miércoles, 24 de diciembre de 2008

Felicitaciones navideñas

Se supone que en esta fecha debería felicitar a mis cuatro lectores.
Ya saben, desearles toda clase de parabienes, alegría y felicidad, buena compañía, salud, fiestas familiares formidables, que se realicen sus deseos… la retahíla de costumbre en esta época.
Pero a como están las cosas, no sé si será lo mejor.
Digo, porque aunque nuestras autoridades se empeñen en negarlo, los mexicanos de a pie resentimos ya la crisis económica, el desempleo, el alza de los precios de productos básicos y combustibles, los paros técnicos, la delincuencia, el crimen organizado, las ejecuciones, las decapitaciones y otras lindezas por el estilo, que nos orillan a una preocupación y zozobra constante.
Sólo quienes tienen resuelto su futuro —y el de sus familias— no se preocupan en lo absoluto.
Pero son los menos. Como uno por ciento de los mexicanos.
El resto, en menor o mayor medida estamos preocupados por lo que vendrá después de que terminen las fiestas y regresemos a la cotidianidad. Algunos, de hecho, no dejarán de preocuparse ni un momento. En fiestas o fuera de ellas.
Hasta las autoridades —del DF— advierten que con la crisis podrían repuntar delitos como el robo. Además de la economía informal —refugio de los que quieren vivir decentemente, pero no pueden con toda la tramitología gubernamental—.
Tampoco quiero ser un ave de mal agüero. Ni plantear un escenario casi apocalíptico en el que nos va a ir del cocol.
Y aunque así fuera, mi generación y otras más hemos estado acostumbradas a la crisis recurrente —si no es que permanente—. De las que hemos salido con ración doble o triple de trabajo.
Supongo que esta no será la excepción.
Así que no está de más felicitar a mis cuatro lectores:
En estas fechas festejamos Navidad, que sea una fiesta llena de dicha para todos ustedes. Y el Año Nuevo tenga consigo no sólo crisis, sino una esperanza de éxito y prosperidad. Toda la ventura y felicidad para ustedes en el camino del año que se inicia.
¡Felicidades!

martes, 23 de diciembre de 2008

Hacer una fortuna por internet

Por enésima ocasión en el año, me escriben desde lo más profundo de África para decirme que necesitan mi ayuda urgente para obtener la nada despreciable cifra de 25 millones de dólares, que es mucho más dinero del que espero ganar sobándome el lomo durante toda mi existencia.
El remitente de tan jugosa y atractiva oferta es un tal Akbar Shykh, que dice ser Bill and Exchange manager —que quién sabe qué demonios sea eso— del Bank of Africa, en Oauagadougou, que es la capital de Burkina Faso, un país que hace unos años se llamaba Alto Volta.
Según el relato del tal directivo bancario, uno de sus clientes pasó a morirse en un accidente aéreo con toditita su familia, quedando sin descendencia ni ascendencia visible, porque los 25 millones de dólares que tenía en 2003 carecen de dueño.
Amablemente, el tal mister Shykh ofrece 40 por ciento de los fondos con solo ayudarle a obtener la cuantiosa cantidad. Él, desde luego, obtendría el 60 por ciento restante.
Claro, antepone lo que llama “ética profesional” —que ha usado para administrar una cuenta de este tipo— para manejar con sigilo la operación de transferencia.
Y sólo pide que le mande un fax para solicitar el dinerito.
¡Ah! Y también algo de información personal. Ya saben: nombre, dirección, nacionalidad, edad, sexo, ocupación, estado civil, teléfono y fax. Cualquier cosa.
Y ya. Así se puede uno ganar 25 millones de dólares.
Claro que no es la primera vez que un supuesto funcionario del Banco de África pide urgentemente mi ayuda. Además de Burkina Faso, me han llegado de Polonia, Kenia y Costa de Marfil.
Unos administran dinero de un acaudalado personaje, otros de un opositor al gobierno, algunos de un alto exfuncionario, otros de hijos e hijas desamparadas, enfermos al borde la muerte que me han elegido como heredero… En fin, un montón de supuestos.
Desde luego, yo quisiera volverme rico de la noche a la mañana. Y supongo que el hecho de haber respondido a los test de inteligencia en internet me ha hecho candidato a una estafa monumental.
Igual que en los resultados de sorteos que llegan por mensaje de texto al teléfono celular o vía telefónica.
Que de haber respondido ya me habría ganado, además de millones de dólares, autos, teléfonos, casa y mil y un premios más. Nomás que no se me da la gana. Ya ven como es uno de contreras.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Zapatazos a Bush


Yo ya le di cuatro zapatazos al todavía presidente de Estados Unidos, George Bush. Claro, en un juego on line que se puede jugar en http://www.sockandawe.com/ y que es sumamente divertido.
Bush junior tiene grandes reflejos, pero no tantos como para evitar que le asesten un mandarriazo en todo lo que se llama face.
Hasta esta mañana de lunes le habían dado 47 millones y medio de zapatazos a Bush. Cuatro de ellos míos. ¡Gracias, internet!

Depresión navideña


Después de un largo examen de autoconocimiento —nótese lo importante que suena una cosa así—, descubrí porque mientras mucha gente se sume en la tristeza en esta época del año, a mí me viene guanga.
No están ustedes para saberlo, pero cuando la gente piensa en el año que termina, yo ya estoy concentrado en el 6 de enero, que es la fiesta de mi pueblo. Así que el cierre del año me tiene completamente sin cuidado. Lo que se pudo hacer, pues bien. Y lo que no, también.
Claro, hay una parte importante de la gente para la que la época navideña y el año nuevo significan momentos difíciles. Mucho más si pensamos en que este fin de año ha estado aderezado con una linda crisis económica —que dicho sea de paso, le debemos agradecer a los gringos—. Así que los momentos de angustia, la sensación de soledad o fracaso, típicos de la época combinados con la crisis económica, podrían incrementar los cuadros de depresión. El spleen, que aquellos poetas de mediados del siglo XIX.
Entiendo que la depresión navideña la padece hasta al 20 por ciento de los adultos. En México de acuerdo a la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica el 28.5 por ciento de la población presenta en su vida algún trastorno psiquiátrico donde el principal es la depresión. Los especialistas dicen que desaparece después de dos o tres semanas.
Así que si usted —uno de mis cuatro lectores, de acuerdo con la estadística— es de los que se sienten tristones porque viene la Navidad, este tercio de plana, en un inusual ejercicio de servicio a la comunidad —con información de la farmacéutica Novartis— les ofrece la siguiente información:
Tenga expectativas realistas, no hay que creer que por tratarse de Navidad o Año nuevo todos sus problemas desaparecerán como por arte de magia. No espere pasar una Navidad perfecta, porque de no ocurrir se deprimirá.
No viva en el pasado. Al arriba firmante las posadas le parecían más bonitas antes que ahora, porque todo tiempo pasado no fue mejor. Evite comparar estas fiestas con las de años anteriores. Concéntrese en el futuro y en las posibilidades que le traerá el nuevo año.
Mire a su alrededor. Si sólo piensa en usted y sus problemas, sólo logrará aumentar la tristeza.
No piense sólo en el dinero. Concéntrese más en las relaciones personales, que en el estado de la bolsa, el índice de desempleo y otras situaciones que no puede controlar. Como decía aquel comercial: regale afecto, no lo compre.
Cuidado con el alcohol. Recuerde que el alcohol es un depresivo y cuando toma en exceso, empeora el spleen.
Y por último, piense que ya vienen los reyes magos. Y aunque sea un cuerno retorcido, pero algo traerán.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Pululan

Hagan de cuenta que ya terminó el año.
Desde hoy un montón de gente sale de vacaciones. Como cuatro millones y medio de estudiantes y otro medio millón de burócratas de diverso rango y naturaleza, lo que significa que la tercera parte de la población mexiquense ha dado por terminado el año.
Considerando la porción de mujeres que se dedican a labores domésticas —y que no dejan de trabajar todo el año, pero permanecen mucho tiempo en su casa— y los menores y mayores de edad que tampoco tienen actividades productivas, pues algo así como dos de cada tres habitantes del estado libre y soberano de México comenzarán un merecido periodo de descanso. El resto, una minoría seguirá con sus labores cotidianas. Es decir, fregándose el lomo para comer.
Pero que dos de cada tres se vayan a descansar —o algo parecido— no significa que el resto tendremos una especie de remanso de paz y tranquilidad.
En realidad estas son fechas en donde un montón de gente anda en la calle haciendo quién sabe qué, pero seguro que molestando, porque no se puede explicar de otra manera que una multitud se ponga de acuerdo para ir, por ejemplo, a un centro comercial so pretexto de adquirir regalos para la temporada o dedicarse simplemente a malgastar su aguinaldo.
Los autos, al igual que las personas, pululan en las principales calles y avenidas, como si la gente no tuviera otra cosa que hacer que pasearse o salir con cara de admiración permanente por el alumbrado navideño o por la gran cantidad de personas que al igual que ellos salen a ver qué encuentran.
Y las que uno avizora como vacaciones del resto de la humanidad, como una dosis de calma, se convierten en un borlote urbano que para qué les cuento.
Alguien debería pensar en que las vacaciones de esos millones de esforzados mexiquenses que dejan de trabajar a partir de hoy debería incluir una visita a una playa o un centro turístico tan imponente como Valle de Bravo o Ixtapan de la Sal, de modo que dejaran la ciudad capital del estado de México vacía y sola, a merced de la clase trabajadora —que con todo y despidos todavía la hay—.
Es decir, para que no incordiaran cuando uno está trabajando y el resto de fiesta en fiesta.
Porque aunque uno está acostumbrado a trabajar hasta en días feriados, siempre despierta un poco de resentimiento.
Como sea, los que se van de vacaciones reciban mis mejores deseos. Y que el pavo o lo que vayan a cenar se les indigeste.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Trapecistas por venir


Por estos días comienzan las vacaciones en el sector público, un periodo que he visto con envidia durante muchos años, porque mientras el servicio público descansa, el resto de los mortales chambeamos como desesperados, más en estos tiempos en los que es necesaria una jornada de 16 horas para sobrevivir.
También por estos días muchos servidores públicos se llevarán sus chivas a otra parte. No porque los vayan a correr por ineptos e indolentes —una cosa que todos sabemos que se da mucho en algunas oficinas del sector público—, sino porque muchos de ellos renunciarán a la comodidad de una oficina y salario de primer nivel para ir en pos de algún cargo público.
En una práctica harto conocida como trapecismo político.
Es decir, saltar de cargo en cargo y seguir viviendo del erario público hasta que la suerte, el compadrazgo o los electores —estos en última instancia— lo permitan.
Conozco casos de servidores públicos —debería decir políticos profesionales— que llevan décadas saltando de cargo en cargo. No les importa si hoy son parte del engranaje, pasado se sacrifican en un cargo de honrosa medianía y mañana están en la cima. Y así, durante 20, 30 o 40 años.
Y son, desde luego, consumados trapecistas sin red que nunca caen… y si les llegase a ocurrir un accidente, caen de pie, sin un rasguño y dispuestos a seguir en donde los pongan. Por su máxima es yo no pido que me den, sino que me pongan donde hay. Además de creer firmemente que —como diría El Filósofo de Güemez— en la política, como los frijoles: arriba o abajo, pero adentro de la olla.
Pues así. Demasiado entrenamiento y conocimiento de este circo de tres pistas que se llama política.
La salida de puestos gubernamentales de muchos políticos comenzará cuando inicie el año. Desde luego, una vez que hayan cobrado su voluminoso aguinaldo —dos meses de salario—, prima vacacional y gratificaciones correspondientes a un año de arduo trabajo. Que sólo ellos pueden glorificar.
Las renuncias dejarán espacios para que lleguen caras conocidas a puestos gubernamentales prominentes, que apenas se asomen rostros y nombres nuevos a las candidaturas y que, al estilo del Gatopardo, todo cambie para que todo siga igual. Luego, muchos estaremos pendientes de la selección de candidatos, los ires y venires de nombres —dicen que algunos ya palomeados— conocidos y por conocer.
A aquellos que ya esperan su turno en el trapecio, mi admiración profunda: suelo ser cínico, pero me doy cuenta de que hay niveles…

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El zapatazo a Bush

Una encuesta revela claramente los sentimientos del mundo mundial hacia George Walker Bush Pierce: abominación casi unánime. Una encuesta mía desde luego.
Para muchos George W. Bush no es sólo responsable de la ola de terrorismo a nivel internacional que trajo consigo su guerra preventiva, sino también de la crisis financiera internacional que agobia a naciones pobres y ricas por igual.
El cuadragésimo tercer presidente de Estados Unidos tiene ante sí un sentimiento de reprobación generalizado. En su propia nación, desde luego, y en Medio Oriente mucho más… con la honrosa excepción de Halliburton de Dick Cheney y los contratistas que recibieron millonadas por la reconstrucción de Irak y la explotación petrolera.
Una forma de muy clara de medir el sentimiento de repulsión que despierta mister Bush es el ofensivo gesto de lanzarle un zapatazo, que protagonizó un periodista iraquí. Pero más todavía sus consecuencias.
Los zapatos de Montazer al Zaidi —el periodista de marras— ya tienen precio: un exentrenador de futbol de la selección de Irak ha ofrecido 100 mil dólares por ellos. Y un anónimo ciudadano saudí —que no debe ser tan anónimo ni tan ciudadano de a pie— le ha puesto precio al ya inolvidable calzado, en la nada despreciable cifra de un millón de dólares.
Es decir, casi nada por un par de zapatos que salieron volando sin dar en el blanco, que era desde luego el presidente de Estados Unidos, cuyo periodo está a punto de terminar, pues escasamente le quedan 34 días de gobierno. Lapso en el que la esperanza global —que bonita palabra, ¿verdad?— es que no vaya a hacer una de las porquerías a las que nos tuvo acoostumbrados durante ocho largos años.
El caso es que no creo que en toda la historia se haya ofrecido una cifra semejante por un par de zapatos.
Pero el coleccionista o crítico hostil al presidente de Estados Unidos que consume una compra de esta naturaleza podrá presumir para la posteridad una de las armas de destrucción masiva que el propio George W. Bush presumía que existían a raudales durante el régimen de Saddam Hussein. Y que nunca encontraron.
Hasta que llegó la última visita de mister Bush junior a Irak.
Después del 20 de enero, quién sabe qué más le puedan lanzar al presidente gringos más repudiado de la historia.

martes, 16 de diciembre de 2008

El Pee wee


Si esperan alguna alusión al campeonato del Toluca conseguido el domingo pasado en La Bombonera, pueden esperar sentados. No la habrá. No tengo la menor intención. ¿Ustedes creen que un aficionado al Cruz Azul puede tener algo más que agrios comentarios y un áspero humor?
Pues eso. Que mejor de futbol, ni hablar.
Mejor les cuento que como buen guadalupano, estuve pendiente de Las Mañanitas que el guadalupanismo de Televisa nos hace favor de transmitir año con año. Pude observar como María Victoria hacía playback, escuchar el ¡tititititi! del grupo Caña Real, me admiré de la voz de Guadalupe Pineda, esbocé una sonrisa con la particular versión de La Guadalupana del hijo de Emmanuel y me dio un monumental retortijón cuando apareció en el escenario —es decir, en el altar— el cantante Piwi —creo que se escribe Pee Wee, pero para efectos de este tercio de plana lo escribiré como se me pegue la gana— disfrazado de indito de Corpus Christi o en su defecto de Madaleno, ese personaje del cine y la televisión mexicana que en su última etapa aparecía en el extinto programa El club del hogar —que en su última etapa condujo Paco Stanley—.
He leído que iba disfrazado de Juan Diego, aunque la jerga que le colgaron a manera de jorongo lo hacía ver más bien como Madaleno —lo pueden comprobar en you tube—. Y de haberle puesto unos huacales, estaba igualito que niño de Corpus Christi.
El caso es que Piwi salió a cantar una canción de la que no entendí ni jota. Estaba estupefacto. Anonadado.
Hasta que me dio el retortijón, que me despertó del impacto que estaba a punto de dejarme turulato para el resto de mi existencia —es decir, más todavía—.
Supongo que ustedes conocen a Piwi. Que alguna vez lo han visto, ya sea cantando la de Mi dulce niña o en el programa de televisión de los sueños esos, donde aparece domingo a domingo. Pues ya saben, Piwi es así, esmirriado, enclenque —mushi, dicen en mi pueblo— y con cara de niño, pero con bigotitos. Pues eso, nomás que con calzón de manta, camisa del mismo material y un metro de jerga roja con una bocamanga abierta a la mitad para que metiera la cabeza.
En pocas palabras, la imagen televisiva perfecta del nativo de estas tierras en la época de San Juan Diego.
El retortijón se me convirtió en un dolor de caballo del que todavía no me repongo. Sin duda que ha sido una de las impresiones más graves de mi existencia.
Con decirles que no se me quitó ni cuando Alejandro Vela falló el penalti de la derrota.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Ponche con piquete

La semana pasada arrancó el maratón Lupe-Reyes, que por haber tenido como ingrediente adicional a la final del campeonato mexicano de futbol tiene este lunes a docenas de personas como arañas fumigadas.
Sí, porque quien se precie de ser un fervoroso seguidor de esta competencia de resistencia que se prolonga hasta el mes de enero debe haberle hecho los honores a un partido de futbol tan importante como el que se jugó entre Toluca y Cruz Azul este domingo —cuyos comentarios me reservo nomás porque se me da la gana—. Fue, si me permiten, el pretexto perfecto para ponerse hasta la manitas, ya sea porque el Toluca resultó campeón o porque el Cruz Azul terminó derrotado o simplemente porque el equipo favorito de cualquier fulano de tal no estaba en la final.
Así que las hordas de aficionados que se dejaron llegar desde la nueve de la mañana a La Bombonera tuvieron tiempo suficiente para remojar su afición al futbol en cerveza y luego celebrar o lamentar a gusto el resultado del partido y del torneo entero. Después, bajo los efectos de las endorfinas propias del momento, se lanzaron a las calles a festejar el campeonato —incluso en el techo de autobuses—.
Y de ahí a las posadas hay una cruda de distancia. La de hoy. Si la dejan llegar, desde luego.
Las posadas, como todos sabemos, son un novenario donde se acostumbran las reuniones en las que todos rezan y cantan la letanía correspondiente, los niños rompen piñatas y reciben aguinaldos y los adultos departen alrededor de una olla de ponche caliente, a la que nunca le falta un alma caritativa que ofrece un ingrediente para combatir el frío que se resiente en estas tardes casi invernales: el piquete. Una sustancia mística sobre la que ni los más expertos se ponen de acuerdo sobre su composición o nombre comercial. Pero que es fundamental para que del 16 al 24 de diciembre la concurrencia mantenga el interés en el maratón y no ceje en su empeño de terminarlo.
Para ello desde luego que es fundamental que, como en este año, al 25 de diciembre siga un fin de semana como en el caso de este año. Lo que da un elemento providencial para continuar con las reuniones familiares y se dé el emplazamiento para las festividades de fin de año y naturalmente la cita para la rosca de reyes.
Y dar cumplimiento así como el maratón, para ir de fiesta en fiesta, contando desde luego con la colaboración de amigos, familiares y sonsacadores profesionales.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Transporte


Dice el maestro Eusebio Cárdenas que en Toluca tenemos un rezago de 20 años en el transporte público de pasajeros. En otras regiones de la entidad el rezago debe ser mayor, y basta recordar a los tristemente célebres chimecos, para darse un quemón.
Pero en el caso de Toluca tiene razón. En los últimos 20 años en que he estado yendo y viniendo por la capirucha del estado de México, el transporte no ha cambiado… aunque hay que admitir que ha cambiado de color, porque las viejas unidades de Colón Nacional, 2 de Marzo, Adolfo López Mateos y el resto de líneas que han aparecido en estos años han sido sustituidas por otras —naturalmente, porque todo por servir se acaba, no porque haya genuino interés de modernizar—, pero sus rutas permanecen intactas, sus prácticas de control también y la actitud de concesionarios y empleados sigue siendo la misma.
En otras ciudades mexicanas, en cambio, los sistemas de transporte —o movilidad, dicen los especialistas— han cambiado. Y las normas se cumplen.
Ahí está, por ejemplo, el Optibus de León. Un sistema de transporte troncal y masivo, que acabó con el hombre-camión, modernizó y eficientó el traslado de personas.
León tiene un millón de habitantes. No es una ciudad mucho más grande que la capital mexiquense, aunque sus autoridades en materia de transporte entendieron el problema y pusieron en marcha una serie de medidas que favorecen a usuarios y concesionarios. Tuvieron visión. Los usuarios tienen ahora un sistema de movilidad eficiente y rápido. A los concesionarios dejó de preocuparles si su camión salía a trabajar —o si su chofer chocaba—, pues sus ingresos estaban garantizados por su participación accionaria en una empresa con todas las de la ley.
No sé cuánto tiempo se tardaron en poner en marcha este sistema de transporte que opera desde el 2002 —el que tenga dudas, que indague sobre las “orugas”, como les dicen a los autobuses articulados leoneses—. Pero estoy cierto de que la autoridad supo convencer y los concesionarios entendieron e hicieron suya una oportunidad de negocio.
Supongo que en Toluca nos hacen falta las dos cosas: autoridades que sepan convencer y vender la idea y concesionarios —ahora sociedades anónimas— inteligentes que comprendan las bondades y utilidades a mediano y largo plazo de un sistema ordenado y controlado —ya verían cuánta lana se les fuga— de transporte.
Así que mientras esas sean las carencias, seguiremos viendo en la orgullosa capital del estado de México la guerra del peso, las carreritas por el pasaje, el desorden y la diversidad de criterios —que no de colores, que eso es lo único uniforme—.
Y nos seguiremos rezagando. Otro año y otro más.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¡Arg! Música cristiana en la calle

Soy de los que creen en la libertad de las personas para elegir la música que les pegue su regalada gana escuchar, dónde sea y cómo sea.
Si viajo en autobús, en taxi o en auto particular, no me importa en lo absoluto si el chofer tiene predilección por Los Panchos o Los Ángeles Azules, si le gusta la cumbia o prefiere el metal rock, si lleva música de César Costa o Marilyn Manson —que, por cierto, serían incapaz de distinguir—.
Pero de un tiempo a la fecha me causa escozor el fanatismo religioso de quienes se autoflagelan llevando consigo música e intérpretes que cantan loas propias de su religión.
Porque una cosa es la tolerancia musical o religiosa y otra muy distinta que lo pretendan a uno evangelizar en la vía pública con ritmos y letras propias de un templo, de la denominación que se les antoje, mis estimados cuatro lectores.
Resulta que con frecuencia voy al centro de la ciudad por cuestiones tan mundanas como comerme una torta en el respetabilísimo establecimiento denominado El Ojeis —con harta salsa—, adquirir las lucecitas para la navidad, acudir a un acto público-gubernamental o darme bola en Los Portales.
Así que con periodicidad —y a diferentes horas— paso por un establecimiento, cuyas características no revelaré, en el que por norma la animación musical, a todo volumen, consiste en canciones religiosas. Ya saben: ¡alabaré, alabaré!
Cuando pasaba por ahí, pensaba que se trataba de algún nuevo cantante con alguna canción desconocida. Pero tuve el tino de aplastarme en un sillón para que me dieran bola en un sitio al alcance de las potentes bocinas del negocio de marras. Y entre la lectura de Portal, alcancé a distinguir el contenido altamente autoflagelante de las canciones cuyo intérprete me honro en desconocer, aunque me gustaría descubrir su identidad —nomás por saber, porque las invectivas no se pueden quedar sin nombre—.
Me resulta imposible describir las melodías. Aunque estoy seguro que se trata de un antiguo y refinado tormento, inspirado en las más rancias tradiciones medievales, pues causa profundas heridas en los oídos y ofusca la mente, además de una zozobra que es la hora en que no se me quita.
Para que se hagan una idea, imaginen la música que les resulte más ofensiva —por ejemplo, yo pienso en RBD— y eso es ciento por ciento preferible al activismo religioso del dueño o empleados del establecimiento mercantil que refiero.
Y eso que creo en la libertad religiosa.

La final

Resulta ser que aunque me he declarado aficionado ultra del Atletas Campesinos —cosa que sostengo— es conocida de mis cuatro lectores mi preferencia por el Cruz Azul.
De modo que la final del futbol mexicano que se jugará esta semana me resulta satisfactoria.
Espero que el Cruz Azul gane, porque ha sido mi equipo favorito durante quién sabe cuántos años. Con esos mismos años me he dado cuenta de que no soy mucho del futbol. Ignoro, por ejemplo, cuál es la plantilla cementera que luchará por el campeonato mexicano. Sé que es pecado, pero en este torneo no he visto ni un solo juego del Cruz Azul.
Y sin embargo, espero que consiga el campeonato.
Aunque la historia de mi afición al Cruz Azul esté más llena de sinsabores que de victorias.
No se me olvida aquella final del torneo 80-81 en la que los Pumas ganaron el campeonato. Maldije al árbitro, lloré desconsolado, odie profundamente a la universidad nacional, le pegué a todo lo que me encontraba enfrente y estuve abatido el resto de la semana. Tampoco la final 86-87, en la que las Chivas me hicieron perder algún par de apuestas. Hasta aquella final en León, donde Carlos Hermosillo coronó a los cementeros después de un artero patadón del argentino Comizzo.
Después, Cruz Azul ha tenido campeonatos con arranque de caballo bueno y llega de burro flojo. Muchas esperanzas y pocos resultados.
Hasta ahora, que he llegado a dos finales consecutivas, haciendo que la afición albergue la esperanza de un triunfo.
Aunque yo no me hago ilusiones. Pero espero que la Máquina Celeste gane. Y consiga el noveno campeonato. Si no lo hace, no haré ninguna clase de tango. Escarmenté desde hace 20 años.
Y si gana el Toluca, me da igual.
Ahora, eso no significa que no acepte algunos envites… un desayuno, un refresco y lo que se vaya acumulando.
La cabellera desde luego no la apostaré por razones que no le incumben a nadie. Pero si alguien se anima, ai nos tamos dimos dando…

lunes, 8 de diciembre de 2008

¡Arre borriquillo, arre burro, arre!

Este fin de semana acudí a la venta nocturna en el centro de Toluca. De mirón, desde luego.
Me encontré a docenas de habitantes de esta capital del estado de México que son unos verdaderos jumentos cuando se trata de asuntos viales. Sí, porque todos nos quejamos de que en esta temporada es imposible circular en auto particular, taxi o autobús por Toluca y Metepec, pero basta abrir los ojos para observar a docenas de imbéciles que se estacionan en donde no deben, obstruyendo el tránsito. ¡Ah! Y se enojan cuando un agente de tránsito les indica —en buena o mala forma— que está prohibido estacionarse.
Los muy burros.

domingo, 7 de diciembre de 2008

¿Cuál crisis?

Desde hace años tengo la certeza de que cuando los funcionarios públicos se ascienden al primer o segundo nivel, empiezan a vivir una realidad que está fuera del alcance del mexicano promedio.
Basta leer sus discursos o ver sus actitudes para darse cuenta de que su México es diferente del México de los de a pie —alternar con ellos sólo permite confirmarlo—. Ellos pueden pedir paciencia frente a la inseguridad, exhortar a la población a ponerle más empeño en su trabajo para remar contra la crisis e incluso pedir que la gente haga una vaquita pa’ cooperar al teletón. Incluso, negar que estemos en recesión.
Como lo hizo la Secretaría de Hacienda este fin de semana. “Para la mayor parte de los especialistas, una recesión se tiene cuando se registran dos o más trimestres de crecimiento económico negativo de manera consecutiva, algo que no ha sucedido aún en Estados Unidos desde la década pasada ni en México desde 2001”, afirma la Secretaría de Hacienda.
En otras palabras: oficialmente no estamos en crisis.
¿Que a ustedes, estimados cuatro lectores, no les alcanza en dinero?, ¿que les parece que ya todo está más caro?, ¿que la gasolina ha tenido al menos 25 incrementos este año?, ¿que el pasaje ya subió?, ¿que con su salario compra menos de lo que adquiría a principios de este año?, ¿que alguien al que usted conoce ya perdió su trabajo?, ¿su empresa se ha visto forzada a recortar personal o reducir las jornadas de trabajo?, ¿ha tenido que modificar sus planes a corto y mediano plazo?, ¿le debe un dineral al banco?, ¿maldice la hora en la que recibió la tarjeta de crédito que lo tiene ahorcado?, ¿ahora alterna su trabajo con algo de medio tiempo o la venta de algún producto?, ¿tiene que hace horas extra pa’ que alcance?, ¿le echa más agua a los frijoles?
Pues quién sabe cómo se llame eso.
Ni crisis ni recesión.
Oficialmente.
Pero es que este es otro México. No lo olvide.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Tigres del norte


A mí me gusta la música norteña. La ranchera, de banda y tropical.
En esta materia mis gustos son eclécticos, porque incluyen el flamenco, el son cubano, la cumbia colombiana —e incluso la peruana, que se cuece aparte—, el country, la trova y muchos otros estilos nacionales y extranjeros.
Pero si se trata de escoger, Joan Sebastian, El Lobito de Sinaloa, Los Tiranos del Norte, Sergio Vega, Conjunto Primavera, Los Huracanes del Norte, Los Primos de Durango y docenas de grupos y solistas están en mi repertorio.
Que desde luego, incluye a Los Tigres del Norte.
De estos últimos me ha dado mucho gusto que hayan participado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un espacio habitualmente reservado para autores y editores. Y aunque seguramente en otras ocasiones han participado músicos y actores o actrices de todos tamaños, no tengo memoria de que un grupo populachero como los jefes de jefes hayan tenido participación en la mentada FIL.
Por si eso fuera poco, lo hicieron de la mano de uno de mis autores favoritos, el español Arturo Pérez-Reverte.
Por supuesto, la presencia de Los Tigres del Norte tuvo que ver con la novela La Reina del Sur, escrita por Pérez-Reverte —que a mi juicio es su novela menos atractiva—, que cuenta la historia de una narcotraficante mexicana afincada en España. Con todo y música norteña.
Hablaron —con Pérez-Reverte y Elmer Mendoza, al que algún día leeré— de Una épica de la frontera: música, pueblo y cultura.
Es decir, los que fueran músicos de cabaret y son eternos protagonistas de bailes populares, aparecieron en calidad de académicos. “Como no contamos con el lenguaje de estas dos personas [los escritores], trataremos de buscar las palabras adecuadas para expresarnos, porque nuestro trabajo no tiene nada que ver con esto. Nos daba temor estar acá, pero somos sinaloenses y expresivos”, dijo Jorge Hernández, el tigre mayor. Y agregó: “somos versátiles y en nuestras composiciones hay una infinidad de temas. Si seguimos vigentes después de tanto tiempo, es porque el pueblo nos cree. Lo único que hemos hecho es contar en una película que se vive todos los días”.
Como en aquellos días de Contrabando y traición, El Circo, El Celular, Pacas de a kilo, La camioneta gris, José Pérez León o El Muro.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Topergüer

No me sorprende que las empresas que venden productos por catálogo vayan a tener 50 por ciento más vendedoras en México debido a la ya conocida crisis económica, la de hoy, claro, porque algunos no hemos podido salir de las crisis en los últimos 30 años.
No me sorprende porque muchas mujeres mexicanas son industriosas y cuando ven que faltan unos centavos —o cientos de pesos— en su casa, buscan la manera de contribuir al ingreso familiar —con la anuencia explícita de sus familias o con un silencio cómplice—. Así, docenas de mujeres se han convertido en vendedoras de Topergüer, Avón, Fuler, Stanjom, Merriquey, Amgüey, Andrea, Íntima, y quién sabe cuántas marcas más de cosméticos, artículos para el hogar, zapatos, ropa, colchas y lo que se ofrezca.
Algunas tienen tanta suerte que convierten sus esfuerzos en verdaderos negocios. A otras les sirve para ganarse unos pesos, para algunas se convierte en un pasatiempo en el que ganaron dinero, y muchas desisten al no vender ni un bilé.
Pero para las futuras vendedoras por catálogo —incluso para las actuales—, el problema que viene es ¿a quién demonios le van a vender?
Porque si muchas de ellas se volvieron vendedoras porque las corrieron de su trabajo, muchas otras personas —y personos, dirían los promotores del “equilibrio” en el lenguaje— se están quedando igualmente sin trabajo, por consecuencia, sin ingresos… y a menos que sean unos idiotas redomados, no van a gastar el poco dinero que tienen en el perfumito, el recipiente, la crema o el edredón, a menos que les resulte una compra indispensable e inaplazable.
Y aunque muchas de esas compras se realizan en cómodos abonos, en estas circunstancias económicas de desempleo, bajos ingresos y alta inflación, a nadie le gusta que cada quincena aparezca la abonera —o el abonero, que también los hay varones— reclamando un pago pendiente.
No quiero ser agorero del desastre, pero el pesimismo económico me domina.
Claro, nunca falta la señora o el señor que le debe a medio mundo y sigue comprando por catálogo a cuanto fulano se le pone enfrente. Es que una de la debilidad de los mexicanos es que no sabemos decir no y mucho menos cuando un conocido nos ofrece “en pagos” un par de zapatos o un termo.
Pero como dicen, el Sol sale para todos, y aunque haya un verdadero ejército de vendedoras por catálogo, no faltarán compradores que hipotequen sus magros ingresos.
Aunque esos clientes serán menos. De eso estoy seguro.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

En esta crisis, a ver quién se atreve, parte dos

Resulta que los gerentes ejecutivos de los tres grandes fabricantes de autos en Estados Unidos propusieron reducir sus salarios a un dolar al año con la esperanza de recibir un préstamo de emergencia del Congreso estadunidense. El sacrificio no es nuevo, un directivo japonés anunció
una medida semejante.
En el caso gringo, Ford, Chrysler y General Motors necesitan —informa la BBC— entre los tres 34 mil millones de dólares para evitar el cierre de sus fábricas. Y el anuncio de sus directores es, antes que todo, político.

Todos los días se muere gente buena


Todos los días. Unos más buenos que otros. Y lamenta esta muertes. Aunque también hay casos en los que se muere gente que uno celebra… ya sea porque eran unos hijos de tales por cuales o porque sus padecimientos eran tales que era mejor que pasara al otro barrio.
En el caso de Carlos María Abascal Carranza, que se nos murió ayer, pues cada quien tendrá su opinión.
Yo lo conocí en el periodo de 1995 a 1997 cuando fue presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana —con mi cuate Fausto Beltrán como dirigente local— y me resultaba simpático. Como secretario de Trabajo y de Gobernación en el sexenio foxista, gracias a Dios no tuve tratos con él, aunque tuvo decisiones cuestionables, porque así es el servicio público: no se puede quedar bien con todos.
A Abascal Carranza no le hizo justicia la historia contemporánea, su yerro paternal de censurar Aura de Carlos Fuentes en la escuela de su hija, siendo secretario del Trabajo, fue una loza con la que cargó todo el sexenio. Y lo hizo ver como un hombre intolerante, fanático religioso y déspota. Cosas que creo que no era. Porque a pesar de ser rígido y católico practicante, no era —al menos en la época en la que lo conocí— autoritario ni un tirano.
La prueba está en que siendo líder del sindicato patronal más importante del país —que eso es la Coparmex, un sindicato— logró convencer al extinto Fidel Velázquez de la utilidad de firmar un acuerdo para la “nueva cultura laboral”, un documento que cambió la percepción de las factores de la producción entre sí. No se ha logrado traducir en una reforma a la legislación laboral, desgraciadamente.
Y no sé quién pueda presumir de haber convencido a don Fidel Velázquez.
Porque de absolutismos a absolutismos, el extinto dirigente de la Confederación de Trabajadores de México decía quítate, que ai te voy.
Recuerdo haber aprendido mucho de esas asambleas de Coparmex y de las conferencias e intervenciones de Abascal Carranza. También de otros otros fulanos de la Coparmex de los que otro día hablaré.

martes, 2 de diciembre de 2008

Chachalaca


Algunos ya lo sospechábamos. Otros tenían la certeza. Pero la mayoría lo ignoraba.
Es que la sola existencia de Foxilandia, ese lugar idílico donde no pasaba nada y todo iba viento en popa, ya era sospechoso. Como lo fue también que el hecho de aquel que sacó al PRI de Los Pinos fue incapaz de hacer a un lado a su amante, y luego su esposa, de las decisiones más trascendentales de la vida pública de este país llamado México.
Sólo lo que ha revelado la iglesia Católica —difundido por la revista digital Reporte Índigo— explica los hechos: el expresidente Vicente Fox padece “serios trastornos sicológicos”. El expresidente es “narcisista e histriónico”.
Lo dicho: para algunos era una sospecha, porque no es normal que un ser humano —así sea el presidente de la república— se comporte como se comporta Fox Quesada.
La revelación de la iglesia Católica tiene efectos para el intento de Vicente Fox se matrimoniarse con Martha Sahagún.
Pero trasciende al ámbito público, porque muestra la personalidad de un señor que nos gobernó seis años y que cometió yerros que hoy estamos pagando —como lo de la megabiblioteca o su intromisión en la elección de 2006—.
El narcisista, en una definición práctica —extraída de la wikipedia— “sobreestima sus habilidades y tiene una necesidad excesiva de admiración y afirmación. Estos desórdenes pueden presentarse en un grado tal, que se vea severamente comprometida la habilidad de la persona para vivir una vida feliz o productiva al manifestarse dichos rasgos en la forma de egoísmo agudo y desconsideración hacia las necesidades y sentimientos ajenos”.
Eso ocurrió y sigue ocurriendo con Vicente Fox, y no sé en qué medida con su amancebada pareja —el amancebado es para el catolicismo aquel que vive en pareja, pero sin boda religiosa—.
Porque a pesar de que El Vaticano ha establecido que para casarse necesita un permiso y someterse a tratamiento para superar su trastorno mental, Vicente Fox insiste en que se casará por la iglesia, llegando a fijar el lugar, el santuario de Covadonga, en Asturias, pueblo natal de su abuela materna y donde fue homenajeado hace poco —¿alguien duda de la necesidad excesiva de afirmación?—.
No podría afirmar que Vicente Fox se encuadra en una clasificación de enfermo mental, pero ahora estoy cierto que nos gobernó seis años un sujeto con serios problemas en la cabecita. Y que, entre otras cosas, por esos estamos como estamos: Él en su Foxilandia y nosotros en la ruina.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Mamarachos y mamarrachas

En la idea de ser políticamente correcto, algunos de nuestros políticos llegan al límite de demostrar que son completamente imbéciles y que carecen de asesores que los conduzcan por el camino de la razón.
Y no me refiero ni a los asuntos de seguridad pública ni a los funcionarios que cumplen 24 meses de “servir” al país hoy.
Me refiero a quienes se empeñan en tener un discurso “de género”, donde hagan alusión a los personos y las personas, los humanos y las humanas, los electores y las electoras, los jóvenes y las jovenas…
Como la diputada Alma Lilia Medina Macías, que ha tenido a bien lanzar la peregrina idea de consagrar el 2009 como “Año de la no violencia entre las y los jóvenes” (sic).
La diputada Medina y sus asesores —que entre todos deben cobrar una fortuna del erario público que los obligaría cuando menos a conocer correctamente el idioma español— deben ser ignorantes de que la palabra joven, y su plural jóvenes, son sustantivos y adjetivos neutros.
Joven, según la Real Academia de la Lengua Española significa: De poca edad o persona que está en la juventud.
Dicho de otro modo: jóvenes incluye a hombres y mujeres “de poca edad” o “que están en la juventud”.
Pero como se trata de dorar la píldora…
Hay que buscar congraciarse con los jumentos que creen que corrigiendo por sus pistolas el idioma cambian el equilibro entre hombres y mujeres, buscando simpatizar con algunas minorías que en conjunto forman un número considerable de electores y electoras que son un jugoso mercado para los miembros y miembras de los partidos políticos.
Y claro, siempre salen con su batea de babas de que el idioma es machista. O sexista. O que impide la igualdad.
Algunos de estos políticos lo hacen por una pretensión de género, pero otros por seguir el discurso que se impuso en el sexenio foxista —incluyendo el del empoderamiento de la mujer de la señora Martha—.
Se dejan ver como integradores e incluyentes, especialmente cuando destinan sus baterías discursivas reivindicadoras a las mujeres y los minusválidos, como ocurrirá esta semana, cuando parapléjicos, poliomielíticos, cuadrapléjicos, mancos o cojos queden incluidos en la definición políticamente correcta de discapacitados, aunque en el diccionario queden perfectamente definidos.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Mortificado

Cuando ya tenía un gran tema, cuando la inspiración se había posesionado de mí, cuando estaba a punto de dar el primer teclazo… que me entero que el insigne Gerardo Fernández Noroña renunció al PRD.
En ese preciso momento, todo se derrumbó dentro de mí… quedé completamente mortificado —¡no te mortifiques!, me dice a mí mismo, pero fue inútil—. Lo que en términos llanos significa que quedé en un estado peor que la aflicción, desazonado y apesadumbrado —quien haya tenido una abuelita que usara esta expresión, sabe a lo que me refiero—.
Porque la vida da golpes. Pero hay de golpes a golpes. Y que Fernández Noroña renuncie al PRD es algo muy difícil de digerir.
Cómo les diré: es como si al sistema planetario solar le quitaran el Sol.
Quedaría la nada. O algo así.
Pues eso, que la renuncia del ínclito exdirigente perredista mexiquense significará, sin duda alguna, el derrumbe y la destrucción del partido del sol azteca.
No es morbo ni nada que se le parezca, pero desde que me enteré de la renuncia estoy esperando —como todo y mi mortificación a cuestas— que los perredistas se vayan desintegrando uno por uno, como pasaba en las películas del Santo.
O que en masa, en uno de esos comportamientos inexplicables de la naturaleza, se reúnan en la Plaza de la Constitución y marchen a las costas de Guerrero —de gobierno perredista— para lanzarse desde La Quebrada al mar a una muerte segura e ineludible.
Eso que hasta el momento en el que redacto estas líneas no ha ocurrido, seguramente pasará cuando se conozca la noticia a través del órgano oficial de la facción del PRD a la que estaba adscrito el egregio y preclaro Fernández Noroña.
Soy de los que cree que es necesario un partido de izquierda en México. Y el PRD, mal que bien, viene ocupando ese espacio en el espectro político nacional, así que las funestas consecuencias que tendrá la renuncia del prócer Gerardo Fernández —ahora que me acuerdo, ¿se resolvió lo de la Suburban que desapareció cuando dejó la dirigencia perredista en el estado de México hace cosa de 14 años?— son peores que las profecías de la Madre Matiana —otra vez, remítanse a sus abuelas—.
Y no puedo seguir. Mi pena es inmensa y no me deja continuar; siento una inmensa opresión en el pecho, la vista se me nubla, los oídos me zumban… ¡No somos nada!

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Desorden mental


Hace cosa de un año la computadora, el teléfono celular y el correo electrónico eran herramientas de trabajo tan comunes y corrientes como el papel y lápiz.
Los usaba como cualquier fulano de tal que debe usarlos porque son parte de su trabajo cotidiano y porque no desea ser un fósil en medio del manejo cotidiano de las tecnologías de información.
Pero de un tiempo a la fecha he entrado a eso que comienza a llamarse “infomanía”.
Es decir, la clase de personas que emplea más de una hora diaria en atender correos electrónicos, responder y estar a la espera del siguiente.
La facilidad de las comunicaciones actuales ha provocado que haga caso omiso de virus computacionales, amenazas a la privacidad, pérdidas de textos por descuido y el peligro que representan en sí mismo los correos electrónicos, con tal de estar on line.
Lo malo del asunto es que acabo de leer que estos síntomas están a punto de incluirse oficialmente en el Manual de Desórdenes Mentales de los psiquiatras estadunidenses.
Aunque algo me ha tranquilizado saber que no soy todavía un caso perdido.
En Estados Unidos el promedio de interrupciones de un trabajador por hora es de 11 veces por hora, incluyendo las llamadas telefónicas, los compañeros de trabajo, pero la mayoría se deben al correo electrónico. Por fortuna, hay días en que apenas me llama alguien y no veo el correo electrónico ni por equivocación. Pero ahora con las blackberries o sus similares que el estadunidense promedio lleva encima —y cada vez más mexicanos—, resulta que el correo electrónico es consultado compulsivamente desde cualquier lugar: el 53 por ciento de los estadunidenses lo consulta en la cama, el 37 por ciento en el baño, el 12 por ciento en la iglesia, el 43 por ciento es lo primero que hace al levantarse y el 40 por ciento en mitad de la noche.
Desde luego, no llego a esos límites. Pero las extraordinarias ventajas de las computadoras y los teléfonos celulares que ahora se conectan con una facilidad pasmosa a la internet me han llevado en alguna ocasión a incurrir en las conductas que fácilmente podrían estar clasificadas como alguna clase de locura.
Ahora mismo, mientras termino este tercio de plana, he consultado dos veces el correo electrónico. Pero me mantuve en vigilia informática tres horas previas.
Cosa que a estas alturas de mis padecimientos mentales ya puedo considerar un mérito.

martes, 25 de noviembre de 2008

Estanflación

A estas alturas del año económico nadie duda que nos ha ido del carajo y que puede ser peor.
Es que a menos que uno sea un optimista irracional e irremediable —algo que parece ocurrir mucho en los gobiernos y en algunos sindicatos—, pues tiene conciencia de que las grandes multinacionales están despidiendo gente para enfrentar la crisis —la más reciente es Phillips, que anunció un recorte de mil 600 empleados—. Y si eso ocurre en esa grandes economías multinacionales que son las empresas transnacionales, pues en la microeconomía de cada caduno —como dicen por el sur mexiquense— no queda más que pensar en que la cosa está del cocol.
Los precios de muchos productos se han ido a las nubes y tal parece que los despidos continuarán. Así que no hay muchas esperanzas de que las cosas mejoren.
La inflación, que es una medición ininteligible de la evolución de los precios, señala que el promedio del aumento de los precios en lo que va del año sea de seis por ciento.
Pero como nadie en sus cinco sentidos ha podido penetrar el misterio del cálculo de la inflación, me permito aventurar que ese seis por ciento de aumento es mínimo frente al volumen de incrementos que tenemos que sortear todos los días.
Y me refiero sólo a los productos básicos, porque si nos ponemos a revisar detenidamente cada bien y servicio que se ofrecen en nuestra economía sería, primero, un cuento de nunca acabar, y segundo, la muestra de que la inflación es un indicador incomprensible y por completo desapegado de la economía real.
Si nos atenemos exclusivamente al seis por ciento de la inflación anualizada, resulta que el aumento de principio de año a los salarios —que fue de 4.5 por ciento— ya fue rebasado en términos nominales. Y mucho más en términos reales.
No quiero ser agorero del desastre, pero durante tres sexenios nos tuvimos que tragar una política económica en la que el fin último era contener la inflación y bajarla a un dígito. Aunque los principales sacrificados de tal medida fueron —y todavía lo son— los trabajadores de todos los niveles, exentando, desde luego, a quienes perciben en un mes lo que un trabajador promedio tarda un año o más en ganar.
Como sea, la inflación hasta noviembre ya es del doble de la prevista en los pronósticos oficiales.
Y la receta para que baje nuevamente será la misma: contención de salarios. Hasta que regresemos a la estanflación que fue lo habitual durante 25 años. Y lo peor es que cuando tuvimos todo para crecer, el gobierno de Vicente Fox destinó los excedentes petroleros al gasto corriente, que nada productivo nos trajo, sólo una burocracia con aires de realeza.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Lindo recibimiento

Por razones que a ustedes les vienen valiendo sombrilla, este fin de semana tuve que apersonarme por el aeropuerto de Toluca.
Una cosa bonita que sigue en construcción, aunque hay que reconocer que ya le cambiaron la cara a la terminal aérea que algunos recordamos. Cuando terminen supongo que habrá un aeropuerto en toda regla.
Lo malo es que al salir de la zona de la terminal aérea se da uno unos quemones bárbaros.
Resulta que al ingresar a la vialidad Miguel Alemán, mejor conocida como bulevar Aeropuerto, lo primero que encontramos fue a una patrulla de tránsito estatal y a un policía de tránsito metros adelante, con un auto detenido en cada casa.
Hasta donde entiendo, en el lugar no hay ningún retén. Tampoco hay algún operativo de revisión de documentos. Como en la zona hay semáforos y topes, doy por hecho que los autos no fueron detenidos por circular a exceso de velocidad por haber infringido el Reglamento de Tránsito estatal.
La única razón visible que compartían los automóviles detenidos era por portar placas de otra entidad federativa. Típico.
No necesito decirle a mis cuatro lectores como supongo que se resolvió la situación. Tampoco hace falta mucha imaginación para suponerlo.
Es cosa de todos los días en esta entidad federativa llamada México y con policías de la Agencia de Seguridad Estatal.
No en balde la encuesta del Instituto Nacional de Migración entre migrantes mexicanos colocó a la policía del estado de México como la más corrupta de cuantas entran en contacto con los migrantes en su camino por carretera desde la frontera México-Estados Unidos hasta su destino final.
Y eso que los migrantes vienen una sola vez al año.
No quiero ni pensar que dirán los automovilistas y choferes de Michoacán, Hidalgo, Jalisco, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Guerrero, Guanajuato y otras entidades que utilizan las carreteras mexiquenses para llegar a la capital del país o a otro punto de la república. Corruptazos, es como seguramente tildan a la policía mexiquense.
Eso pensé cuando franqueábamos la puerta del Aeropuerto Internacional de Toluca hacia las vialidades de esta entidad federativa.
Mandos van, mandos vienen —muchos están ahí desde que me acuerdo—, y el fenómeno sigue siendo el mismo.
Vendrán las campañas y todos prometerán acabar con la corrupción.
Pero antes llegará diciembre y esos policías corruptos harán su agosto.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Esperanza de vida

A ver quién me saca de este embrollo:
Más de la mitad de mi vida he vivido en una zona rural del estado de México, aunque no exactamente en los municipios de Temascalcingo, Villa Victoria, Tenango del Valle, Amecameca, Villa de Allende o Acambay en donde la esperanza de vida es de 70 años.
El resto del tiempo me la he pasado entre la capital del estado de México y el bucólico paisaje rural mexiquense.
Añádanle una condición: como varón que soy, los años que puedo vivir se reducen a una cantidad menor al promedio estatal, puesto que está plenamente comprobado que las mujeres viven más tiempo.
De modo que no sé cuál será mi esperanza de vida.
Lo único cierto es que a mis treintaypocos años recién cumplidos ya voy comenzando la bajada.
Pero me gustaría saber, por una curiosidad normal propia de los seres humanos, de cuántos años dispongo. Es decir, cuántos me tocan, para irle midiendo el agua a los camotes.
Aunque, ya saben, nadie tiene la vida comprada y esas cosas que la sabiduría popular expresa muy bien acerca de que nuestra esperanza de vida puede terminar en menos que canta un gallo.
No me preocuparía si viviera en Atizapán de Zaragoza, Huixquilucan, Toluca, Cuautitlán Izcalli o Metepec. Ahí puede uno aspirar a vivir 77 años si no es que más.
Pero dado que he vivido lo mismo en un pueblo mexiquense común y corriente y en la capirucha del estado, no sé qué pensar ni qué clase de planes estoy en posibilidades de hacer.
Lo más sencillo sería decir: vivo en Toluca, por lo tanto viviré 77 años. Pero la cosa no funciona así —eso creo—, de modo que lo sensato sería obtener un promedio que como resultado obtendría que mi vida significará 73 años y medio, un poco menos del promedio estatal pero un poco más que lo que me anticipa la alocada demografía.
Pero parece que no es tan simple.
***
Hoy no habrá, como otros años, desfile de la Revolución mexicana.
Lo siento mucho porque es mi etapa favorita de la historia. Y aunque digan que la conmemoración y la fecha persisten, yo digo que forma es fondo. Y que la que pierde es la Revolución.

martes, 18 de noviembre de 2008

Grave


Apenas la semana pasada fue asesinado un reportero de El Diario de Juárez.
Y ayer, las oficinas de El Debate de Sinaloa fueron atacadas con granadas. Hace un mes un vehículo del diario Reforma fue balaceado en San Mateo Atenco.
Alguien ha decidido atacar a los medios de comunicación por su cobertura en los asuntos relacionados con la inseguridad que se vive en muchas ciudades del país.
Es cierto, Ciudad Juárez, Tijuana, Culiacán, se han caracterizado por padecer desde hace años el flagelo de la violencia generada por el crimen organizado, particularmente las organizaciones del narcotráfico.
Sin embargo, esa violencia ya no es exclusiva de esas ciudades o de entidades como Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Baja California o Tamaulipas.
Tampoco lo es el hecho de que la divergencia entre medios de comunicación —periodistas— y autoridades es constante en todo el país en un tema tan delicado como el de la inseguridad.
Porque pareciera que las autoridades tienen en los periodistas a enemigos y no a aliados. Les disgusta profundamente que se señalen sus pecados de acción u omisión.
Retomo, igual que ayer, una parte del editorial de El Diario de Juárez, publicado el viernes pasado, en referencia al “exhorto” del gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza: “a los medios para que evitemos, dijo, caer en la agenda del narco… En este contexto, quisiéramos que el mandatario nos explicara el significado de ‘caer en la agenda del narco’, porque como periodistas no podemos sustraernos de la realidad que los fronterizos padecen, de la que hablan y comentan todos los días en todos los espacios. Sería traicionarnos a nosotros mismos como medio de comunicación, a la vez que traicionar a quienes nos siguen y nos leen… Además, sus palabras envían una doble y riesgosa interpretación, ya que por un lado puede entenderse que nos está diciendo a los medios cómo debemos hacer nuestro trabajo y actuar como el gobierno quisiera que procediéramos… Por otro, manda al hampa el arriesgado recado de que el gobierno no respalda la labor de los medios que no se sujetan a esa encomienda”.
Si esa interpretación del narco está comenzando a ocurrir, no quisiera saber qué podría pasar en otras ciudades del país y con otras autoridades de distintos niveles y responsabilidades. Si se trata de intimidar —de donde sea que se originen los ataques—, más tarde que temprano imperará la autocensura.
Lo que a todas luces resulta grave.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Condena

La semana pasada asesinaron a un reportero de El Diario de Juárez.
Armando Rodríguez Carreón se suma a los 40 periodistas han sido asesinados y ocho más que han desaparecido desde 2000 hasta la fecha en el país, según datos de Reporteros Sin Fronteras en México.
Esa organización y otras, como la Sociedad Interamericana de Prensa, no han dudado en señalar que México es uno de los países de mayor riesgo para la profesión periodística en América Latina y, desde luego, en el mundo.
El Diario de Juárez, tal vez el periódico más importante de Chihuahua, ha dado puntual seguimiento de los acontecimientos que durante años han ensombrecido a la sociedad juarense. Por ejemplo, ha llevado recuentos del número de ejecuciones ocurridas en la frontera chihuahuense, de las muertas de Juárez, de los crímenes comunes y, desde luego, de la cantidad de veces que los gobernantes han prometido acabar con el flagelo de la delincuencia.
Desde luego, a los gobernantes nunca les ha gustado —ni les gustará— la forma en la que algunos medios de comunicación —El Diario de Juárez es un claro ejemplo— señalan hecho que evidencian falta de acción de las autoridades. En su editorial al día siguiente del asesinato, El Diario dejo en claro que esa actitud es un riesgo aún mayor para los periodistas: “Al discrepar con la información de corte policiaco que ha publicado El Diario, una gran parte de la cual manejaba precisamente el periodista Armando Rodríguez, el gobierno estatal nos puso en un estado de indefensión”…
La relación entre periodistas y autoridades de Ciudad Juárez, no es ajena a otras ciudades y estados del país.
Y aunque como decía Eleazar Flores —en su Espacio electoral— debería existir una postura común de la “familia periodística”, dado que esa “familia” es casi inexistente, pues no queda otra más que la condena individual. Reprobar y reprochar el hecho. Acción a la que el arriba firmante se suma, desde luego, retomando una parte de la carta que el mismo Diario de Juárez dirigió al presidente Felipe Calderón:
“La tantas veces reiterada cantaleta oficial de que las condiciones particulares de violencia que hemos venido afrontando los mexicanos [fronterizos, en el original] en el transcurso de este año no son más que una guerra intestina entre bandas de sicarios, resulta una ridícula mentira frente a la realidad insoslayable del cuadro general de terror que cada día tenemos que sortear los ciudadanos de todos los sectores y de todos los niveles”.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Carretadas de dinero


Si ustedes son los felices poseedores de una cuenta de correo electrónico, seguramente en algún momento de su internáutica existencia han recibido un correo electrónico basura, o spam, como es conocido técnicamente.
Los hay por centenares de denominaciones y temas.
En mi caso particular, he tenido el gusto de recibir orondos mensajes de diplomáticos africanos que me hacen acreedor a una herencia de varios millones de dólares de un pariente que tuvo a bien pasar a mejor vida, pero debo compartir aunque sea un mínimo de la inmensa fortuna. También de funcionarios bancarios ingleses que claman por mi ayuda para poder reclamar una cuantiosa cuenta de un difunto que está a punto de ser confiscada por el banco, pero tengo la oportunidad de solicitarla para mí, desde luego vía la intercesión del remitente que igualmente pide una cantidad para su bondadosa persona.
Además, me han llegado ofertas de viagra, cialis, farmacias completas a precio de descuento, tratamientos para alargar el pene, programas para mandar mensajes a celular sin gastar un centavo, listas de gasolineras, tarjetas de crédito, paquetes del correo de Estados Unidos, replicas de relojes a precio de risa, invitaciones a cursos, sensacionales paquetes de promoción… y tantos otros mensajes, que necesitaría revisar uno por uno para enterarme de todo lo que borro en automático.
En uno de mis correos electrónicos —porque uso varios— he recibido hasta un centenar de estos mensajes en una semana, en otro de ellos acabo de hacer la cuenta de que en 15 días llegaron como 120, y al sumar las cantidades, fácilmente llego al millar cada dos semanas.
El spam es realmente molesto. Seguramente compartirán esta impresión conmigo.
Pero es más molesto cuando uno se entera de que los jijos de tal por cual que están detrás de los envíos masivos de correo electrónico basura ganan carretadas de dinero.
Verán: hay un estudio donde un grupo de científicos de computadoras de las Universidades de California y Berkeley infiltraron la más conocida red de spam del mundo para estudiar el nivel de respuesta que los mensajes de spam obtienen. La susodicha red, conocida como Storm, en su mejor momento llegó a controlar más de un millón de computadoras infestadas con virus que las convertían en zombies emisores de spam. Después de infiltrar a Storm, este grupo de científicos crearon falsos sitios web y usaron la misma red para enviar 350 millones de mensajes spam anunciando los sitios, donde supuestamente se vendían productos farmacéuticos y alternativas herbolarias al viagra. El estudio mostró que uno de cada 12.5 millones de correos electrónicos conducen a la venta del producto que anuncian. Es decir, un retorno positivo 0.00001 por ciento.
Pero a pesar de este bajísimo porcentaje de respuesta, los científicos calcularon que las personas que controlan una red de correos electrónicos zombies de un tamaño y capacidad similar a Storm, pueden ganar siete mil dólares al día. Es decir, algo así como 3.5 millones de dólares en un año.
¿Verdad que da coraje?

miércoles, 12 de noviembre de 2008

A propósito de la carretera de mi pueblo


Tengo el testimonio gráfico de la puesta en marcha de la repavimentación de la carretera de mi pueblo. Es la fotografía que antecede al texto —que tomó Gabriela Benítez— aparezco en el momento en el que se da el banderazo a la obra que hemos esperado por casi cuatro años.
Pero como a cada capillita le llega su fiestecita, nótense las sonrisas jocosas de alegría de todos los vecinos de mi pueblo, que se llama Los Reyes. En la parte posterior del gentío se aprecia la escuela primaria Emiliano Zapata, a la que nunca asistí… porque mis segundas letras —las primeras las aprendí en mi casa— y mi educación se las debo en la primaria Coronel Filiberto Gómez de Jocotitlán, que era una escuela muy chida.

Supongaciones felinas


Si a mí me dicen que anda un tigre suelto, lo primero que hago es poner pies el polvorosa.
Yo a los tigres, desde la barrera. Entre más lejos, mejor. La fama que los precede es la peor de entre los felinos. El tigre siberiano puede ser más grande y pesado que el león africano, además de que sus patas son más grandes y sus uñas más desarrolladas. El tigre de Bengala, que parece ser la especie del que se escapó del Bioparque Estrella, es menor en tamaño, aunque no deja de ser el más feroz de los felinos, poseedor de una fuerza descomunal que le permite lograr saltos de más de siete metros de largo y superior a los dos de altura. Nomás pa’ que se den un quemón.
Dicho de otro modo: a mí no me gustaría por ningún motivo tener un tigre enfrente.
Y mucho menos si tiene mal humor o hambre.
Uno supone que ante las características de un animal de esta naturaleza, los circos y zoológicos —e incluso algunos particulares que al tener estos animales en casa demuestran que son subnormales profundos— deben tener las medidas de seguridad suficientes para proteger a su personal y evitar un incidente en que una caricia de uno de estos angelitos se convierta en un accidente de vida o muerte.
Así que: 1. Dado el poder mortífero de un tigre, no es extraño que el ejemplar del Bioparque Estrella haya matado —así sea con caricias— a la persona encargada de cuidarlo. Y 2. Que se intente asegurar que el escape ocurrió después de que cerrara al público el establecimiento.
Porque un tigre suelto con quién sabe cuántas presas a su disposición debe ser para morirse de miedo.
Y todo esto porque los visitantes del parque señalan que estaban en el interior del zoológico —de 250 hectáreas— cuando se les dio aviso de que el tigre se había escapado. O algo así.
De ser cierta la versión, no me quiero ni imaginar el miedo que se debe haber generado. Tampoco lo que deben haber pensado los habitantes de los alrededores del parque —hay casas prácticamente pegadas a las rejas— ante la posibilidad de que un tigre anduviera suelto. Porque una cosa es que el coyote baje y se coma una o dos gallinas y otra que un tigre desesperado se aparezca…
La cosa es que eso no ocurrió y al tigre lo sacrificaron. Supongo que no hubo dardos tranquilizadores ni nada parecido para atrapar al animalito. También supongo que la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales tomará cartas en el asunto.
Pero todas son supongaciones.

martes, 11 de noviembre de 2008

Vox populi


Aunque la versión oficial de la muerte del exsecretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño —hasta ahora—, es que se trató de un accidente aéreo, la vox populi ya decidió su versión y la verdad es que resultará muy difícil que el mexicano común y corriente crea una cosa distinta.
Sobre todo si la verdad oficial apuntala el accidente.
El que menos se arriesga sobre la muerte de Mouriño señala que “estuvo grueso”.
Pero los más temerarios, atrevidos —o como les quieran llamar mis cuatro lectores— sostienen la versión de un ataque del narco contra el entonces secretario de Gobernación que provocó la repentina caída de la aeronave y la consecuente tragedia.
Y eso, que muchos prefieren callar, es lo que están pensando mexicanos por docenas.
Si tiene alguna duda, haga el siguiente experimento: pregúntele a la persona que tenga a su lado si cree que lo de Mouriño fue un atentado. Y la respuesta será positiva y cuando menos dubitativa —un “pus quién sabe” o unos hombros que se alzan en señal de “sepa la bola”—, pero nadie es capaz hoy de rechazar terminantemente la posibilidad, a menos se que llame Luis y se apellide Kuenzler.
El veredicto que ha tomado la turba es simple.
Como antes en casos similares de la muerte o asesinato de políticos o sucesos extraordinarios.
Por ejemplo: hay un titipuchal de mexicanos que creen que detrás del asesinato de Luis Donaldo Colosio pudo haber estado el establishment —que se traduce como un conjunto de políticos e intelectuales que operan en favor del poder económico y social establecido— personificado por el entonces presidente Salinas. O que al diputado Muñoz Rocha lo desaparecieron para proteger a Raúl Salinas. O que Bush estuvo detrás de los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York.
Así que el resultado de la investigación sobre el avionazo que le costó la vida a Mouriño señalará causas técnicas.
Pero el ciudadano de pie ya tiene su versión formada. Aunque no tenga elementos para comprobarla. Sin embargo, el sospechosismo está en nuestros genes —igual que la diabetes— y en nuestra peculiar forma de entender los asuntos públicos.
De modo que aunque resulte ser un accidente, el mexicano de a pie le endilgará el suceso al narco. Y no digo que tenga razón. Es sólo que así se crean estas certezas populares.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Lo caido caido

De puro churro estaba en mi pueblo el sábado pasado, en una reunión que para ustedes no tiene la menor importancia, pero que es trascendental, pues mi familia paterna ha decidido verse cuando menos una vez al año, para ver cómo hemos cambiado unos y otros, además de reconocernos o incluso conocernos.
Porque la familia de mi difunto padre es tan extensa, que les juro que me puedo cruzarme en la calle con algún primo, sobrino, sobrino nieto o sobrino bisnieto y no saber ni por equivocación que existe algún parentesco.
Así que en eso estaba, cuando me enteré que el diputado federal de mi distrito, que es Gustavo Cárdenas, iba a tener una reunión con las fuerzas vivas del pueblo de Los Reyes.
De modo que me apersoné cuando el acto estaba a punto de culminar —y yo había instalado la electricidad en la carpa instalada en mi casa y asistido a una parte de la reunión en la que religiosamente recordamos 50 años de la muerte de mi abuelo—.
El diputado Cárdenas hacía uso del micrófono, cuando algún vecino bien intencionado —supongo— le hizo saber que estaba ahí. Así que en menos de lo que les cuento, estaba yo en el templete en medio de las altas autoridades locales, municipales y distritales. Les soy sincero, esperaba una rechifla pero la gente se portó bien y creo que hasta algunas palmas se batieron; debo decir que jugó a mi favor que ya habían sido entregados, simbólicamente, algunos materiales y se había anunciado una inversión de casi medio millón de pesos para el centro de salud —algo en lo que por lo que entendí, se había hecho guaje el alcalde—.
En el acto, se anunció que la repavimentación de la carretera de mi pueblo es un hecho.
Ahí, como más vale llegar a tiempo que ser invitado, me convidaron a dar el banderazo de salida de la maquinaria que estará trabajando en esta obra que mis vecinos venían solicitando desde hace cuatro años. Un reclamo con el que me solidaricé y durante un rato estuve jeringando en este mismo tercio de plana.
Dicho de otro modo: por fin van a repavimentar mi carretera.
Lo que no sé es si tengo que pagar cierta apuesta con el notario René Santín. Porque los fondos de los que sale la repavimentación son federales —gestionados por el diputado Cárdenas, que prometió y cumplió—.
Pero no importa si el recurso es estatal o federal, porque como dicen en mi pueblo, lo caido caido.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Vestido y alborotado

Muchos estamos fascinados con la capacidad de comunicación y difusión que tiene internet.
Otros no lo están tanto y dicen cosas de este tipo: “En internet hay mucha basura y la gente, en su mayoría, busca basura” —Jeff Jarvis, del diario británico The Guardian—.
Y sin embargo, nadie puede estar ajeno a un fenómeno presente y futuro. Porque en la internet hay 130 millones de blogs, 10 millones de videos en Youtube y más de 400 mil artículos en Wikipedia en español. En Flickr hay como tres mil millones de fotografías y en Facebook otros 100 mil millones de fotos.
Facebook, junto con Hi5 y MySpace, son tal vez las redes sociales más conocidas. En México, Hi5 es número uno, aunque algunos de nosotros preferimos Facebook, una red a la que visitan diariamente 110 millones de personas.
Es un sitio muy útil si quieres recuperar a tus amigos de la infancia, antiguos compañeros de trabajo o de escuela o amigos y compañeros de sector alrededor del mundo.
Pero en Facebook —como en las otras redes sociales— el significado de la palabra “amigo” es tan flexible…
Eso lo pudo comprobar Hal Niedzviecki, un escritor residente en Toronto. En su red de contactos de Facebook llegó a sumar más de 700 amigos o conocidos.
Y al alcanzar esta cifra, quién sabe en qué artes decidió convocar una fiesta en su casa para todos ellos.
A la fiesta llegó sólo uno de sus amigos —o contactos, como atinadamente definen algunos usuarios—.
Hal Niedzviecki se quedó con un palmo de narices. O como decimos por aquí: con los gastos hechos o como novia de rancho.
Fue, según el arriba firmante, un caso de mala suerte. O de pobre capacidad de convocatoria.
Porque lo contrario le sucedió a una joven británica, de nombre Jodie Hudson, en la ciudad española de Marbella en mayo pasado.
La fulana en cuestión decidió celebrar sus 16 primaveras y acudieron a la convocatoria digital unos 400 adolescentes. El resultado: mucho alcohol y una casa totalmente arrasada.
Jodie quería la fiesta del año. Dejó invitaciones a granel en Facebook donde invitaba a todo el mundo. Hablaba de “mucho alcohol y un DJ increíble”. El descontrol derivó en robos de ropa y joyas por valor de unos 10 mil dólares. En la súper fiesta lo que no se tiró por la ventana, terminó en la alberca.
No sé que habría pasado si los 700 invitados de Hal Niedzviecki hubieran llegar a su casa. Pero creo que fue mejor que lo dejaran plantado. Vestido y alborotado.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La pregunta sin respuestas


Medio México se pregunta ¿qué está pasando en este país?
La otra mitad de México no está en posibilidades ni en edad de preguntarse lo mismo, pero si pudieran lo harían.
¿Qué está pasando en este país donde en circunstancias extrañas —por decir lo menos— muere el segundo hombre más importante en el gobierno? ¿Qué está pasando en este país donde cuatro mil 700 personas han sido asesinadas en hechos relacionados con el crimen organizado?
Desde luego, ni por equivocación y mucho menos por iluminación tengo la respuesta.
Lo único que sé es que si llegaran a ser ciertas las sospechas de que el crimen organizado —llámese narco o no— está involucrado en la muerte de Juan Camilo Mouriño, sería terrible comprender de golpe y porrazo el poder que han acumulado estas bandas.
Hoy por hoy —dentro de las malas noticias— lo mejor es que se tratara de un accidente.
Aún así, la pregunta subsiste.
Porque la muerte de Juan Camilo Mouriño se eslabona de la cadena de violencia que hemos vivido durante todo el año. No importan, de momento, las condiciones, razones o causas del accidente y el fallecimiento del responsable de la política interna del país: su muerte se da en plena guerra contra el narco, con casi cinco mil personas ejecutadas, con la PGR infiltrada hasta lo más alto por el crimen organizado, con la muerte diaria de policías y delincuentes.
Una guerra de la que parece que no nos hemos dado cuenta o que preferimos soslayar.
El solo hecho de imaginar que alguien pudiera haber saboteado el avión del secretario de Gobernación es para dar miedo. Pero leyendo los comentarios ayer en los medios digitales, es posible darse cuenta de que la opinión popular se inclinó de inmediato por la condena al narcotráfico y por atribuirle la muerte de Juan Camilo Mouriño Terrazo.
Hasta ahora —cuando redacto este tercio de plana— nadie en el gobierno ha querido aceptar tal versión. Hasta ahora se descarta el sabotaje y se prefiere la hipótesis del accidente. Que es la más sana de todas.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Todo el mundo pregunta por lo de Mouriño

Medio México se pregunta ¿qué está pasando en este país?
Desde luego, no tengo ni por equivocación o iluminación la respuesta.
Lo único que sé es que si llegaran a ser ciertas las sospechas de que el crimen organizado —llámese narco o no— en la muerte de Juan Camilo Mouriño, sería terrible comprender de
golpe y porrazo el poder que han acumulado estas bandas.
Hoy por hoy —dentro de las malas noticias— lo mejor es que se tratara de un accidente.

Soy vasco


No sé si se los he contado, pero gracias al youtube he podido seguir algunos de mis programas favoritos de la televisión española.
Por ejemplo, una revista llamada Caiga Quien Caiga, que a diferencia de un programa de nombre semejante que se transmite en una televisora mexicana, no se ocupa de los espectáculos a menos que sea necesario. Y un programa cómico de la televisión pública vasca que se llama Vaya Semanita —porque la televisión pública no tiene por qué ser solemne y ceremoniosa—.
Pues resulta que por azares del destino —si es que tal cosa existe—, llegaron a mis manos sendos ejemplares escritos por los guionistas de Vaya Semanita: los hermanos Terol: Óscar y Susana, Diego San José y Kike Díaz de la Rada. Uno de llama Todos nacemos vascos y el segundo Ponga un vasco en su vida.
En ambos la tesis es que los vascos son la cuna y el origen de todo. Incluso del idioma español.
Se trata, desde luego, de dos volúmenes en los que con mucho humor se trata de demostrar que en el mundo mundial todos tenemos algo de vascos o que para vivir como Dios manda, debemos trabar relación con algún vasco o vasca.
Por azares del destino —es decir, porque comencé a leer el que agarré primero— ya leí el que se supone es la segunda parte de la historia. Aunque todo indica que ambos son una extensión de las tesis que defiende el programa acerca de los vascos, incluyendo el propio humos de esos “chicarrones del norte” de España.
El libro propone hasta un test de vasquidad del que es difícil no salir vasco.
Por supuesto, aborda el tema de la cocina vasca y cómo al mundo le ha dado por celebrar e imitar a la cocina de los chefs originarios de esa porción de España.
No quiero hacerles el cuento largo, porque el tema de la cocina vasca da para mucho. Para que se hagan una idea de las tesis de libro, hagan de cuenta que hasta las bíblicas lentejas que Jacob le ofreció a Esaú a cambio de su primogenitura son vascas ciento por ciento.
Desde luego he quedado convencido de que aunque nativo y vecino del estado de México durante treinta-y-pocos-años, debo tener alguna raíz vasca inexplorada. Dado el test y las características del vasco común y corriente —salvo la barriga que no he desarrollado—, todo indica una cierta vasquitud que por lo visto compartimos más de lo que podemos creer.
Basta una alusión: el vasco no quiere conocer, quiere descubrir. Y el ejemplo más claro apunta a casi todo aquel que haya visitado un lugar que le resulte extraño, pero que en vez de preguntar vaya dando mil y un vueltas hasta dar con su destino. Si es el caso de ustedes, mis cuatro lectores, no lo duden: son vascos.

Aquí un video de Vaya semanita

martes, 4 de noviembre de 2008

Urbanidad


Hubo un tiempo en que en este país en el que había ciertas normas convivencia que se acataban aunque no estuvieran escritas.
Y eran cosas de lo más sencillo: levantarse del lugar cuando una mujer embarazada o un anciano aparecieran por el autobús lleno o en una sala de espera; reprocharle a cualquier hijo de vecino, conocido o no, que arrojara basura en la calle; se miraba cuando menos con reprobación al automovilista que se estacionara en doble fila; se escuchaba con respeto —y hasta con sumisión— el regaño de cualquier persona mayor; se guardaba silencio en lugares que lo requerían, como los hospitales o las iglesias; se respetaban las filas y ¡ay de aquel que se saltara un lugar! Y muchas otras cosas por el estilo, que sin ser leyes eran reglas que se cumplían para demostrar educación y urbanidad.
Pero de un tiempo a la fecha, no hay fulano que respete tales normas.
Y mucho menos que se deje llamar la atención.
Si alguien aparece muy de madrugada frente a su casa para dejar montones de bolsas de basura y usted tiene el arrojo de reclamar tal actitud, lo más seguro es que el infractor de la norma social —y también de alguna administrativa— lo insulte de mala manera. O lo mande directo a la tiznada, que es un lugar muy feo, por lo que me han contado.
Si por azares del destino le toca ir detrás de una señora —o señor, da igual— que va a hacer un mandado en una calle concurrida y tiene a bien estacionarse en doble fila, no le importará si usted de deshace en bocinazos. Antes bien, le devolverá una sonora mentada o hará como la que la virgen le habla, sino es que pasa de las palabras a los hechos y se lanza a la agresión iracunda y ciega.
Y si dado el caso es usted víctima de un grupo de sonoros beodos —en la vía pública o en el edificio de departamentos o mini fraccionamiento donde vive—, ni pensar en salir a reclamar el silencio necesario para dormir —como se hacia antes—; si acaso, los denunciará a la policía, que a su vez hará caso omiso de la denuncia, no vaya a ser que les salgan respondones.
Mucha gente cree que tiene derecho a hacer lo que le de la gana sin importar los daños a terceros. Ahora hasta el mozalbete imberbe se siente señor de vidas y haciendas.
Rotas esas normas básicas de convivencia, no es extraño que los delincuentes maten policías como si cualquier cosa o que nadie se arriesgue a apercibir a algún fulano, si a lo mejor resulta un delincuente contumaz o un influyente.

lunes, 3 de noviembre de 2008

¿Y los chalecos, apá?

De la parte final de la semana hasta este lunes llevo contados una docena de policías muertos.
Son muchos y en muy poco tiempo. Así que desde el viernes me pregunto: ¿cuántos se habrían salvado de haber estado equipados con chalecos antibalas?
No lo sé. Imposible adivinarlo. Pero mientras tanto la duda quedará.
Lo que doy por un hecho es que en eso que se llama conciencia y que parece que los jefes de la Agencia de Seguridad Estatal no tienen —desde el secretario de Gobierno, Humberto Benítez, hasta el menor comandante—, no debe haber ningún gusanillo que les cuestione lo de los chalecos antibalas.
Esta cuestión de los chalecos la planteó el arriba firmante en este mismo tercio de plana el 28 de abril y luego el 27 de mayo. Lo hago ahora: ¿Y los méndigos chalecos?
¿Se habría salvado algún policía de haber portado chaleco antibalas?
No lo sé.
Aquel 28 de abril redacté, a propósito de un operativo en Toluca, que “los polis iba a su aire… como si fuera un pic nic o cosa semejante… Pero no está de más un chalequito. Que hasta donde entiendo salva vidas en casos de refriegas especialmente belicosas. Este no fue el caso. Qué bueno. A menos que no tengan los mentados chalecos y [ a los policías] los manden a la calle a raiz. A que el pellejo, y nada más que el pellejo los ampare…”
Y el 27 de mayo, hice el recuento de la muerte de un comandante de Agencia de Seguridad Estatal y las lesiones de tres policías en una refriega acontecida en el bar El Atardecer, en el municipio de Huixquilucan, donde los policías de la ASE fueron recibidos a balazos.
Que quién sabe qué habría sucedido si usaran el famoso chaleco. Porque el pellejo no resistió balas de rifles AK-47.
Y la media docena de policías muertos de la semana anterior, desde luego tampoco usaban el triste chaleco. Y por más corriosos que estuvieran, no resistieron los balazos.
Claro, sus más altos jefes no se exponen sin vehículos blindados.
Ellos, policías rasos, jefes de turno o comandantes, se tienen que rascar con sus propias uñas.
Como si no supieran que el horno no está para bollos.

viernes, 31 de octubre de 2008

Sabores y colores


A mí los días de muertos, perdonen la franqueza, me parecen días de fiesta.
No sólo porque en estos días se celebra mi cumpleaños, sino porque a pesar de la solemnidad con la que me enseñaron que se tratan estas cosas, hay en el ambiente una mezcla de sabores y colores.
Mi mamá colocaba una ofrenda llena de sabores y colores. Sin el papel picado que se acostumbra en la actualidad, pero con mandarinas, naranjas, camote y guacamote, chayote, pan, cigarros y brandy Don Pedro, peras y jícamas, agua, flores y las imágenes sagradas.
Mi tía María Luisa llegaba de visita y le agregaba todos los años el regalo de un borreguito o un venado hecho de alfeñique, ese dulce quebradizo al que nunca le he cobrado el gusto.
Desde luego, el altar llevaba media docena de veladoras. Primero hubo una para cada uno de los muertos cercanos: mis abuelos paternos Trinidad —que pronto cumplirá 50 años de muerto— y Aurora, mi abuelo materno Antonio, y mi papá. Otra para la ánimas benditas del purgatorio. Pero con los años se fueron agregando mi abuela materna Simona. Y otros que se fueron quedando en el camino. Así que la veladoras fueron las mismas… pero compartidas.
La cera y el pabilo se iban consumiendo durante una semana o menos.
Y con ellos se iban acabando las frutas.
Un pellizco por aquí y otro por allá:
El vaso de agua disminuía su nivel —nos contaban que las almas visitaban el altar y la tomaban—. Los cigarros desaparecían —y misteriosamente reaparecían en El faldón, prendidos en nuestras infantiles bocas—. Hoy faltaba una naranja y más tarde una guayaba. Y antes de que terminara el día de muertos, después del trajín de llevar flores, escuchar misa —aunque en el panteón nunca se escuchaba nada—, caminar con botes y cubetas a cuestas y encontrar el resquicio entre el mundanal de gente, lo que quedaba de la ofrenda terminaba en nuestras barrigas.
El comedor de mi casa se vaciaba y todo regresaba a su lugar.
Menos las rosas de castilla del jardín, las hortensias y las azucenas que terminaban pelonas, adornando las tumbas del panteón florido. A la sombra del pino donde reposan mis antecesores paternos. En la cripta de mi familia materna.
No sé si eran vacaciones o si faltaba a la escuela con total cinismo. Pero los días de muertos me gustaban.

jueves, 30 de octubre de 2008

Optimistas


Me sorprende el optimismo de algunos funcionarios públicos frente a la crisis.
No hay día en que algún alto funcionario público se refiera a la crisis económica como un hecho sin importancia. Restándole cualquier tipo de alarma.
Desde el célebre “catarrito” del secretario de Hacienda, Agustín Carstens —que desde hace días, gracias al cielo, no ha abierto la boca—, y las consideraciones del secretario de Economía, Gerardo Ruiz, de que no se tomarían medidas anti crisis mientras no pasara nada. Y desde luego, otros funcionarios menores que se atreven a afirmar que casi somos inmunes.
Aunque a muchas empresas se las esté cargando el payaso.
Nada menos ahí está el cálculo de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, que señala que cerraron ya 150 empresas.
Sin contar, desde luego, las del sector comercial que abren y cierran indiscriminadamente. Casi todas, nacidas a raíz de alguna jubilación, despido o proyecto —que de suyo es un deseo— para continuar con condiciones económicas estables o mejorar las existentes.
Ese grupo seguramente en el estado de México se multiplica por miles, sin que ninguna estadística les haga justicia. Especialmente porque casi todos esos pequeños negocios permanecen en la economía informal.
Si hasta en el futbol —ese boyante negocio de millones de pesos semanales— en lugar de firmar contratos en dólares los firmarán en pesos —además de la patente caída de los patrocinios que ya registran algunas competencias—.
Sin embargo, en un ánimo de negar la realidad o hacerla menos cruel, funcionarios por aquí y por allá prefieren pensar —y seguramente quisieran que pensemos— que la crisis es pasajera, que no pasará a mayores y que la bonanza continuará.
Y esa sola idea, que niega la existencia de una crisis como la que empezamos a vivir, los tiene maniatados: sin proyecto ni programa. Navegando. A la espera de que la crisis les llegue para creer que es verdadera. O que les estalle y entonces les resulte imposible cualquier medida.
Incluso, hay quien cree que la llegada de grandes inversiones continuará como si cualquier cosa. Y aunque una crisis no implica la paralización total del flujo de inversiones y mucho menos del aparato productivo, si implica ahorrar, tomar decisiones con cautela y considerar que la gente lleva menos dinero en el bolsillo y lo gasta cuando le resulta indispensable.
No en balde las firmas automotrices ha registrado caídas en su producción, llegando al cierre de plantas y los despidos masivos —Ford de México es un caso—.
Pero esa forma de ver la crisis sólo comprueba que el México de muchos altos funcionarios está lejos del México de las mayorías.