lunes, 29 de junio de 2009

Una zahúrda les queda chica

En estos últimos días de las campañas electorales, los políticos empiezan a aventar porquería por todos lados y contra todos.
Y ya ni se cuidan de hacerlo a trasmano, para disimular. No, directamente acusan, difaman, calumnian, injurian y tiran lodo —es lo más limpio de lo que se están lanzando— contra sus rivales. Aquello que no pudieron hacer con pobres, nulas o erradas propuestas —hay candidatos a diputados que prometen obras cuando su chamba es hacer leyes—, quieren hacerlo enlodando a los rivales.
Un estercolero es en lo que se convertirá esta recta final de las campañas electorales. Una zahúrda o un muladar se quedan cortos ante lo que hacen candidatos, partidos y seudo asesores cuando se trata de ensuciar al oponente.
Y luego los imbéciles se preguntan el por qué del abstencionismo, cuál es la razón del voto nulo o qué tienen en la cabeza los ciudadanos que no los eligen por aclamación.
Para pleitos de verduleras —con todo respeto para las verduleras de antaño—, ya tenemos suficiente con lo que practican desde el gobierno federal.
Para deslenguados maledicentes hay suficiente con los insultos que se dedican en la internet los simpatizantes fanatizados —a los que deberían lavarles la boca con jabón—.
Y lo peor es que las autoridades electorales estatales y federales se hacen de la vista gorda. Aunque están en el mismo cuchitril.

martes, 23 de junio de 2009

Ilustres desconocidos:

En estos tiempos electorales llegan a mi buzón de correo electrónico cualquier cantidad de correos electrónicos procedentes de las campañas políticas de candidatos de distintos signos e ideologías.
A algunos de los candidatos los conozco. A algunos de los jefes de prensa de las campañas también.
Pero me llegan docenas de correos de personas a las que no tengo el gusto: algunos corresponden a candidatos a algún puesto de elección popular y otros son la personificación de las oficinas de prensa. Estos me resultan especialmente chocantes: me tutean —¿en qué cantina estuvimos juntos, perdonen?—, me ordenan —“envío la nota de fulano de tal para que se publique mañana”— y suponen que para mí puede tener algún interés lo que sus partidos y candidatos puedan hacer o deshacer.
Pues permítanme decirles, ilustres desconocidos, que les agradecería mucho que no me llenaran el buzón con sus boletines. Normalmente les doy el curso que sigue cualquier correo de remitente ignoto o sospechoso: se van directo a la basura. Pero eso representa una acción que no me da la gana emprender. De modo que sería mejor no recibirlos.
Lo peor es que en estos tiempos que corren ya nadie se toma la molestia de pedir permiso, presentarse o cuando menos decir ¡agua va!
Desde luego, me dirán, es que son candidatos. Y se sienten el centro del universo. Aunque su universo sean tres pelaos. Uno de ellos, el que manda los correos electrónicos insustanciales.

lunes, 22 de junio de 2009

Deidad

De la noche a la mañana apareció —a mitad de la semana pasada— la estatua dedicada a una deidad matlazinca, otomí, mazahua, náhuatl o tlahuica —que son los pueblos originarios de esta entidad federativa llamada México— en el Paseo Tollocan, justo donde comienza o termina, según sea el sentido de tránsito que uno lleve, el puente sobre la vialidad que conecta con San Mateo Atenco.
No le he podido ver con detenimiento, pero por sus rasgos juraría que podría ser chichimeca. Aunque puedo equivocarme, pues no falta quien le vea rasgos caucásicos de Europa del Este.
Es una estatua plateada, montada sobre una estructura de metal del mismo color que termina en brazos dirigidos a todos los puntos cardinales. La figura lleva en la mano izquierda una corona de laureles, oliva o simplemente un penacho —ya dije que no la vi con detenimiento—. No es muy alta, pero por las noches sobresale por un juego de luces colocado para que cualquier viajero note su presencia.
Ignoro de qué se trata. A quién le haga honores o cuál sea su propósito.
Pero me niego a creer lo que me han dicho algunos mal pensados: que se trata de un homenaje a los negocios que pululan sobre la lateral del Paseo Tollocan en terrenos de San Mateo Atenco.
Y no lo creo porque los propietarios de tan finos establecimientos no se andan por las ramas cuando se trata de promoverse. Las luces, figuras de mujeres y otros signos de su comercio carnal son más grandes que la nueva deidad que adorna el Paseo Tollocan.

miércoles, 10 de junio de 2009

Voto MCD

La propuesta del voto consensual, opuesta al voto nulo pero no un regalito para partidos y candidatos, tiene como fin que el mínimo común denominador (mcd) de las ofertas de campaña de cualquier partido o candidato sea la de reducir el congreso: a un diputado por distrito electoral (300) y a un senador por entidad federativa (32) y destinar los ahorros derivados a ciencia y tecnología.
En el blog propuestamcd.wordpress.com se señalan a profundidad las propuestas, mucho más sensatas que anular el voto —no ir a votar es lo mismo, porque al final los votos nulos no cuentan, por más que me digan que es un rechazo a partidos y candidatos—.
Sus impulsores dicen que “se trata de establecer un piso para el voto ciudadano para el 2009. Algo que pueda reunir los intereses ciudadanos y demuestre de forma tangible los beneficios de la democracia. Se trata de una lección de democracia en la práctica de y para los ciudadanos. Que nos de cuenta de nuestro poder y sea un claro mensaje de nuestro mandato para la clase política”.
Aclaran que la propuesta del mcd no proviene, ni pertenece a partido político o agrupación definida. Y pide:
“1) Reducción del número de diputados federales de 500 a 300.
“2) Disminución del número de senadores de 128 a 32.
“3) Cancelación de seguros médicos privados de legisladores y de funcionarios públicos.
“4) Recorte de la subvención a los partidos políticos la mitad.
“5) Desaparición de los plurinominales de todas las legislaturas.
“6) Limitar a tres las fechas de elecciones para un sexenio.”

martes, 9 de junio de 2009

A propósito del voto nulo

Frente a la tarugada del voto nulo, surge una propuesta más interesante para quienes no estamos contentos con los partidos y los políticos. Se llama voto consensual. Por una serie de propuestas que sus promotores llaman del mínimo común denominador. Que aunque me parece difícil de alcanzar, es mucho mejor que anular el voto.
Llegó a mi blog, con Gabriel como remitente. Y dice:
“El voto nulo, el voto bulo: equivale al suicidio ciudadano. La alternativa: el voto consensual”.
“Si los votantes logramos concordar en una propuesta ciudadana con mínimo común denominador. Aceptable para gente con distintas ideologías. Reuniríamos una fuerza superior a la de los políticos para imponerles nuestra voluntad”.
“En la democracia mandamos los ciudadanos. Es cuestión de utilizar nuestras prerrogativas: libertad de expresión, libertad de asociación, y sufragio efectivo; de manera inteligente. Ya es tiempo de imponer nuestro mandato a la clase política”…
“Mandamientos ciudadanos para las elecciones de julio del 2009:
“1) Reducción del número de diputados federales de 500 a 300.
“2) Disminución del número de senadores de 128 a 32.
“3) Cancelación de seguros médicos privados de legisladores y de funcionarios públicos.
“4) Recorte de la subvención a los partidos políticos la mitad.
“5) Desaparición de los plurinominales de todas las legislaturas.
“6) Limitar a tres las fechas de elecciones para un sexenio.”
Y mañana le sigo…

lunes, 8 de junio de 2009

Si no pueden, no sirve

En un estado donde se cometen cientos de delitos al día, en un país donde son ejecutadas decenas de personas a diario y se cometen miles de delitos, el asesinato de dos estudiantes de la Prepa uno podría ser un delito más. En el estado de México se cometen alrededor de cuatro mil homicidios al año. En Toluca, unos 400 homicidios.
Pero no puede ser así: ocurrió en un parque público, en medio de la oleada de promesas políticas de mayor seguridad, en dos jóvenes con una vida por delante, con saña y muy probablemente de manera tumultuaria… y con una creciente desconfianza en las autoridades civiles y policiacas.
El Estado mexicano —léase el gobierno— ha sido incapaz de garantizar la seguridad de los mexicanos comunes y corrientes que, a expensas de la criminalidad común y organizada, todos los días salen a la calle sin la seguridad de que regresarán a casa con la misma tranquillidad con la que partieron. Y no se trata necesariamente de un atentado contra su integridad: robos, asaltos, extorsiones y otros delitos patrimoniales se cometen por miles al día. Muchos de ellos, la gran mayoría no llegan a los escritorios de los funcionarios públicos de la autoridá.
El asesinato así, artero y frío, de dos jóvenes a los que sus compañeros describen como tranquilos, sin problemas, como muchos otros jóvenes de la clase media, es indignante.
Por eso es menester demandar justicia. Los mexicanos de a pie merecemos que nos garanticen nuestra seguridad.

jueves, 4 de junio de 2009

El voto nulo

La idea de anular el voto el 5 de julio crece.
Pero en mi particular opinión es una necedad.
Yo voy a ir a votar a favor o en contra de un partido o candidato, pero voy a votar.
Aunque como la mayoría de los mexicanos no creo ni en los partidos ni en los políticos. Hace un tiempo les creía. Pero hoy no. Y sin embargo, votaré, para que cuente mi opinión.
Porque los votos nulos no cuentan en el resultado de la elección. La legislación electoral es muy clara: solamente cuentan los votos emitidos en favor de partidos y candidatos.
Entre las causas de nulidad de las elecciones locales del estado de México o federales no aparece por ninguna parte el asunto de los votos nulos. Anular el voto puede significar el rechazo a los partidos políticos y nada más. Pero no influye en el resultado de la elección, pues ahí sólo cuentan los votos en favor de partidos o candidatos.
Dicho en pocas palabras: con votos nulos y sin ellos, el sistema de partidos continuará.
Ellos tienen, efectivamente, en monopolio electoral. Y políticos que no alcanzaron candidaturas o se han separado de esos partidos, son los principales promotores del voto nulo.
Político, a fin de cuentas, quieren usar la voluntad de los ciudadanos. Para sus fines particulares.

martes, 2 de junio de 2009

La danza

Cuando se trata de bailar, prefieron los ritmos clásicos. No es por presumir, pero puedo bailar cha-cha-chá, mambo y danzón. En mis años mozos —que ya quedaron muy lejos— aprendí a bailar jarabe y otros sones no menos nacionales. Desde luego, los años hicieron que aprendieran rocanrrol, cumbia, norteñas, salsa, banda y supongo que podría bailar pasito duranguense, aunque nunca lo he intentado. En todos esos ritmos me defiendo. No soy un gran bailarín, pero si se requiere sacarle brillo al piso, no me quedo sentado.
Pero lo que es el ballet, las danzas clásica, moderna, étnica o experimental, perdónen, pero tengo dos pies izquierdos y nula capacidad de comprensión.
Apenas veo algo que tenga que ver con alguna de esas elevadas disciplinas, y caigo en una especie de estado de idiotez éxtatica. Hagan de cuenta que con cara de ni entiendo nada —porque no entiendo nada—.
Especialmente cuando se trata de una de esas cosas modernistas: las bailarinas se contorsionan, hacen gestos de albergar un profundo sentimiento, van de un lado al otro del escenario… y yo, como si lo que estuviera psando fuera la invasión de los marcianos en vivo y en directo. Sin dejar de mencionar la música, que puede ser algo completamente imposible de digerir. Musicalmente hablando.
Pero, claro, lo que sucede es que yo soy muy corriente. Y prefiero quebradita con la banda El Farol… de por ahí de Capultitlán.

lunes, 1 de junio de 2009

¿Van a ir a votar?

¿Mis estimados cuatro lectores?
Yo sí. Ni regalo mi voto ni lo vendo y mucho menos lo cancelo.
De algunos de los candidatos no tengo ni la menor idea de quien sean, pero a otros los conozco perfectamente. Así que teniendo elementos para decidir, decidiré quien me gobernaré y quien me representará en la Legislatura local o federal.
Y como en muchas ocasiones, seguro estoy que tendré un voto dividido. La mayoría no a favor, sino en contra de partidos y candidatos.
Si no me gusta un candidato —y no me gustan varios—, votaré en su contra. A ciegas, aunque sus adversarios me resulten completamente desconocidos.
Yo no creo que más vale malo por conocido que buen por conocer. A aquel que por su desempeño público o privado —llevado al público— tenga malas referencias, se las cobraré votando por cualquiera, pero no por él.
Así, en cada una de las tres selecciones que me tocan para elegir al próximo presidente municipal, diputado federal o local.
Pero no pienso anular mi voto. Y si ninguno de los candidatos me convence, siempre me queda votar por un partido político. Hay casi una docena… así que alguno, por sus obras, postulados y acciones, tendrá mi voto. Llevado al extremo, podría votar por el menos malo —candidato o partido—. Pero no hay nada, a menos de 40 días de las elecciones, que me haría cambiar de opinión.
Y ya sé por quièn no voy a votar.