viernes, 22 de mayo de 2009

Fiestas

Cuando en 1716 fray Tomás de Peñaralva, un oscuro monje del monasterio de Las Tinajas —en el cerro del mismo nombre, en los límites de la Intendencia de México con la Nueva Galicia—, expresó su sorpresa “por la inaudita y libertina forma” en la que se celebraban las fiestas en México, no sabía que con el paso de los años iba a terminar siendo uno de los tratadistas más acuciosos, pero menos esclarecidos de las celebraciones mexicanas.
Recien llegado de Gerona, el fraile fue recibido con un sarao que a su juicio resultó excesivo, “disparatado e insensato”, según la carta que se conserva en el museo de la segunda orden habilitado en la antigua abadía de San Eusebio en la provincia catalana de donde era originario. La carta da cuenta de la molestia del clérigo, así como una relación pormenorizada de los guisos que se sirvieron… lo que daba ya muestras del carácter detallado con el que acostumbrada fray Tomás dedicarse a los menestereres que le resultaban atractivos.
Según cuenta la museografía de San Eusebio, el fraile viajó a las Américas para dar pie a su “encendida vocación evangelizadora”. Se trasluce en su carta, que sus intenciones oficiales eran encontrar a unos indios patarrajadas ansiosos de escuchar la palabra de Dios y a una multitud de aborígenes chilapastrosos a los cuales destinar su ministerio sacerdotal y médico —puesto que siendo su familia andalucí, algo conocía de la ciencias de Averroes—. Aunque extraoficialmente llegaba a hacerse cargo de una encomienda heredada de un tío suyo… que cuando llegó ya no existía o había pasado, gracias a la proverbial corrupción que desde entonces nos aqueja, a manois de un turbio administrador que cuando fray de Peñaralva llegó, le dio a una desconocida que no pasó a mayores gracias a los hábitos que portaba.
Así que enmuinado por su fracaso como encomender terrateniente, el fraile se dirigió a Las Tinajas, a residir con sus hermanos, donde fue pomposamente recibido por la población: carnitas, chilmole, tlayudas, uchepos y corundas, y otros platillos cuyos nombres no señala en su relación, pero describe en su aspecto físico… incluyendo lo que parecen ser acociles o algún otro crustaceo.
Parece ser que sus ideales evangelizadores toparon con el trabajo previo hecho por sus antecesores. También que mientras recorrió varios monasterios empezó a recopilar información sobre festividades tradicionales que combinaban —y combinan— el paganismo y la fe cristiana.
Dignos de atención son sus legajos sobre la fiestas de Santiago Azajo, San Cuilmas Cupareo, Santa Martha La Redonda y Santa Rita —22 de mayo—. Esta última, la que le pareció más pomposa.
Y sobre la que necesitariamos muchos tercios de plana para describir puntualmente las vísperas, fiesta y tornafiesta.
Tal vez será para mejor ocasión. Cuando termine de traducir.

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