lunes, 22 de junio de 2009

Deidad

De la noche a la mañana apareció —a mitad de la semana pasada— la estatua dedicada a una deidad matlazinca, otomí, mazahua, náhuatl o tlahuica —que son los pueblos originarios de esta entidad federativa llamada México— en el Paseo Tollocan, justo donde comienza o termina, según sea el sentido de tránsito que uno lleve, el puente sobre la vialidad que conecta con San Mateo Atenco.
No le he podido ver con detenimiento, pero por sus rasgos juraría que podría ser chichimeca. Aunque puedo equivocarme, pues no falta quien le vea rasgos caucásicos de Europa del Este.
Es una estatua plateada, montada sobre una estructura de metal del mismo color que termina en brazos dirigidos a todos los puntos cardinales. La figura lleva en la mano izquierda una corona de laureles, oliva o simplemente un penacho —ya dije que no la vi con detenimiento—. No es muy alta, pero por las noches sobresale por un juego de luces colocado para que cualquier viajero note su presencia.
Ignoro de qué se trata. A quién le haga honores o cuál sea su propósito.
Pero me niego a creer lo que me han dicho algunos mal pensados: que se trata de un homenaje a los negocios que pululan sobre la lateral del Paseo Tollocan en terrenos de San Mateo Atenco.
Y no lo creo porque los propietarios de tan finos establecimientos no se andan por las ramas cuando se trata de promoverse. Las luces, figuras de mujeres y otros signos de su comercio carnal son más grandes que la nueva deidad que adorna el Paseo Tollocan.

No hay comentarios: