé que no es nuevo. Pero en medio de las campañas electorales la mediopatía —que dice Cercas— está más vigente que nunca.
Y camino al 2012 seguro que será peor. Porque podría gobernarnos una fotografía.
***
Mario Benedetti falleció el pasado fin de semana.
No puedo decir mucho de este escritor uruguayo, porque siendo más reconocido como poeta, y dado que la poesía no se me da, lo leí poco. Hace décadas leí Pedro y el capitán. Hace poco, Montevideanos.
Pero lo que tengo que decir es que se trata de una pérdida importante en la literatura en español.

viernes, 15 de mayo de 2009

Los aguaceros de mayo

A la hora que me citabas,
caía el aguacero y yo abajo de él
Los Bribones
Se mira relampaguear,
el cielo está encapotao
Tomás Méndez

La tradición dicta que este 15 de mayo se arrancan las lluvias.
Cosa que, como campirano que soy, me causa un gran gusto.De hecho, las lluvias me gustan sobremanera. El olor a tierra mojada es uno de los mejores aromas del mundo.
Aunque, claro está, en un país donde llueve seis meses del año, las precipitaciones pluviales terminan por cansar.
Sobre todo cuando lo que hemos hecho por siglos los seres humanos se vuelve en nuestra contra.
Apenas comienza la temporada de lluvias y los efectos de las acciones humanas ya se notan. Porque no es casual que calles, avenidas, estacionamientos y domicilios se llenen de agua. Cualquiera debería saberlo: el agua reconoce sus cauces naturales, así estén pavimentados o llenos de casas.
Y entonces ocurren las tragedias. El drama anual producto de las precipitaciones pluviales. Porque no es que llueva más, lo que sucede es que somos más seres humanos asentados en lugares de alto riesgo. En muchos casos, por una imperiosa necesidad de un lugar para vivir. Porque no hay otra alternativa.
La cadena de desgracias anuales que estamos por vivir —y por ver— tiene que ver con la anarquía con la que se hacen las cosas en México. Porque los asentamientos humanos en lugares de riesgo no aparecen de la noche a la mañana. Porque a las organizaciones que enarbolan la necesidad de vivienda en México no les importa la seguridad de las familias. Porque los funcionarios públicos se hacen de la vista gorda.
Pero la culpa la tienen las lluvias. Que no podemos prever, dicen las autoridades —y repiten cada vez que sucede una contingencia—.
Y las lluvias se convierten en el enemigo invisible e impredecible.
Que benévolamente oculta las carencias de quienes deberían conducir el desarrollo. Los verdaderos responsables.
***
Felicitaciones a los maestros en su día. Especialmente a los de mi generación en la primaria Filiberto Gómez y a los de la secundaria Antonio Caso.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Antonio Vega


En mi época de preparatoriano imberbe en la prepa 3 —generación 87-90—, mi origen pueblerino me ponía frecuentemente ante grandes hallazgos. Especialmente en materia musical.
Era la época del bum de W Radio —Martín Hernández, González Iñarritú y Charo Fernández que eran verdaderos ídolos juveniles— y del rock en tu idioma. Así que como en mi casa apenas se veía el canal 2 y se escuchaba La Pantera 590, pues estaba fuera de onda.
Por eso saber de la existencia de Nacha pop fue pasmoso. En aquella parte final de la década de los ochentas el grupo llenó la plaza de toros México y el lunes siguiente, Óscar Monroy Gómez Tagle —luego conocido en el Tec de Monterrey como El Woody— nos contó la proeza. Pero los Nacha pop se separaron un año después. Casi los olvidé.
Hasta que a mediados del 2004, en un curso de periodismo de El País en Madrid —nótese como sin querer se señalan los viajes del arriba firmante— Nereida Cea y Pablo González de Pola hablaban en una cena de música. Y mencionaron a Antonio Vega. El más grande, dijeron. Como tenía planeado comprar algunos discos, pregunté por el tal Vega. La respuesta me remitió a Nacha pop.
Así que saliendo del curso-internado busqué alguna de sus grabaciones en solitario. Me encontré con un genio. Y poco ha poco, en cinco años, he conseguido cuanto disco de Antonio Vega he podido, algunos de chiripa en tiendas especializadas, otros por internet, algunos regalos de la madre patria.
Y ayer por la mañana, mientras revisaba el diario El País me encontré con una noticia que muchos esperaban hace años —ya saben, las drogas destruyen—: Antonio Vega había muerto a los 51 años, víctima de una enfermedad del sistema respiratorio.
Los homenajes y las referencias en los medios de comunicación españoles no se han hecho esperar. Elogiado por todos, Antonio Vega tiene canciones que, como dice el crítico Diego A. Manrique, “despiertan escalofríos multitudinarios. A pesar de su hermetismo textual, transmiten la pulsación de la experiencia intensa, el pasmo del descubrimiento intransferible”.
La mejor de sus canciones, sin duda es Chica de ayer. Pero también me quedo con Estaciones, Esperando nada, Una décima de segundo, Persiguiendo sombras, Desordenada habitación, Puertas abiertas, Lucha de gigantes, Tesoros, Seda y hierro, Elixir de juventud, Ángel de orion, Se dejaba llevar por ti, Te espero… y muchas más.
Descanse en paz.

martes, 12 de mayo de 2009

Por sus obras…

Los conoceréis.
Y no, no me refiero a los candidatos de ningún partido político y a ningún puesto de elección popular.
Claro, para ellos esta frase también es un buen parámetro, sobre todo cuando hay tantos políticos profesionales que están en pos de un nuevo cargo de elección popular y prometen el oro y el moro.
En realidad me refiero a nuestras benditas autoridades educativas. Las que este fin de semana estuvieron atentísimas de la limpieza y desinfección de 23 mil escuelas en toda esta entidad federativa llamada México.
¡Qué despliegue! ¡Son unos verdaderos capos! Las escuelas quedaron relucientes, limpias, sin un solo germen… hombre, ni cuando estaba recién inauguradas se vieron tan aseadas, pulcras e inmaculadas.
Desde luego, para eso fue menester utilizar la mejor tecnología. Es decir, lo último.
Aquellos padres de familia que llegaron con el tradicional detergente Roma —o Foca o los más pipirisnais, Ariel—, sus escobas, trapeadores, jergas, cubetas y su rendidor cloralex, se les dieron las más cumplidas gracias, pero se les despidió con cajas destempladas.
“Está bien que estemos en emergencia —refieren que dijo en un aparte una de las más altas autoridades—, pero no les pedimos frías. Que se vayan con su detergente corriente y nos dejen trabajar”.
Los padres de familia que se habían acercado a las instituciones escolares pudieron ver, con una cara de asombro así de grande, que los más modernos aditamentos para limpieza profunda se ponían en marcha. Y en menos que se los cuento, todos y cada uno de los salones de las escuelas mexiquenses quedaban rechinando de limpios.
Un momento inenarrable. Las autoridades se pusieron las pilas y cumplieron como los merititos machos —es una frase hecha, por favor, no se moleste ninguna cumplida dama—. Un aplauso unánime se escuchó cuando la última pompa de jabón se rompió en el virginal aire escolar. Aunque esta expresión de júbilo popular fue pronto censurada por una de tantas autoridades: “es nuestro trabajo, hagan favor de dejar sus aclamaciones para cuando hagamos algo extraordinario”, dicen que dijo, porque nadie escuchó, dado que en ese momento irrumpía en el ambiente una porra.
Y sí. Se la habían ganado.
De hecho, desde aquí propongo que ante tal muestra de determinación les echen el avío.
Perdón… a la bio, a la bao…

lunes, 11 de mayo de 2009

Arcos del sitio


Por razones que sería más bien largo enumerar —aunque una de ellas fue la celebración del día de la madres—, me apersoné en el Centro Ecoturístico y de Educación Ambiental Arcos del Sitio, enclavado en el Parque Estatal Sierra de Tepotzotlán, perteneciente a los terrenos comunales de San Francisco Magú, una comunidad cuyas características la hacen especial y de la que otro día hablaré.
Primero debo decir que el parque es bonito. Pero que seguramente hace cinco años, cuando lo inaguró el entonces gobernador Arturo Montiel, debe haber sido mucho más bonito. Ahora digamos que empieza a acusar el paso del tiempo y, por qué no decirlo, el olvido: nadie de los que en aquel 2004 tomaban decisiones en la coordinación de áreas naturales protegidas —o algo así se llama o llamó la dependencia— se encuentra en alguna dependencia relacionada con el asunto; y tengo razones fundadas para creer que la Secretaría del Medio Ambiente es la beca más grande del gobierno estatal.
En fin: que a pesar de que es la propia comunidad de San Francisco Magú la que se hace cargo del parque, pues seguramente los ingresos son insuficientes para darle mantenimiento a las instalaciones —hasta las letras de la placa que recuerda la gloriosa inauguración ya se cayeron—. En las que empieza a notarse el deterioro —los puentes colgantes, por ejemplo, están destinados a que pase lo mismo que con el puente colgante de Zacango o el de El Ocotal—.
Pero donde se nota más que han pasado cinco años es en la carretera que une la vía Tepotzotlán-Villa del Carbón con el centro ecoturístico —la parte de educación ambiental juro que no la vi y ni me enteré de quién los construyó—. El paso continuo de camiones materialistas tiene la carretera hecha un muladar. Es decir, hay partes en donde es indispensable ampliar la carretera porque los baches ya no caben.
Es lógico, la ecuación: paso permanente de camiones pesados cargados de materiales para la construcción sumado a una carpeta asfáltica delgadita, elevada a la idea de taparle el ojo al macho mientras viene el gobernador en turno, da como resultado una carretera en la que hay que ir midiendo milimétricamente no para evitar el bache, sino para caer en el menos profundo.
Por lo demás, quedé completamente agotado. No sé cuántos kilómetros caminé para hacer el recorrido completo. Pero como nadie ni un méndigo anuncio indica la distancia del recorrido, chicos y grandes se lanzan con singular alegría sin saber lo que les depara el destino.
De Tepotzotlán no me quejo. El Museo Nacional del Virreinato estaba exactamente igual que cuando la última vez lo dejé encargado y les dije: “hay de ustedes si le pasa algo al último reducto de los jesuitas”.
Y por lo visto me hicieron caso.

viernes, 8 de mayo de 2009

Olmedo


Había en Piedras Negras, en el tercer piso departamento 5 del número 401 de la calle de Monterrey, un buen hombre que llamado Olmedo, que tenía el singular don de poder estar en varios lugares al mismo tiempo.
Era este Olmedo lo que se puede llamar un hombre ordinario.
Según contaba mi señor padre —que en gloria esté—, Olmedo no presumía de su omnipresencia. Para él era, incluso, una carga. Mi padre, que trabajó en el Resguardo Aduanal, adscrito a la frontera con Eagle Pass, Texas, trabó relación con el sujeto cuando revisaba su automóvil en el sencillo puente internacional y simultáneamente ayudaba, a unos metros de la frontera, a reparar una llanta a una gringa que contrataba trabajadores de la construcción.
Poseer el don de la ubicuidad era para Olmedo verdaderamente engorroso. Sobre todo a raíz de que confesó a su mujer la posibilidad que tenía de estar en dos o más sitios al mismo tiempo.
Por un descuido, hay que decirlo: cierta vez que se presentaba la caravana Corona en la limítrofe ciudad coahuilense, Olmedo y familia no tenían con quien dejar a sus menores hijos. Ya saben: la hermana también iría a ver a Miguel Aceves Mejía, la suegra tenía delirio por escuchar a Toña La Negra, la cuñada se negaba terminantemente a dormir en Piedras Negras —puesto que vivía del otro lado— y Olmedo tuvo el tino de decir que con tal de escuchar a Meche Barba —que era un mango— era capaz de quedarse a cuidar a sus chamacos.
Desde luego, aquello fue el acabose. Y sin darse cuenta, Olmedo reveló el secreto: estuvo en la presentación de la caravana y cuidó a sus hijos. Desde entonces, en su mujer todo fueron celos. “Sabrá Dios dónde estarás”, reclamaba con frecuencia mientras Olmedo le aseguraba que solamente allí: en el tercer piso departamento 5 del número 401 de la calle de Monterrey… aunque en ese momento esquiaba en los Alpes suizos con una francesa que tenía un ligero aire de Brigitte Bardot… y apostaba a la ruleta en Las Vegas, al lado de dos bombones y un jovencito Paul Anka.
Memorable fue el día en que Olmedo fue a parar a la cárcel de Piedras Negras. Naturalmente, en un esfuerzo desesperado de su legítima por evitar las que ella suponía —no sin razón— correrías y aventuras sin fin.
Una tarde, escribió a su mujer: “Muy señora mía: después de tres meses terminé ya el volumen número dos de El Quijote de la Mancha, un libro que he encontrado muy ilustrativo. Particularmente en su parte final, con esa referencia a las playas barcelonesas, adonde, movido por la curiosidad, me encuentro en este momento con una amiga catalana avecindada en Murcia. Le haré llegar la postal relativa. Aunque en realidad el motivo de la presente es pedir una edición respetable de La Guerra y La Paz, así como una guía de viajes por la Unión Soviética. Suyo al 100 por ciento, afectuosamente, Olmedo”.
Pero, cuenta mi señor padre, que el excéntrico Olmedo, repudiaba su gracia. Y nunca abandonó Piedras Negras. Aunque muchas veces —eso lo recuerdo yo— pasaba por la casa a jugar dominó y tomar una cuba de Don Pedro. Con cara de hastío, pero unos ojos brillantes.

jueves, 7 de mayo de 2009

Dos temas dos

El primero es el fallecimiento de Manuel Capetillo Villaseñor, vecino de Capulhuac, pero nativo de Ixtlahuacan, Jalisco.
Torero y actor, básicamente. El llamado mejor muletero del mundo —por esos largos pases en redondo— falleció el martes por la mañana en Nayarit. Dejó, desde luego, una familia dedicada a la farándula —incluyendo a Manuel, quien abrazó la labor de conductor de programas religiosos—, pero por sobre todas las cosas dejó la herencia del toreo alegre mexicano.
Como pocos. Porque por lo general los toreros son serios y muchos se ensimisman a la hora de torear. Pero las faenas de Capetillo Villaseñor eran siempre alegres, festivas y jaraneras. El carácter jalisciense se desbordaba, cuan largo era, en sus pases de capa y muleta.
Cuento lo que he visto en videos. Y lo que cuentan viejos aficionados. El Manuel Capetillo que conocí hace una década —en una gira con el entonces gobernador César Camacho, cuando invitaban a giras con el gobernador— era alegre y dicharachero, simpático desde la primera impresión.
Descanse en paz.
***
El mejor trabajo del mundo, ese que hubiéramos querido muchos, fue para un súbdito de la pérfida Albión.
Se trata de Ben Southall, de 34 años, que será el encargado de cuidar durante seis meses Hamilton, una isla tropical en Australia. Por ese trabajo de seis meses, ganará la friolera de 110 mil dólares.
Elegido entre cerca de 35 mil aspirantes —pocos latinoamericanos, por cierto— que se presentaron al concurso por internet organizado por el departamento de Turismo del estado australiano de Queensland, además del salario, el puesto de “vigilante” en Hamilton incluye una casa en la playa con tres dormitorios, piscina y un carrito de golf para recorrer la paradisiaca isla.
El trabajo de Southall comenzará el próximo 1 de julio. A partir de entonces, se relajará, escribirá, disfrutará del clima tropical y nadará en las cristalinas aguas de esta isla situada en la Gran Barrera de Coral.
Southall ha trabajado como guía turístico en África, dirigido proyectos de caridad en el Reino Unido, organiza un festival de música, y es un aficionado al maratón y a escalar montañas.
Por cierto, la campaña que ofreció “el mejor empleo del mundo” ha generado unos 75 millones de dólares en publicidad para la isla, lo que el departamento de Turismo de Queensland ha calificado como un éxito, pues invirtió apenas 1.25 millones de dólares en la convocatoria que en los primeros días recibió casi 20 mil solicitudes.
En las que estuvieron las de algunos mexicanos que no corrieron con suerte. Ahora, en el mejor de los casos buscarán chamba en las ferias del empleo. De lo que sea.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Paliacate

Agobiado por las medidas sanitarias impuestas por el gobierno federal, busqué y busqué, sin encontrar, tapabocas de a peso.
Solamente en una farmacia hubo —no esperen que diga el nombre—, pero a 3.50 pesos. Así que era eso o nada.
Lo tuve que tomar. Para mi familia. Pero yo, me compre un paliacate.
Para sustituir uno muy bonito de color negro con un alacrán impreso en el centro, que me acompañó durante años por lienzos charros y rodeos —incluyendo, por supuesto, el Rodeo Santa Fe, del que tan buenas memorias guardo—, pero que no pude encontrar.
El último tapabocas que tengo para mi uso persona es el que traigo colgado al cuello hoy. Es azul, sencillito, delgadito y me costó un peso con 50 centavos. En su momento no compré más porque desestimé la alerta sanitaria. No pensé que la cosa iba a pasar a mayores.
Y ahora, conversando a dos metros con 25 centímetros de distancia, sin corbata, lavándome las manos cada que puedo, me arrepiento de no haber acaparado tapabocas para revenderlos hoy con un margen de ganancia de más de 100 por ciento.
Eso sí, estoy dedicado a la ardua tarea de fabricar alcohol en gel. Con un procedimiento que me remitió a la secundaria —la federal número 91, Antonio Caso—… Pero no porque tuviéramos un laboratorio en la escuela, sino porque para hacer algunos experimentos era necesario usar los utensilios domésticos como cucharas, tazas y flaneras.
De modo que con un batidillo monumental, he logrado que la mezcla de alcohol, carbopol, trietanolamina y glicerina se convierta en una masa pastosa, de color indescifrable, pero que huele a alcohol y se comporta como el gel que está tan escaso en las farmacias y en cualquier tienda donde se expendan materiales médicos.
A eso nos ha obligado a algunos la actual contingencia. Sobre todo cuando a) es imposible lavarse las manos cada 30 minutos como recomiendan las autoridades y b) no hay alcohol en gel en ninguna parte —exceptuando, desde luego, los discursos políticos—. Sin embargo, los menjunjes caseros funcionan.
Sólo en el caso de los tapabocas estamos a expensas de la industria correspondiente. Sobre todo cuando las máquinas de coser son un implemento del que ya carecen la mayoría de los hogares mexicanos —así como en el pasado casi todos tenían—.
Por eso lo del paliacate.
Con el que a partir de hoy me voy a embozar. Sólo les pido, por favor, no ser confundido con algún maleante.
Y para mayores señas aviso: mientras dure la emergencia, el del paliacate anaranjado soy yo.

martes, 5 de mayo de 2009

Nuestros políticos en campaña

No sin cierta sorpresa revisé los datos de la encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas: resulta que a los mexicanos en general la política nos viene valiendo un soberano cacahuate.
96 de cada 100 desconfiamos de los políticos y apenas uno de cada cuatro ha participado en algún asunto político adicional a la emisión del voto.
Dicho en pocas palabras: tenemos un marcado desinterés y una incultura política galopante.
Y claro, por eso cuando de política se trata, las cosas están como están. Por eso también somos incapaces de exigir nuestros derechos y demandar que las autoridades cumplan con sus obligaciones.
Desde luego, nuestro desinterés no es casual: aquel que exige y cuestiona es inmediatamente calificado como alborotador, argüendero, peligroso, opositor y quién sabe cuántas cosas más. Por eso preferimos quedarnos tranquilos, mientras una gavilla de políticos —de todos los partidos— hace y deshace a su antojo, sin contradicción popular. Preferimos ser agachones que ser señalados como levantiscos.
Mientras ellos se eternizan.
Hoy alcaldes, mañana diputados, después funcionarios, más tarde gobernadores, luego otra vez legisladores, funcionarios, senadores, diputados, comisionados… y así hasta nunca acabar.
Porque dicen que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
Aunque ellos dirán que tienen un manifiesto deseo de servirle al pueblo.
Como lo han hecho una y otra vez.
Aunque de nada hayan servido. Hoy se dan cuenta de que las clínicas y centros de salud no atienden las 24 horas del día, que los servicios públicos tienen deficiencias, que la seguridad pública no ampara a nadie, que los gobiernos cometen errores, que la educación es mala, que hacen falta caminos, que se necesitan escuelas, que se requieren hospitales, que urgen los empleos, que la economía debe crecer, que las leyes deben perfeccionarse, que se necesita hacer obra pública, que es indispensable mejorar el abasto de agua, que la procuración de justicia es infame, que debe aumentarse la cobertura del servicio eléctrico…
Y mil y un cosas más.
De las que sólo se dan cuenta cuando están en campaña.
Antes, cuando tuvieron una responsabilidad pública estaban ciegos y sordos —ni los veo ni los oigo, dice el clásico salinista—. O algo así, porque solamente eso explica sus descubrimientos y promesas de enmienda —porque eso parecen—.
Que se esfumarán en cuanto alcancen el anhelado cargo público. Y entonces no conozcan a nadie ni saluden a nadie. Y se rodeen de vallas infranqueables y múltiples funcionarios menores cuya función sea ayudar a que nadie les recuerde lo que hoy pregonan.

lunes, 4 de mayo de 2009

Conspiración

Media docena de correos electrónicos han llegado hasta mi buzón con la teoría de que la epidemia de influenza es producto de un compló internacional.
Las conspiraciones internacionales se las dejo a las películas de James Bond. Así que el compló de petatiux que enarbola el correo electrónico que comienza con “Me acaba de llegar este correo, creense su propia opinion (sic)”, me hace opinar que los conspiracionistas son más peligrosos que la influenza porcina misma.
Además de unos alcornoques en materia de aritmética. Cosa que deduje fácilmente en los primeros párrafos del mensaje en cuestión: dicen que en la reunión de los G7 se tomaron dos conclusiones fundamentales y enlistan tres. Adicionalmente, al señalar los integrantes del G7 mencionan seis países.
Mejor que un sketch de Los hermanos Lelos. Todavía lo leo y me muero de la risa.
Enseguida una serie de hechos inconexos, que para efectos del compló poco se necesita para enlazarlos. Por ejemplo, decir que Sanofi Aventis anunció el 27 de abril “que inyectara 100 millones de euros en una nueva planta de vacunas”… el anuncio, real, ocurrió el 19 de abril, y la planta se construye desde hace semanas en Ocoyoacac, en el estado de México.
Luego, los conspiracionistas hacen una afirmación sin sustento: la industria farmacéutica “a nivel mundial tenía problemas financieros por la baja en la venta de medicamentos”. Ajá, cómo no. Como si la gente que se enferma todos los días de mil y una enfermedades no comprara ni una triste aspirina.
Sin olvidar sus conclusiones irrisorias. Como decir que hay dos alternativas: que continúe la suspensión de clases o decir que se controló la enfermedad. Sí, verdad. Nomás hay de dos sopas, con compló o sin él. Si hasta las conspiraciones tienen algo de lógica, así sea para tener la razón pase lo que pase.
Pero lo mejor viene en una serie de cuestionamientos finales. Que por absurdos son geniales. Como: “Si la influenza porcina es una mutación del virus original de los cerdos, entonces el brote de la infección debería haber comenzado en el campo y no en la ciudades”. Por supuesto, respondo: ¿o es que nadie ha escuchado hablar de la metrópoli veracruzana llamada La Gloria?, ¿esa fastuosa ciudad de millones de habitantes?
Y esta otra: “¿Por qué no han dicho el nombre del retroviral que esta ‘curando’ a la gente enferma?”.
Para responder esa pregunta basta con estar medianamente informado. El nombre comercial es Tamiflu y la sustancia activa es el oseltamivir. También está el zanamivir, cuyo nombre comercial es Relenza o Relenz. Por cierto, ninguno de los dos los fabrica Sanofi Aventis.
A los mentecatos autores del correo electrónico les preguntaría: ¿Por qué no se ponen a buscar ovnis o al unicornio azul? Juro que sería más provechoso.

miércoles, 29 de abril de 2009

Paranoia

Estaba en una farmacia, por razones que no viene al caso contar —y porque no se me da la gana—. Frente a mí, un par de mujeres exigían desaforadas que la dependienta les mostrara uno de los tantos productos que se expenden en cualquier botica seria.
Madre e hija, supongo, iban perfectamente cubiertas con su tapabocas semi industrial. Sí, no el típico azul, verde o blanco que se atora con una liga, sino aquel grueso que parece una concha, lleva en la parte de la nariz una cinta metálica y se utiliza para pintar o hacer labores de carpintería. En pocas palabras, un tapabocas reforzado.
Tenían enfrente un litro de alcohol, vitamina C en pastillas y la dependienta les llevó tres distintas presentaciones de algodón. Mientras esperaba a que me surtieran la receta, se debatieron entre la presentación mediana y la extragrande: la hija sugería la mediana, pero la madre optó por la jumbo. La menor, ya entrada en carnes, cedió.
Al pasar a la caja, entre la señoras en cuestión y el arriba firmante quedó un fulano.
Que tuvo la osadía de toser.
¡Uy! No lo hubiera hecho: la mayor de las mujeres se hizo a un lado a la velocidad de la luz y sobrevino el reclamo: ¡Señor, no me tosa! —¡No es broma!, intervino la más joven, echando mano a sus fierros como queriendo pelear. En esas estaban cuando la demanda de pago de la cajera disipó la tormenta reclamando el justo pago por la mercancía adquirida.
Pero esta empleada de botica cometió el error de toser. ¡Cajum! Sin aviso de por medio y sin cubrirse la boca con la parte interna del codo —como mandan los cánones—.
Ya se imaginan: nuestra preocupadas mujeres pusieron el grito en el cielo. ¡Señorita —exclamó la más vieja—, si usted se quiere morir es su problema! ¡Qué no se da cuenta de que toser así es como darme un balazo! ¡Es como el Sida!
Enseguida, en un tono que me pareció de perturbación, explicó —déjenme anotar que la cajera no ponía atención— en voz alta, supongo que a la concurrencia, que el alcohol y el algodón eran para limpiar utensilios en su casa. Enseguida, dirigiéndose a su compañera de compras, opinó que con haber estudiado la primaria era suficiente para darse cuenta de la peligrosidad de toserle a la gente.
Desde luego, disimulé una carcajada. A veces ni una Maestría en Salud Pública con Especialización en Administración de Empresas y Sistemas de Salud, pensé. Por fortuna, llevaba uno de esos tapabocas que ahora lleva uno como parte del uniforme de diario.
Pero lo más bonito fue cuando la cajera entregó el cambio. La matrona ni se acercó —no le fueran a toser más de lo tosida que ya estaba—. Pero la joven recibió con la punta de los dedos los billetes y de inmediato los roció con un spray así de chiquito, supongo que en un esfuerzo supremo de desinfección.
Sólo espero que después de tantas precauciones, haya funcionado. Porque, como dicen en mi pueblo, nadie tiene la vida comprada.

martes, 28 de abril de 2009

De película


Perdónenme la falta de reverencia que viene a continuación.
Pero el caso lo amerita.
Verán: cuando el gobierno federal decidió anunciar la suspensión de clases y dio a conocer la epidemia de influenza porcina, lo primero que se me vino a la cabeza fue la película Exterminio —28 days later, es su título original en inglés—, del director Danny Boyle, el mismo de la ganadora del Óscar Quiero ser millonario —Slumdog Millionaire—.
La idea regresó cuando ayer lunes 27 de abril las autoridades federales informaron que ya pensaban en el cierre de las fronteras.
Si la vieron, saben a lo que me refiero. Si no, deberían verla. Pero les cuento:
La historia comienza cuando una incursión de activistas a favor de los derechos de los animales libera a un grupo de monos infectados con un contagioso virus que se transmite a través de la sangre. La infección pronto se extiende por todo el Reino Unido, transformando a casi la totalidad de la población en seres violentos y primitivos y obligando a declarar una cuarentena total sobre la isla.
El protagonista despierta de un coma en un hospital londinense 28 días después de iniciarse la pandemia. Al salir del hospital descubre una ciudad de Londres desierta y apocalíptica. Es atacado, pero dos sobrevivientes lo ayudan contra los infectados y lo llevan a su escondite. El virus se contagia por mordeduras, sangre y saliva, y que el virus se demora 20 segundos en hacer efecto. Tras muchas peripecias escuchan un anuncio por radio del ejército que ofrece seguridad y un nuevo comienzo, así que se dirigen al norte hacia Manchester. Cuando llegan, encuentran todos los helicópteros y autos militares vacíos. Pero hay un grupo de sobrevivientes que utilizan una mansión como refugio, pero intentan convertir a las mujeres protagonistas en esclavas sexuales. Sin embargo, los protagonistas consiguen escapar y los militares mueren.
Las últimas escenas de la película muestran a los protagonistas en una pequeña casa en el campo, fabricando un enorme cartel que dice “hello” en espera de ser rescatados por los aviones de reconocimiento que sobrevuelan.
Pues eso:
Dado que el virus de la influenza porcina se contagia por contacto humano y veo a medio mundo con tapabocas, pues sólo espero que alguien me estornude para infectarme. En venganza, hacer una infectadera… Y que de pronto México entero quede aislado, mientras nos vamos enfermando del virus de la influenza porcina poco a poco.
Desde luego, en este escenario la mayoría de los mexicanos colgamos los tenis.
Como los ingleses en la película.

lunes, 27 de abril de 2009

Lo que nos faltaba


Como dicen en mi pueblo: ya éramos muchos… y parió la abuela.
Pues eso: ya no estaba yendo del carajo —crisis, desempleo, inseguridad, ejecuciones, narcotráfico, México pierde ante Honduras, más crisis, más desempleo, más violencia… por si ya se les había olvidado— y una epidemia de ébola… digo, de ántrax… digo, de Síndrome Respiratorio Agudo Severo… digo, de gripe aviar… digo, de influenza porcina, se nos vino a presentar a 15 días de que comiencen las campañas electorales.
Es decir, estamos en medio de una verdadera tragedia, cuyas consecuencias son de pronóstico reservado.
Por lo pronto, con lo previsores que somos los mexicanos —eso de planear y prever se nos da que ¡qué bárbaros!—, saldremos de esta para cuando “el presidente del empleo” esté a punto de entregar su administración.
Pero, eso sí, todos con nuestro respectivo tapabocas.
Porque deben saber que toda farmacia que se considere a sí misma decente en el Distrito Federal, estado de México, San Luis Potosí y comarcas aledañas, agotó desde el viernes su dotación de máscaras antigás —léase tapabocas—. Nunca antes la hoy floreciente industria de fabricar tapabocas había recibido tal demanda de su mercancía —al grado de que se está pensando en declarar epidemias cada cierto tiempo para que este sector saque a la economía del atolladero—.
Lo mismo pasa con el alcohol antibacterial en gel —si untado es bueno, cómo será tomado, me dijo un paisano que ya se había untado por dentro una dotación—. Las botellas de todos tamaños, especialmente las que tenían olor a alcanfor, se agotaron en menos que se los cuento.
Pero esa es otra historia.
Lo que les digo ahora a mis cuatro lectores es que la ley de Murphy se cumple a pie juntillas: si las cosas van más, pueden empeorar.
Y que no importa lo que seamos capaces de hacer, porque todavía puede ser peor.
Si no lo creen, piensen en su situación personal, ustedes que son trabajadores y padres de familia —como el arriba firmante—: hace apenas una semana que se habían terminado las vacaciones y todo el mundo respiraba tranquilo. Pero no terminó ni una semana de clases cuando los niños volvieron a sus casas, adonde permanecerán por lo menos hasta el 6 de mayo.
Pero la epidemia de influenza porcina que nos ataca ha obligado a cerrar todos aquellos lugares de multitudinaria convivencia, de modo que los niños se tienen que quedar en casa encerrados a piedra y lodo.
Lo que entraña un nuevo problema: no hay niño peor que el que está encerrado en casa por semana y media.
Lo que me lleva a citar la ley de Pudder: Todo lo que empieza bien, acaba mal: Todo lo que empieza mal, acaba peor. Y agregar: Nada es tan malo nunca como para que no pueda empeorar.

jueves, 23 de abril de 2009

Los libros

Se celebra hoy el día del libro.
Un día muy bonito. Como el día del niño. O del día de la madre.
Con una única excepción: nadie le regala nada a los libros. A veces ni siquiera una ojeada.
Ya saben: México es un país con muy pocos lectores y el promedio de lectura de los mexicanos es de medio libro al año, según algunas estadísticas. Otras sugieren libro y medio. Pero eso es lo de menos, porque lo que implica una estadística de esta naturaleza es que hay mexicanos que no leen ni un ejemplar de El libro vaquero en el año —cosa que supongo contaría para la estadística—.
A mí me gusta leer. Casi todo lo que cae en mis manos. Salvo algunos autores que encuentro ilegibles y libros de poemas que siempre encuentro incomprensibles —a la poesía en sí no le entiendo—. Desde chiquillo encontraba en la lectura mundos nuevos al alcance de un pueblo de —entonces— mil y tantos habitantes. No había internet ni wii. De lo contrario, nunca habría leído el enfrentamiento entre Mano amarilla y Bufalo Bill o acudido al faro del fin del mundo o cazado en Sumatra y Java o al lado de Demetrio Macías o Pepe El Diablo.
Pero para que les cuento.
Porque hoy lo que importa es el libro. El que sea. Bueno o malo. Best seller o infumable. Aunque debo destacar a los clásicos. Esos que hay que leer —aunque algunos resulten francamente engorrosos— porque hay que leer. Así sea unas líneas en la primaria, secundaria o preparatoria, pero casi todos entramos en contacto con los clásicos alguna vez en la vida.
De hecho, en alguno de los varios libros de memorias de José Vasconcelos —porque son tantas sus memorias que están divididas en varios libros— leí que cuando este personaje fue secretario de Educación Pública, se propuso editar una colección de libros clásicos que debían estar presentes en todas las escuelas del país. Algo así como las bibliotecas de aula de la actualidad, pero con calidad, en vez de cantidad —no importa qué leen los niños, el chiste es que engrosen la estadística—. No lo hizo y no recuerdo por qué, pero seguro que la culpa fue de alguno de los generalotes de la época posrevolucionaria.
Por eso ahora me ha regocigado el hecho de que alguien —no sé quién y es lo de menos— tuvo el tino de editar en la costosa Biblioteca Mexiquense del Bicentenario una serie de clásicos: Virgilio y Horacio, Esquilo, Sófocles y Eurípides, Platón, Plutarco, Don Juan Manuel y varios más.
Si esa colección de clásicos llega a donde debe llegar —es decir, a los infantes mexiquenses—, la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario se justifica por completo.
Y si esos escolapios son alentados a leer los clásicos hasta ahora publicados. Y se publican más. Pues qué mejor.