miércoles, 5 de noviembre de 2008

Soy vasco


No sé si se los he contado, pero gracias al youtube he podido seguir algunos de mis programas favoritos de la televisión española.
Por ejemplo, una revista llamada Caiga Quien Caiga, que a diferencia de un programa de nombre semejante que se transmite en una televisora mexicana, no se ocupa de los espectáculos a menos que sea necesario. Y un programa cómico de la televisión pública vasca que se llama Vaya Semanita —porque la televisión pública no tiene por qué ser solemne y ceremoniosa—.
Pues resulta que por azares del destino —si es que tal cosa existe—, llegaron a mis manos sendos ejemplares escritos por los guionistas de Vaya Semanita: los hermanos Terol: Óscar y Susana, Diego San José y Kike Díaz de la Rada. Uno de llama Todos nacemos vascos y el segundo Ponga un vasco en su vida.
En ambos la tesis es que los vascos son la cuna y el origen de todo. Incluso del idioma español.
Se trata, desde luego, de dos volúmenes en los que con mucho humor se trata de demostrar que en el mundo mundial todos tenemos algo de vascos o que para vivir como Dios manda, debemos trabar relación con algún vasco o vasca.
Por azares del destino —es decir, porque comencé a leer el que agarré primero— ya leí el que se supone es la segunda parte de la historia. Aunque todo indica que ambos son una extensión de las tesis que defiende el programa acerca de los vascos, incluyendo el propio humos de esos “chicarrones del norte” de España.
El libro propone hasta un test de vasquidad del que es difícil no salir vasco.
Por supuesto, aborda el tema de la cocina vasca y cómo al mundo le ha dado por celebrar e imitar a la cocina de los chefs originarios de esa porción de España.
No quiero hacerles el cuento largo, porque el tema de la cocina vasca da para mucho. Para que se hagan una idea de las tesis de libro, hagan de cuenta que hasta las bíblicas lentejas que Jacob le ofreció a Esaú a cambio de su primogenitura son vascas ciento por ciento.
Desde luego he quedado convencido de que aunque nativo y vecino del estado de México durante treinta-y-pocos-años, debo tener alguna raíz vasca inexplorada. Dado el test y las características del vasco común y corriente —salvo la barriga que no he desarrollado—, todo indica una cierta vasquitud que por lo visto compartimos más de lo que podemos creer.
Basta una alusión: el vasco no quiere conocer, quiere descubrir. Y el ejemplo más claro apunta a casi todo aquel que haya visitado un lugar que le resulte extraño, pero que en vez de preguntar vaya dando mil y un vueltas hasta dar con su destino. Si es el caso de ustedes, mis cuatro lectores, no lo duden: son vascos.

Aquí un video de Vaya semanita

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