jueves, 30 de julio de 2009

Cuchicuchesca


Ya no se insulta como antes. En mi niñez alguien te decía “güey” y te le ibas encima a los trancazos. Pero hoy decir “güey” es casi una caricia. Y ni hablar de las mentadas de madre: ahí te batías a muerte. Antes los albures eran un juego de inteligencia; y si te albureaban, era una afrenta a la virilidad. Hoy, te alburean y nadie se da por ofendido.
Hoy el albur es incluso un recurso de comicidad. Los dizque cómicos de la actualidad centran su gracia en decir albures y frases en doble sentido. Expresiones burdas y toscas que no requieren ingenio.
Por eso los cómicos de ahora no le llegan ni a los tobillos a personajes como Beto El Boticario, Roberto Ramírez Garza, que murió el martes.
No voy a decir que con él muere una generación de cómicos. Pero sí que muere una clase de comicidad de clase y de calidad. A mí me hizo reír a carcajadas una y otra vez con sus trucos fallidos, su magia simplona y sus chistes a costa de los conductores de La Carabina de Ambrosio. No es exagerado decir que incorporó al lenguaje del mexicano común y corriente expresiones como chingüengüenchón —nótense las diéresis, que son esos puntitos arriba de la u—, cuchicuchesco y ya vas que chutas. No en balde, 20 años después de que no aparecer en televisión con ese personaje, medio mundo recuerda que era un magazo —como él se definía—.
Descanse en paz Beto El Boticúa.

lunes, 27 de julio de 2009

El año de Hidalgo

Ya no se cita mucho lo del año de Hidalgo, pero en la práctica sigue ocurriendo en las administraciones municipales. Y ya saben: año de Hidalgo, chingue su madre el que deje algo. Así es como terminan muchos gobiernos municipales, a tres semanas de dejan el poder.
Pero lo que antes hacían presidentes municipales y regidores con cierta dosis de clandestinidad, los actuales lo quieren disfrazar de bonos, ahorros y hasta de indemnizaciones. Como si de empleados de algún tipo se tratara.
Un caso: el de Naucalpan, donde el dos veces alcalde José Luis Durán Reveles dice que no habrá bono… pero sí lo según él les toca por ley: tres meses y 20 días por año trabajado.
Mentira. No les toca nadie. Esa indemnización la ley laboral la destina a quienes son despedidos injustificadamente de su trabajo. Y por ningún lado que se le vea, ni un alcalde ni un síndico o regidor son trabajadores comunes y corrientes… vaya: ni siquiera son trabajadores: se trata de funcionarios de elección popular.
Por lo tanto, entre ellos y un gobierno no existe una relación de trabajo. En los ayuntamientos, ellos son el ayuntamiento —que cualquiera sabe que se compone de presidente municipal, sínidicos y regidores—. Y al no haber una relación laboral, no existe despido injudtificado ni nada parecido: un trienio termina un día determinado, por lo que no termina ningún contrato ni nada que se le parezca.
De modo que pretender una indemnización es, primero, ilegal, y segundo, inmoral.
Pero ya no sorprende la inmoralidad de algunos.

jueves, 23 de julio de 2009

Agua

Mi pueblo está en la zona del alto Lerma.
De ahí se han llevado el agua al Distrito Federal durante los últimos 50 años.
A cambio nos hicieron una carretera —que conecta todos sus pozos—.
Pero desecaron nuestros manatiales. Teníamos varios. Uno de ellos se llamaba Agua azul. Otro El Chorrito. Y uno más, Las Fuentes. Uno por uno se han ido muriendo. Nos quedan Las Fuentes, aunque es visible cómo con el paso de los años su nivel ha ido descendiendo irremediablemente.
En medio siglo nadie se preocupó —ni se ha preocupado— por hacer de la explotación del agua un programa sustentable. Ni en el alto Lerma ni en Chiconautla ni el Cutzamala. Se fue agotando y contaminando. La demanda supera hoy la oferta. Y pronto no habrá de dónde llevar agua a las ciudades.
Así que nos tendremos que ir acostumbrando al racionamiento. Sobre todo en las urbes, porque en mi pueblo el agua se surte unos horas, unos días sí y otros no. Pero en donde la gente se acostumbra a abrir el grifo y que salga agua, quién sabe cómo harán frente al desabasto.
En este escenario nadie puede descartar que la ficción de la guerra por el agua se haga realidad. Un Mad Max, pero luchando por agua ya no es descabellado.
Y sin embargo, las autoridades dejan que el agua se desperdicie impunemente: en Toluca se pierde la tercera parte del agua en fugas. En el Distrito Federal la proporción sube hasta el 45 por ciento.
¿Esa agua sería suficiente para evitar los actuales cortes al suministro? Yo creo que sí. Como tengo certeza de la ineptitud de quienes deberían remediar el problema.

miércoles, 22 de julio de 2009

Cobradores

Un alma caritativa me hizo el favor de enviarme un audio-video muy ilustrativo acerca del finísimo trato que reciben los deudores de la banca y de algunos establecimientos comerciales que expiden sus propias tarjetas de crédito.
Si antes tenía una opinión adversa acerca de los abogados dedicados a la cobranza, hoy les tengo levantado un altar… sin llegar a decidirme sobre la posibilidad de hacer una colecta nacional de llaves para erigirles una monumento, vía una organización no gubernamental que podría denominarse Organización por los Juristas Entregados al Término de los Empréstitos —cuyas siglas todavía no tengo claras—.
Es que de verdad que son un milagro. Particularmente uno que responde al nombre de licenciado Luis García —hay gente que no vive sin su licenciado, ingeniero, doctor o lo que a su derecho convenga— que es el protagonista del archivo multimedia que testimonia una especie de acoso a una deudora de una casa comercial. El sujeto es tan diplomático, que nomás falta que salgan sapos y culebras por el archivo de audio y video. Claro, uno entiende que así son algunos trabajos. Y que hay gente que por su lenguaje y comportamiento al teléfono está predestinado para cuico o para cobrador legal o para ingeniero de la Nasa.
Pero también he descubierto que hay gente que respira, come, obra, duerme, cobra por teléfono y cumple otras funciones vitales con apenas un par de neuronas.
Y eso es motivo suficiente para dar gracias al altísimo por preservar este tipo de vida elemental.

lunes, 20 de julio de 2009

Soñe con Rocío Dúrcal

En una sentada leí Soñe con Rocío Durcal, la más reciente novela de Fedro Carlos Guillén, a quien no tengo el gusto de conocer, pero he leído desde hace años, particularmente cuando sus artículos aparecían en El Financiero, donde siempre me pareció fenomenal.
Luego supe que se convirtió en funcionario público —con todo y su doctorado en Ciencias— y le perdí la pista.
Pero como andaba buscando algo que leer, me metí al Sanborn’s de Paseo Colón —me hubiera gustado ir a Gandhi, pero ir a Metepec suele ser una tortura semejante a la quemazón de patas que el insigne imperio español le atizó al último emperador azteca—. Ahí me encontré con el libro de marras. Y sin pensarlo demasiado, lo compre —debo aclarar que adquirí otro, por si me resultaba infumable—.
Y es una de las mejores adquisiciones literarias que he hecho en tiempos recientes.
No tiene las pretensiones mamertas de algunos literatos consagrados —o que sienten serlo— ni será la iobra que cambie la historia de la literatura universal, pero la historia escrita por Fedro Carlos Guillén está a todo dar.
Su lenguaje es sencillísimo y la trama, aunque salta de cuando en cuando para mantener la atención del lector, no es ni pretenciosa ni nada que se parezca.
En pocas palabras: la novela está bien chida.
Por cierto: la Dúrcal ni aparece.

jueves, 16 de julio de 2009

Despojos


Ahora mismo se frotan las manos. En unos días se convertirán en autoridades municipales con muy altas expectativas y con un montón de promesas en ristre.
Pero pronto se darán cuenta de que lo que reciben se encuentra reducido a escombros. Con medio año por delante y más compromisos de los que pueden cumplir —muchos más de los que se atrevieron a firmar—.
Porque los que se van, como es costumbre, se llevarán hasta los focos —y los clips, naturalmente—.
Y no tanto porque se los lleven físicamente, sino porque con el estúpido argumento de que tienen que ser indemnizados porque terminan su administración —ni que fuera una empresa privada—, se asignan bonos de cientos de miles de pesos, que sumados a los bonos previos, salarios y otros rasguños al erario municipal, se convierten en millones que garantizan que durante unos años los ediles de todos los colores no se preocupen por trabajar.
Como ejemplo ahí están los panistas de Cuautitlán Izcalli que ya negocian un bono de 900 mil pesos —para que nadie diga que fue un millón—, que parecen estar empeñados en no dejarle ni un alfiler a la priista Alejandra del Moral —de por sí entre Julián Angulo, Alfredo Durán y David Ulises Guzmán le heredarán una deuda multimillonaria—.
Pero no son los únicos. En la Tesorería los nuevos gobiernos encontrarán muchas facturas por pagar y unos cuantos centavitos. Así que ¡agárrense! que si encuentran algo en pie, ya es ganancia.

martes, 14 de julio de 2009

¿Ni ven ni oyen?

Imbuido en el clima social de desequilibrios entre los grupos al margen de la ley y las autoridades legalmente constituidas —léase al borde del terror por la inseguridad galopante—, que le ha tocado vivir a esta sociedad contemporánea, a medio mundo le veo cara de sospechoso y el otro medio mundo me ve cara de pájaro de cuenta.
No los culpo. Yo hago exactamente lo mismo: les veo cara de pillos —y perdonen la acotación, pero no me refiero a los políticos sino a la gente común con la que me cruzo en la calle—. Están plenamente correspondidos.
Y no es para menos, si vivimos en una especie de sicosis.
Naturalmente, me refiero a nosotros, los ciudadanos de a pie. Porque hay otro grupo de ciudadanos a los que parece que el clima de violencia e inseguridad les hace lo que el viento a Juárez.
Por ejemplo: no sé cómo le hacen los policías para no darse cuenta de la enorme cantidad de autos con vidrios polarizados que circulan por las calles. Es una falta administrativa, lo sé. Pero la permisividad en esta clase de faltas trae consigo males mayores. Tampoco logro comprender como se hacen los desentendidos con los automóviles sin placas. Y desde luego que menos ven los autos abandonados —hasta que algún olor fétido delata la existencia de un delito personal—.
Pero el fin de semana he comprendido una parte del asunto: ni ven ni oyen. De otro modo no se explica que una oleada de ataques como los del fin de semana se hayan saldado con cinco muertos y 18 heridos, todos del lado policial y militar.

lunes, 13 de julio de 2009

De Italia para México

En Italia se ha formado un escándalo de esos de muy padre y señor mío. El señor Silvio Berlusconi, que trabaja de presidente del gobierno y de magnate de la televisión, ha sido cuestionado por una ley que impide que lo juzguen por cualquier delito y por montar unas orgifiestas a cargo del erario público, además de llevar una vida personal ligeramente disoluta.
Se los digo como antecedente de lo que viene a continuación. Algo a propósito de un artículo del escritor Umberto Eco publicado en la revista L’Espresso. Eco dice que el problema de Italia no es el presidente Berlusconi, sino una sociedad italiana “enferma” que le permite acumular poder.
Traspolado a estos lares, podría decir que el problema de México no es el presidente Calderón —o el partido fulano o el gobernador zutano o el sistema perengano—, sino una sociedad mexicana enferma que permite que el poder se use al antojo de todos los mencionados.
Ahí está el ejemplo de las guarderías subrogadas del Seguro Social, donde un puñado de familiares, amigos y conocidos han obtenido por “adjudicación directa” un negociote.
Pero ejemplos de los usos y abusos del poder sobran.
Algo dice Umberto Eco que no tiene desperdicio para el caso de México: “La historia es rica en hombres aventureros, no faltos de carisma, con escaso sentido del Estado pero con un sentido altísimo de sus propios intereses, que deseaban instaurar un poder personal, pasando por encima de parlamentos, magistraturas y constituciones, distribuyendo favores entre sus cortesanos y (en ocasiones) entre sus cortesanas”.

jueves, 9 de julio de 2009

¿Demócratas?

Si le preguntáramos a cualquier político si en la democracia se gana y se pierde con un solo voto, con absoluto cinismo respondería que sí.
Pero cuando un solo voto —o muchos más— derrota a cualquier político, entonces ese concepto de democracia desaparece.
Muy pocos políticos tiene la entereza de aceptar que perdieron una elección. La mayoría, con quién sabe qué humos en la cabeza, le busca tres pies al gato para eludir el reconocimiento de la derrota.
Lo que habla de lo que son como personas. De sus codiciosas ambiciones personales. De la falta de respeto hacia la voluntad ciudadana expresada en las urnas. De su obsesión por el poder.
Desde luego, culpan a cualquiera —como en Toluca, donde los panistas le echan la culpa al alcalde Juan Rodolfo Sánchez, pese a sus ahora evidentes errores de campaña—, buscan conjuras, alegan fraudes y se desgarran las vestiduras.
Ellos, a quienes su entorno cercano trataba como dioses, se ven a sí mismos derrotados y se niegan a creerlo. ¿Cómo, si lo que escuchaban eran diatribas contra sus adversarios?
La única explicación que encuentran es que haya trampa de por medio.
Pero no la encuentran. Y guardan silencio, no dan la cara, rumiando amargamente la derrota.
Porque, como dicen en mi pueblo, para admitir una derrota se necesitan muchos güevos.

miércoles, 8 de julio de 2009

Reinventarán todo

Elegidos los nuevos gobiernos, a partir de agosto próximo viene la reinvención.
Sí, en todos los municipios ocurrirá un fenómeno trianual: el nuevo gobernante y todos sus funcionarios —vulgo: achichincles— desecharán todo lo que hicieron sus antecesores, despedirán a todo aquello que huela al anterior régimen y determinarán que el ayuntamiento o el distrito nacen con ellos, de modo que lo cambiarán todo, incluyendo aquellos que manos o menos funcionaba.
Ya sé que esto no es novedad. Que ocurre cada trienio o cada sexenio, que sucede cuando llega un jefe nuevo. Que es parte de los genes que los mexicanos llevamos cargando desde hace siglos. Y qué difícilmente algo así podría cambiar.
Mucho me sorprendería que una determinada política pública municipal siga su rumbo como si cualquier cosa. Quedaría estupefacto si un plan urbano, cultural o social quedara en pie. Es más: me daría el patatús si uno solo de esos planes conserva su nombre.
Nos hemos caracterizado por tener funcionarios y gobernantes que con mucha frecuencia tienen iniciativas que nos llevan de crisis en crisis, que desfondan los fondos públicos y, desde luego, pésimos administradores de los bienes públicos que en lugar de fomentarlos y mejorarlos los destruyen, los destinan a su provecho personal o simplemente los ignoran condenándolos al deterioro.
Ese es nuestro mal endémico. Que se repetirá, como siempre.

Tiranitos

Pasado ya el jolgorio que significa que fulana, zutano o perengano hayan sido elegidos presidentes municipales, síndicos, regidores o legisladores locales o federales, sigo pensando en qué clase de gente tendremos los próximos tres años y cuatro meses en los gobierno municipales y los próximos tres años en las cámaras de diputados.
Aunque ahora mismo me intriga, no será muy difícil averiguar qué clase de criaturas se avienen al poder.
Después de 15 años de elecciones que me han tocado de cerca, no es difícil darse cuenta de inmediato quién tiene redaños, honorabilidad y responsabilidad y quién de inmediato se convierte en un tiranito —o tiranita, que las hay— al que se le olvida hasta la madre que lo parió.
No me equivoco si digo que muchos de estos que hace unas semanas eran unos humildes candidatos en busca del voto popular —mucho beso, mucho apapacho, mucha atención al populacho— a partir de ya, irán pavoneando con aires de gran señor, arrogantes y sobrados como estrellas de la tele. Mudarán su actual pluma por las maneras artificiosas de los nuevos ricos.
Pero no solo los elegidos cambiarán su aspecto y trato. También los que están a su alrededor, seguros del trascendental papel que juegan en el destino del municipio mengano o del distrito zutano.
Aunque no sepan ni la o por lo redondo.
Desde luego, no descarto que haya gente con sentido del trabajo, honestidad y honradez. Pero mientras no se demuestre lo contrario, estos se podrán contar con los dedos de la mano.

miércoles, 1 de julio de 2009

Otra de semáforos

En Toluca estamos estrenando un semáforo en Morelos esquina con Pedro Ascencio. Otro en Villada esquina Ramón Corona.
Ambos equipos me parecen muy bien. Sobre todo el primero, porque atravesar Morelos es un verdadero desgarriate, especialmente por los finos choferes que contratan algunas empresas del transporte urbano a los que les da por pensar en que el mundo gira alrededor de sus orondas humanidades.
Del del Villada y Ramón Corona lo único que puedo decir es que es una nueva demostración de que el sistema de semáforos inteligentes —que se supone que operan en Toluca— es verdaderamente idiota.
Sí, de otro modo no se explica que cuando uno avanza sobre Villada con la luz verde desde Gómez Farías, se encuentre el semáforo en rojo en Ramón Corona y el siguiente —a 100 metros—, el de Horacio Zúñiga en verde. Así que cuando toca el verde en Ramón Corona, enseguida se enciende la luz roja en el semáforo de Horacio Zúñiga.
Eso a mí me parece una muestre de que el sistema inteligente roza la imbecilidad.
O que los operadores de los semáforos son daltónicos.
Por lo demás, fue muy bonito que la mañana de ayer —cuando el presidente Calderón visitaba Toluca para inaugurar el Museo Modelo de Ciencias e Industria— los semáforos del crucero de Hidalgo y Rayón, donde se encuentra el museo, lucieran con un soberano desperfecto.
Lo dicho: el sistema de semáforos de Toluca de inteligente sólo tiene el rimbombante nombre.