jueves, 26 de febrero de 2009

¿Cuál crisis?

Ni catarrito ni nada.
Aunque millones de mexicanos se truenen los dedos todos los días porque no saben si van a comer —y anoche no cenaron—, para otros la crisis es inexistente.
Ven la tempestad y no se hincan.
Ahí están los líderes sindicales que celebraron la reelección del cetemista Joaquín Gamboa Pascoe con música guapachosa, bailarinas semidesnudas y, desde luego, sus relojotes de 70 mil dólares y sus automóviles de medio millón de pesos.
O los consejeros del Instituto Federal Electoral, que se dieron un aumento de salario del ciento por ciento, por el que desde ahorran ganar 330 mil pesos mensuales… un millón de pesos cada tres meses… cuatro millones de pesos al año.
¿Cuál crisis?
En crisis los jodidos. Los 300 mil mexicanos que perdieron su trabajo en enero. Los dos millones sin empleo. Los 50 millones de mexicanos en alguna condición de pobreza.
Para las élites, sobre todo políticas, esos mexicanos se tienen que rascar con sus propias uñas.
Mientras ellos, líderes de trabajadores o los organizadores de nuestra democracia —por ejemplo—, viven a cuerpo de rey.
No sé qué pueda significar para esos mexicanos la crisis económica. No me lo imagino. Debe ser algo místico, una idea, algo que tal vez —sólo tal vez— sepan que existe y se padece, pero que no siquiera se imaginen sus dimensiones. Leerán las noticias sobre la crisis, el desempleo, las carencias, la deserción escolar, el alza de precios de productos básicos, el dinero que no alcanza y las protestas gremiales, empresariales y populares. Sin embargo, podría apostar a que no lo entienden. Está fuera de su comprensión.
Y cómo podrían compenetrarse… Si los consejeros electorales cada día ganan 11 mil pesos. Mientras un trabajador promedio obtiene 200 pesos diarios.
La diferencia es abismal.
Es insultante.
Porque un trabajador que nunca falte a sus labores puede obtener en un año de labores 73 mil pesos. Que es la quinta parte de lo que gana un consejero electoral. Y necesitaría 10 años de trabajo para comprarse un relog de líder sindical.
Crisis para los jodidos. Para el vulgo —del que formamos parte—. Y a las élites les viene valiendo madre.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Corralitos

Ayer fui al acto del día de la bandera organizado por el gobierno estatal.
Fue un acto muy lucido y muy bonito. Con la misma cantidad de seguridad que se ha hecho costumbre en esta clase de acontecimientos. Es decir, harta.
Y los corralitos. Que no sé quién habrá inventado, pero que son una medida estupenda para mantener a raya a quienes no deben estar en un lugar que no les corresponda.
Si han estado presentes en un acto público del gobierno del estado de México en tiempos recientes, saben a lo que me refiero. Si no es así, permítanme describirlo.
En tiempos remotos de los gobiernos revolucionarios, el baño de pueblo era fundamental. La catársis de los ciudadanos al entrar en contacto con sus gobernantes… aún es así, pero es más difícil. Porque en la antigüedad —digamos el siglo pasado— muy pocas cosas separaban a los altos funcionarios de sus conciudadanos. Tal vez alguna valla compuesta por policías y la propia pelotera integrada por el pueblo en busca de auxilio, un saludo o una mirada de cerca.
Pero con la llegada de la alternancia en el poder —esta es una de las cosas que le debemos a la transición democrática—, el baño de pueblo se evaporó.
Ahora cualquier acto público de alguna importancia deben contar con algunas aduanas —creo que les denominan filtros— donde algunos pueden pasar, dependiendo de su valía y funciones.
Las tales aduanas se construyen mediante vallas de metal de color blanco, de un metro 20 de altura, enlazadas unas con otras y con el valor agregado de un policía. Algunas llevan una cubierta de tela de color verde. Las vallas se disponen de modo que el estrado queda perfectamente delimitado y a partir de él se van distribuyendo, casi siempre en forma rectangular, de modo que los distintos publicos se van acomodando dentro de cercos más lejanos o cercanos, grandes o chicos, vigilados o descuidados —aquí hay que reconocer que aunque somos del mismo barro, no es lo mismo catrín que charro—, según su jerarquía. Los cercos rectangulares conforman por sí mismos los corralitos. Zahurdas o lo que ustedes, mis estimados cuatro lectores, dispongan.
Eso sí, al final no hay pero que valga. A una orden imperiosa nadie sale de su corralito. Quien quiera hacerlo pasará un coraje de los mil demonios, pero ni traer su credencial de elector firmada por el ínclito Chuayffet o su gafete vi ai pi, lo salvará de detenerse hasta que otra orden permita el libre tránsito.
Y aunque parezca molesto, es una magnífica medida para evitar indeseables.
Ayer, sin ir más lejos, me alegré de quedar fuera del alcance de ciertos políticos. Porque no se sabe qué clase de mañas o carencias neuronales se puedan pegar por ósmosis.

martes, 24 de febrero de 2009

Vitola


Guardo en mi memoria, como uno de los recuerdos más regocijantes, a un grupo de cómicos cantando al unísimo: ¡Sputnik, Sputnik, Sputnik, Sputnik!, y a Vitola lanzar un estentóreo grito de soprano: ¡aaah!…
La actriz Fannie Kauffman, mejor conocida como Vitola, encarnaba en ese filme a la princesa Natasha Natalia Nicolayevdka… en medio de un grupo de locos de manicomio. Del título de la película no me acuerdo, sólo de ese detalle, de la canción y de que en ella apareció también Germán Valdés, Tintán.
Vitola apareció en docenas de películas cómicas filmadas en las décadas de los cuarentas, cincuentas y sesentas.
Y se murió el pasado fin de semana. A los 84 años de edad.
Supongo que igual de flaca que siempre y con esa sonrisa, entre sarcástica y estrepitosa, que siempre ofreció en sus películas.
Cierto es que no fue una belleza típica. Pero aprovechó sus cualidades físicas para sobresalir en el medio artístico y aparecer en películas hechas todavía hace cosa de 20 años. Es decir, se mantuvo no menos de cuatro décadas en el candelero, cuando lo normal el día de hoy es que las estrellas fulgurantes del firmamento artístico nacional sean flor de un día.
Fannie Kauffman nació en Toronto, Canadá, un 11 de abril de 1927, pero vivió en Cuba desde sus primeros años y ahí se inició como cantante. Como lo exigían los tiempos, hizo carrera como comediante, faceta con la que llegó a los escenarios mexicanos, en los que debutó en 1943. Su prolífica trayectoria cinematográfica comenzó en 1946, en la cinta Se acabaron las mujeres, dirigida por Ramón Peón.
En casi todas las películas que filmó entre la década de los cincuentas y los setentas apareció de ella misma. Es decir, en el personaje de Vitola. Extraordinariamente interpretó algún otro personaje —como la citada princesa—, aunque básicamente siempre salía de ella. Su humorismo, la voz hasta cierto punto chillante y la figura delgada fue común denominador de numerosas comedias de la época de oro del cine nacional.
Y no es que todo tiempo pasado sea mejor. Pero los comediantes de antes no eran como los de ahora, que hacen humor a partir del doble sentido y la directa leperada.
Como dijo Vitola, en alguna entrevista: “Vivíamos como en otro mundo a no ser que yo venga de otro mundo por eso veo hoy las cosas tan distintas. Todo muy revuelto, complejo. Está para llorar”.
Y conste que no se refería ni a las ejecuciones, la recurrente crisis o la inseguridad pública.

lunes, 23 de febrero de 2009

Sepúlveda


Historia de una gaviota y del gato que la enseñó a volar y Un viejo que leía historias de amor, son dos de los libros más recientes que han pasado a formar parte de mi colección. Ambos de la pluma del chileno Luis Sepúlveda, afincado desde hace años en España.
Los dos los leí, como se dice en términos coloquiales, en una sentada. De un tirón.
El primero, lo leí porque estaba en oferta y la contraportada decía que era un relato que Sepúlveda había escrito para sus hijos. El segundo, porque el chileno ganó la semana pasada el Premio Primavera de Novela —dotado con la friolera de 200 mil euros— y ahí supe que Un viejo… es su libro más traducido.
Algo debe tener, me dije a mi mismo —porque me caigo muy bien y de pronto entablo conversaciones de esas que son propias de los trastornados, como ya he confesado otras veces que soy—. Y me lo merqué.
Sumando la cifra que destine a los dos títulos mencionados, han sido los ciento y tantos pesos mejor gastados en los últimos meses. Porque Luis Sepúlveda tiene esa facilidad para contar las cosas, que ya la quisiera cualquiera que se dedica a eso de las letras.
Hasta estoy pensando en declararme fan. Pero como guardo en la memoria que antes de estas dos novelas leí alguna otra cosa de este chileno sin gran convencimiento, tengo que cerciorame. Es decir, tener una tercera opinión.
Sepúlveda es, por otro lado, un hombres que se declara un viajero. Sobreviviendo del golpe de Estado chileno de septiembre de 1973, es de aquellos pocos que saben concientemente que estamos de paso. En una entrevista relató: “veo a un hombre que estaba a punto de cumplir los 23 años y que en medio de la balacera la única idea que le rondaba era esta: ‘Joder, si salgo vivo, mis hijos y mis nietos nacerán y crecerán en países lejanos, hablarán otras lenguas, tendrán que fundar sus propias tradiciones’. Hay quienes aseguran que los viajes les han permitido conocerse mejor a sí mismos. Es posible. Yo he sido un tipo afortunado que en los cuatro puntos cardinales ha encontrado solidaridad, y eso me ha reafirmado y me ha hecho algo más fuerte”.
Mientras, es mi deber recomendarles Historia de una gaviota y del gato que la enseñó a volar y Un viejo que leía historias de amor. Advierto que no se trata de libros que tengan algo de suspenso y la ficción que se acostumbra ahora y que vende miles de libros de vampiros, brujos o situaciones detectivescas… que también son volúmenes dignos de leerse.

viernes, 20 de febrero de 2009

Vivir fuera del presupuesto…

Supongo que es cosa de la crisis económica. Y del desempleo galopante que vivimos en el estado de México.
El caso es que docenas de ciudadanos de bien —es un decir— del estado de México quieren ser candidatos a algún puesto de elección popular.
Quieren ser síndicos, regidores, presidentes municipales y en menor medida diputados locales y federales —porque en estos dos últimos casos se necesitan palancas o una importante carrera en el sector público—.
Las candidaturas son finitas. Pero las ansias de servir —o servirse— a la administración pública se han propagado por miles de personas, si contamos a todos los partidos políticos.
Pareciera que la máxima de vivir fuera del presupuesto es vivir en el error —frase atribuida a César Garizurieta, apodado El Tlacuache— es la consigna de vida de muchos mexicanos. O que ante la falta de empleo pues manque sea hay que buscar la posibilidad de ser candidato a regidor…
Y aunque sólo haya de seis a 10 posiciones —dependiendo del tamaño del municipio—, se inscriben como aspirantes centenares de personas.
Desde luego, todos se sienten con los atributos suficientes para ser ungidos candidatos por su respectivos partidos políticos. Porque además de su vocación de servicio público, los solicitantes del empleo —si usted prefiere, llámelos aspirantes— creen que son la última cocacola en el desierto. Aunque saben que necesitan una serie de bendiciones para que les toque en suerte ser elegidos candidatos, por lo que andan en peregrinar permanente, de antesala en antesala, intentando conseguir una promesa de que la candidatura —a lo que sea— ya la tienen en la bolsa.
El que no es el liderazo de una organización multitudinaria que ya merece ser tomada en cuenta, asegura que tiene tanta gente que es capaz de inclinar la balanza de las elecciones hacia el lado que se le antoje. Otros son recomendados, compadres o amigos de algún alto funcionario y por eso sienten que deben ser acreedores de la subordinación inmediata del resto de los aspirantes.
Pero como alguien tiene que revelar las verdaderas intenciones de este numeroso grupo de políticos, el arriba firmante declara solemnemente que el común denominador de los aspirantes es conseguir un trabajo que los haga olvidarse de cualquier crisis económica habida y por haber.
Mientras el resto de los mexicanos nos fregamos. Por la crisis. Y por los políticos que tenemos.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Los clones

Ora resulta que la piratería no existe.
Sí, no pongan cara de circunstancia. Los vendedores de películas y fonogramas piratas —vulgo cidís— han optado por anunciar que lo que venden son clones.
Porque hablar de películas o cidís piratas está muy mal visto.
Ya ven que ahora en todos los cines que se precien de serlo —y en algunos canales de televisión— hay campañas en las que se cuestiona a los padres de familia que adquieren en la calle, a dos por 15 o tres por 25, filmes piratas.
En uno de los anuncios que he visto recientemente, hay un grupo de niñas y dos de ellas se burlan de una tercera al grito de “¡tiene un papá pirata!” al descubrir en su habitación un dvd pirata —no podía ser de otra forma—; en seguida, la pantalla aconseja no comprar películas piratas.
Pero los vendedores de estos artículos ya se curaron en salud:
En vez de anunciar que venden películas piratas —obvio que no lo iban a hacer—, anuncian que venden películas clon.
Que no es lo mismo.
Pero es igual.
Así que uno puede ir por la vida comprando películas o fonogramas que ni siquiera han aparecido en las pantallas o en los estantes con la conciencia tranquila de lo que se ha comprado no es piratería. Sino un clon.
¿A poco no es bonita la forma con la que los piratas son capaces de encontrarle la cuadratura al círculo?
Nadie podría dudar del ingenio y la creatividad de los mexicanos. Mucho menos si se trata de asuntos que rayan en la ilegalidad.
No por nada México ocupa el tercero o cuatro lugar mundial en piratería. Y 65 por ciento del material musical que se venden en el mercado mexicano es pirata. Cifra en la que seguramente no se cuenta el intercambio de archivos vía internet, actualmente tan socorrido.
Por lo demás, la actual crisis hará que la piratería crezca otro 20 por ciento.
Y no es por defender a los piratas —¿ahora les tendremos que llamar clonadores?—, pero dados los ingresos promedio de una familia mexicana, para adquirir un cidí original de un artista de moda hay que destinar no menos de tres salarios mínimos, cantidad con la que —bien administrada— fácilmente come una familia media dos días.
Clonar películas y música es un negocio de 500 millones de dólares anuales en México.
Desde luego, faltaría sumar los clones —es decir, las versiones piratas— de la ropa de marca, que por menos de la mitad de su precio se puede comprar un muchos lugares. Aunque en ese caso los comerciantes del ramo no anuncian su producto como un clon. Como los candorosos vendedores de películas y música.

martes, 17 de febrero de 2009

Amor y amistá

Por razones que no me da la gana contar, fui a comer a un establecimiento de una cadena de comida rápida. Ahí pude comprobar 1. que la amabilidad no es una de las características de los empleados de la franquicia en cuestión —nomás faltó que me escupieran— y 2. que no se puede estar suficientemente sorprendido con la celebración del día del amor y la amistad, hasta que se leen los mensajes que se mandan los enamorados mediante un programa de televisión de un canal dedicado a los videos pop en español.
Supongo que se trata de una política de esa cadena sintinozar algún canal de televisión con videos para amenizar la estancia de los comensales. De modo que así era, la televisión era una letanía de videos con canciones que hablaban de amor. O de despecho. Por tratarse de un 14 de febrero.
La cosa no hubiera pasado a mayores de no ser porque tuve la curiosidad de voltear a ver la pantalla de televisión. Y ahí estaban: mensajes a granel de fulanito para menganita y de perenganita para zutanito.
Supongo que la fecha lo ameritaba y que el enamoramiento obnubila a los protagonistas.
Pero hay cosas que me parecen un exceso y otras que son sinómino de idiotex congénita. Los mensajes que vi en la televisión el sábado me parecen ambas.
Porque había fulanos de tal cuyo mensaje era “te amo ya lo sabes” —todo escrito, por cierto, en mayúsculas y sin signos de puntuación— o “tu sabes lo que siento por ti dame una oportunidad” y “tu eres esa persona quiero compartir todo contigo”… o “esta canción dice todo lo que siento por ti” y otros de semejante contenido e imaginación.
En el mejor de los casos, quiero pensar que destino y destinatario estaban ahí, juntos o por separado, viendo en la televisión su video favorito y sintiendo mariposas en el estómago —lo que sea que eso signifique— mientras veían sus nombres aparecer en pantalla junto a la mamerta frase remitida con antelación.
En el peor de los casos, algún obnubilado que envío la frase esperando que el destino mágicamente ponga a perenganita o zutanito enfrente de la televisión en el preciso instante en el que aparece la frase de amor sesudamente reflexionada para hacer que su adorado tormento caiga rendido a sus pies. O que crea que va dirigida a a algún homónimo.
Desde luego, hubo frases de desamor: “No me busques más déjame ir” o “te lo di todo y tu me traicionaste”, “ojalá te quedes un día solo y nadie sienta compasión por ti”. Cuyos destinatarios seguramente estaban con la otra viendo la última película de El Piporro o acicalándose para festejar la mencionada fecha. Sin darse por enterados del rencor que son capaces de desatar.

viernes, 13 de febrero de 2009

Lapidamiento

No crean que la derrota de la selección mexicana de futbol ante su similar estadunidense va a pasar inédita en este tercio de plana.
Por supuesto que la oprobiosa derrota que nos infligieron los jugadores gringos merece la crucifixión de todos y cada uno de los jugadores y miembros del equipo técnico del combinado nacional.
A grandes males, grandes remedios. Por supuesto, que el arriba firmante preferiría la hoguera como método para castigar a quienes han ocasionado una nueva mácula en los enfrentamientos de mexicanos contra estadunidenwses —creo que no ganamos una batalla desde El Álamo—. La hoguera es bonita y educativa, con tonos rojizos y amarillentos.
Aunque hay un mexicano al que especialmente habría que lapidar. Que es una forma muy tradicional y tumultuaria de cobrar la vida de alguien. Lo digo porque a a estas alturas debe haber muchos mexicanos que querrían apedrear a Rafael Márquez.
No porque sea un mal jugador, sino porque tiro por viaje sale expulsado de esta clase de partidos.
Lo expulsaron en el 2001 en un partido contra Trinidad y Tobago. Le enseñaron la tarjeta roja en un partido contra Estados Unidos en 2002. Lo mandaron a las regaderas en un juego contra Argentina en 2005. Y el año pasado acumuló suficientes tarjetas amarillas en un juego contra Jamaica como para perderse un partido.
Márquez —oriundo de Zamora, Michoacán— se disculpó con la afición mexicana en estos términos: “Me equivoqué, dejé al equipo en inferioridad, quizá cometí el error de echar a perder todo el trabajo que se venía haciendo en la semana”.
Pero nadie quita el zapatazo artero que me metió al portero de Estados Unidos. Directo y sin escalas. Como si quisiera que lo expulsaran para regresar ipso facto —que aunque suene feo no es ningún insulto— a Barcelona, que dicen que es una ciudad muy pipirisnais.
El lapidamiento en cuestión tendría además la connotación de que el defensa central es el capitán del equipo mexicano.
Y sin duda significaría una llamada de atención. Lo que se denomina un ataque preventivo —como los que se hacen en busca de armas químicas—.
Para que don Sven y sus muchachos le midan el agua a los camotes.

jueves, 12 de febrero de 2009

Reiniciando


Ayer por la mañana fui a Los Portales —de Toluca, por supuesto—. Iba con el fin de bolearme los zapatos porque estaban muy marranos y, como ustedes saben, los boleros de Los Portales son únicos en su trabajo. Además de que siempre se necesita estar presentable.
Me apoltroné en el sillón de un señor que además de bolear silba como pocos. Hojee Portal —desde luego— y la nota roja de un periodico de nota roja. Y una vez que terminé ese trance, me dirigí, como llevado por quién sabe qué a una tienda de discos. A la letra V del apartado de rock, a ver si había algo de Antonio Vega (el de la melena en la foto). Como habitualmente, no había nada, pero es que uno siempre tiene esperanzas. Enseguida diseccioné la letra N. De Nacha Pop.
Y ahí estaba Nacha Pop Tour 80-08 Reiniciando. Un disco que, no están ustedes pa’ saberlo, anhelaba desde que salió en abril del año pasado.
Por lo tanto, quiero compartirles que ahora mismo me encuentro disfrutando de la música de los primos Antonio Vega y Nacho García Vega.
Que son la neta.
La gira de reencuentro de Nacha Pop —originalmente un trío— se produjo en 2007. En esos días el ahora dueto señaló su interés de venir a México, donde en la década de los ochentas tuvieron uno de los conciertos más apoteósicos de su historia. Pero por lo visto no hubo interés de ningún empresario o empresa de contratar a la agrupación.
Así que algunas docenas de fulanos nos quedamos como novias de pueblo.
Durante esa gira de conciertos, los Nacha Pop grabaron un DVD y un disco doble, que por fin llegó a México —no sé cuando, pero en diciembre pasado no estaba todavía en los anaqueles—.
Así que el que amenazaba con convertirse en un día duro —no saben la cantidad de pendientes que tengo— ha mejorado notablemente.
Escucho Vístete, Nuevo plan, Relojes en la oscuridad, Asustado estoy, Persiguiendo sombras, No se acaban las calles… y desde luego Lucha de gigantes —la que fue tema de la película Amores perros, para que se acuerden— y la enorme Chica de ayer.
Por mí se puede caer el mundo en este mismo momento.

martes, 10 de febrero de 2009

Toluca


Entre las cosas que se me quedaron en el tintero la semana pasada estuvo la promulgación del Bando de Gobierno de Toluca.
Pero no a propósito de la inútil controversia sobre si viola o no las garantías constitucionales. Eso se lo dejo a los abogados. Como lego en la materia, lo leí y me pareció muy bien el arresto inconmutable en la comisión de algunas faltas a e infracciones. Desde mi muy particular punto de vista, ya es hora de que las reglas de convivencia social se respeten… y si para eso se requieren arrestos de 36 horas, pues muy bien. Así era antes y funcionaba; incluso, a los presos los sacaban a barrer las calles y nadie respingaba… pero eso no es lo que me importa.
Me interesó el discurso del presidente municipal Juan Rodolfo Sánchez Gómez en la parte relativa a la ciudad. A la de Toluca, desde luego.
Dijo el alcalde que el gobierno municipal de Toluca nos ha propuesto “rescatar a la ciudad y al municipio, a las delegaciones y subdelegaciones del implacable pero no inevitable deterioro para que sus plazas y sus calles, sus edificios sus monumentos y sus jardines inviten otra vez a recorrerla con gozo, con satisfacción, con admiración con gratitud y con dignidad. Queremos que estos espacios contribuyan a construir una atmósfera en la que pueda percibirse el cuidado que la ciudad tiene de sus ciudadanos para que estos sepan cuidar de su comunidad”
“Sólo una actitud generosa puede hacer que ese peculiar vínculo legal pero también afectivo, económico y cultural, moral y filial que une al ciudadano con la ciudad y al cual llamamos ciudadanía, forme ciudadanos maduros que al reconocer un entorno propicio para su realización consideren primero lo que pueden hacer por su comunidad antes de lo que ésta puede hacer por ellos”.
El concepto me parece plausible.
Muchos que vivimos y convivimos en Toluca nos quejamos de lo poco que hay que ver en la ciudad, de lo sucia que está o de los problemas de tránsito que ella entraña.
Pero no nos causa ningún pesar estacionarnos en cualquier lugar, aunque interrumpamos la vialidad. Soportamos muy bien tirar un papel en la acera o dejar nuestras bolsotas llenas de desperdicios en la vía pública. Sacamos a pasear a nuestros perros para que las banquetas sean el depósito de sus excrementos. Nos oponemos a los parques sean un espacio abierto al paso y a la convivencia. Y como norma, nos saltamos cualquier regla que nos imponga un comportamiento.
Y al no preocuparnos de nuestro entorno, dejamos que la ciudad se envilezca. Día a día.
Como ha ocurrido ya. Como si los habitantes de Toluca no quisieran a su ciudad.

Mi distrito electoral

Resulta que en el distrito electoral del que soy vecino y originario, que es el de Atlacomulco, el PRI va a postular al exgobernador Emilio Chuayffet Chemor.
El PRI, como todos sabemos, ha sido imbatible en ese distrito electoral federal durante poco más de ocho décadas. Por lo tanto, es fácil concluir que es muy probable que se convierta en diputado federal por Atlacomulco el expresidente municipal de Toluca, exsecretario de Educación, Cultura y Bienestar Social, exdirector general de Profeco, exdirector general del IFE, exsecretario de Gobernación, exdiputado federal y muchos otros ex más.
La cosa a mí no me simpatiza.
Ya. Me dirán que para ser diputado federal sólo se necesita ser ciudadano del estado que se pretende representar. Y responderé que tienen razón, que eso es lo que dice la ley.
Pero a mí sigue sin agradarme el asunto.
Porque si de por sí es difícil que un legislador oriundo o vecino del distrito que representa sea el portavoz de las inquietudes de sus conciudadanos y vecinos —la mayor parte del tiempo se olvidan de sus representados—, es más improbable que una persona sin identidad con ese distrito lleve al Congreso de la Unión —que es el caso al que me refiero— la voz de sus representados.
Desde luego, no me refiero a la capacidad de Chuayffet Chemor.
Me refiero a que alguien que ha nacido en un lugar distinto por el que pretende ser elegido es naturalmente profano a la filosofía de la vida del campesino de La Ánimas o del comerciante de Solís o de la madre de familia del Barrio del Progreso o del ganadero de Bombatevi. Incluso del profesionista de Acambay.
Los anhelos y la percepción partiocular de las cosas son distintas incluso entre cada uno de estos supuestos personajes, aunque compartan un espacio territorial.
Me preocupa también la posibilidad de empuejar el desarrollo regional. Unos lo han hecho desde sus curules en San Lázaro. Otros simplemente se han olvidado. Aún siendo nativos de la región y, por lo tanto, comprometidos con ella. No sé qué esperar de alguien que no tiene mayor amorío por la región que el hecho de que su partido o su voluntad lo hayan llevado a buscar una curul por un sitio distinto al de sus naturales afectos.

domingo, 8 de febrero de 2009

Me salió un defensor


Habíamos quedado en que el viernes había dado la puntilla al tema taurino. Ya pasó el aniversario de la Plaza México y por lo tanto también la de las protestas antitaurinas.
Pero no puedo omitir un último comentario. Porque sabrán ustedes que apareció un defensor, con argumentos económicos que no se me habían ocurrido —y debía haberlos pensado—.
Se trata de quien dice llamarse Arturo Pérez. Y escribe:
“Sr. gonzález (sic)
“Hace algunos años sus comentarios a favor de las corridas de toros me hubieran parecido dignos de linchamiento y escarnio, producto de mi ignorancia sobre el tema.
“Para nada me presento como un conocedor de las corridas de toros, pero éstas me han dejado de parecer un espectáculo sádico y enfermo. Ahora, me siento profundamente interesado en el tema.
“Para los pseudodefensores de los animales, que se presentan cada 5 de febrero en la Plaza México para gritar consignas huecas, queda decirles varias cosas:
“1.- El torero también se juega la vida, aunque a veces el toro no esté en optimas condiciones.
“2. La industria de la tauromaquia da empleos a miles de personas, desde los criadores hasta empresarios y empleados de las plazas.
“3.- Si cancelamos las corridas de toros, ¿qué pasaría con esta especie? ¿se criarían sólo para ser devorados en asados y hamburguesas?
“Si no hay corridas, lo más seguro es que mandaríamos a los toros de lidia a la lista de especies en peligro de extinción.
“Saludos”.
Servido. Y fin de la polémica. Que, por cierto, le debo a Brenda Peralta Orta. La susodicha, en un claro acto de provocación, me mandó la convocatoria a la mentada valla antitaurina, yo me enganché y los resultados ya los conocen mis cuatro lectores.

viernes, 6 de febrero de 2009

La puntilla

El acto de apuntillar es el último en la lidia de un toro. Consiste en rematar clavando la puntilla, una especie de puñal corto, en la parte posterior de los cuernos de la res, donde se ubica el cerebro. De ahí que cuando se vaya a terminar algo se diga “dar la puntilla”. Que eso es lo que hago hoy, luego de una semana de atender cuestionamientos, críticas y denostaciones de animalistas y antitaurinos. Va mi resto.
Rebeca Gil Pineda me escribió: “Creo que no puedes comparar las corridas de toros con el fútbol americano (donde todos los participantes son voluntarios). Yo sí estoy completamente en contra de las corridas de toros, sé lo que es un muletazo, una verónica, una gaonera, sé dónde surgen las corridas y cómo fueron evolucionando… y me parece que nada de eso justifica la tortura y matanza de animales que no pidieron estar ahí. Que entrañe historia y tradición? (sic) Eso qué? (resic) Ha habido innumerables tradiciones que fueron abolidas por entrañar sufrimiento o muerte, y las corridas de toros son un claro ejemplo. Personalmente estoy segura que la tauromaquia está perdiendo cada vez más afición, por obvias razones. En mi caso y aunque cuando era niña (edad a la cual te obligan a hacer muchas cosas que no quieres) me llevaban a ver las corridas, yo he roto con esa afición absurda en mis parientes y es una certeza que jamás les inculcaré algo tan degradante a mis descendientes. Saludos antitaurinos”.
Respondo: hasta ahora no sé de algún animal que haya pedido algo sin haber causado una conmoción. El argumento —semejante al de la niña obligada a ir a las corridas— se parece al de aquellos que dicen: “yo no pedí que me trajeran a este mundo”. Desde luego, Rebeca está en total libertad de decidir lo que inculcará a sus descendientes. No me opongo. Y quisiera saber a qué tradiciones que fueron abolidas —derogadas, sin vigencia— se refiere: ¿al sacrificio humano para ofrendar corazones?, ¿al empalamiento? Según recuerdo, la lapidación sigue vigente.
Lina Ochoa me escribió: “La diferencia entre la tauromaquia y el fútbol, es que en lo segundo no sufren y mueren seres inocentes”.
Y le pregunto: ¿a poco? ¿acaso no se ha enterado de las muertes de futbolistas —tanto de soccer como de americano— en pleno entrenamiento? A lo mejor es que esos muertos no eran inocentes… Por cierto, son unos actorazos cuando les dan un mal golpe o una patada bien puesta, porque para no sufrir hacen unos gestos de miedo…
Itzel dijo: “Ok, hoy fui a la valla antitaurina, estuvo tan buena como siempre, lástima que haya algunos que por enfermedad mental disfrutan viendo cómo se masacra y asesina a un animal”.
Y le digo que mi enfermedad mental es pública y notoria. Lo de que la valla haya estado “tan buena como siempre” es su opinión, sin ningún dato objetivo, como el número de los asistentes.
Al final llegó en mensaje de Maricarmen García. “Mi buen Felipe —me dice—, debo decir que también da gracia la forma en que inicia su nota llamada Repique inocente: Vallas antitaurinas. ‘Como lo anticipé anticipadamente en mi tercio de plana del viernes pasado’… ¿La fantástica redacción era con afán de darle más gracia a su nota?
“Pasando a lo importante, El tiempo que se tomó en escribir el artículo, el que gente brillante como Juan José Arreola pasara de ser un entusiasta taurino a un eterno arrepentido, o que ciudades como Barcelona se hayan declarado formalmente antitaurinas, que América Latina inicie el año con tres nuevas ciudades declaradas antitaurinas (esto por supuesto, desde la entraña del gobierno y de forma oficial, como en Barcelona), el que los Récords Guiness desacrediten cualquier acto donde se maltrate a un animal (hablando concretamente del niño torero), nos da la certeza de que este inútil espectáculo va en picada y quedará en el gusto de unos cuantos: los más viejos, los más retrógradas o los que necesiten en un mundo tan violento, divertirse con más violencia.
“Que se trata de una tradición, eso es indiscutible pero a lo largo de la historia la humanidad ha tenido que suspender muchas tradiciones en nombre de la evolución y el cambio”.
Y le respondí, vía correo electrónico —su formalidad lo merecía—: En efecto, como usted lo señala esa entrada era para ponerle gracia al asunto. Qué bueno que lo notó. Por lo demás, como lo señala, Barcelona se declaró antitaurina… pero eso no fue obstáculo para que se llenara la Monumental con el regreso de José Tomás.
Sobre la desaparición de las corridas de toros, pues sólo el tiempo pondrá todo en su lugar.
Y perdóneme, pero no puedo comparar la violencia —que se vive diariamente con el crimen organizado— con este espectáculo. Que le disgusta a muchos, no lo discuto. A mí me gusta. Es parte de mi libertad de elegir, como mi libertad de pensar o de expresarme. Como su libertad de elegir la defensa de los animales.
Puntilla (y punto).

miércoles, 4 de febrero de 2009

Penúltima de antitaurinos

Sus mercedes habrán de perdonar, pero sigo recibiendo mensajes de los antitaurinos y animalistas que se han inconformado contra el arriba firmante por haber dicho que las marchas y vallas antitaurinas me causaban cierta ternura. Mejor hubiera sido desdeñarlas. Así que espero que la andanada termine, dado que hoy es el aniversario número 63 de la Plaza México y esta es la época del año en la que hay mayor celo de los animalistas.
Por lo que a mí toca, volveré al tema mañana. Con tres respuestas pendientes.
Ahora, doy cuenta de dos mensajes, con su respetiva y breve respuesta.
Eduargo Garzón-Sobrado escribió: “Lamentable artículo…
“Es increíble que en pleno siglo XXI alguien pueda publicar una frase como: ‘que dejen que otros cuantos miles ejerzamos nuestro derecho a divertirnos como se nos pega la gana’, cuando dicho ‘derecho’ consiste en gozar con el terrible y gratuito sufrimiento ajeno, con la tortura y despedazamiento de un ser vivo e inerme, sensible y consciente! (sic)
“Qué triste es constatar que los demás países progresen y evolucionen mientras en el nuestro siguen habiendo espacios de expresión para gente de éste nivel tan bajo —si no nulo— de moralidad, de consciencia y de cultura, que persisten con inaudito cinismo en llamar a esta vilísima carnicería que son sus corridas ‘arte’ y ‘tradición’.
“¡Cualquier sociólogo, filósofo, historiador, artista etc.(sic), sabe que estas prácticas no son más que una masacre y una vergüenza, y los mexicanos debemos esforzarnos resueltamente por erradicar esta barbarie para siempre!”
Respuesta: No, no es increíble que se haya publicado la frase que redacté. Hay frases peor redactadas y nadie dice nada. Por lo demás, ejerzo mi derecho a la libertad de elegir cómo divertirme. Lo del “despedazamiento” me parece un exceso, porque despedazar significa “hacer pedazos un cuerpo” y eso nunca lo he visto en una corrida —una acepción de la Real Academia de la Lengua se refiere a despedazar como “maltratar algo no material”, pero no es el caso—.
Y, Eduardo, no sé a qué países se refiere; si es a países desarrollados, le informo que en el sur de Francia sigue habiendo corridas de toros. En China no, pero eso me parece natural porque nunca las ha habido. Lo del nivel de moralidad ni lo discuto: soy de la más baja ralea. Y mi cultura y la de muchos taurinos puedo presumir que es muy amplia.
Mensaje de Bernardo Cañarte. “Sr. Director del diario Portal, qué vergüenza que publiquen artículos como el de éste señor, fomentando la tortura y muerte de animales disminuidos para la diversión de alcoholicos y sádicos. Este espectáculo forma parte de residuos arcaicos deplorables, que están por desaparecer pronto en Europa; en la mismísma España, 71% de los ciudadanos los rechazan. Si siguen existiendo, es porque, como en México, son financiados y difundidos con recursos públicos, CON NUESTROS IMPUESTOS, que quisiéramos ver empleadosen (sic) la educación, la salud, y en la verdadera cultura! Si existiera la democracia en este país y se hiciera un referendum, hace muchoque (sic) no tendríamosque (sic) tolerar que en nuestro país, donde el principal problema junto con la pobreza es la violencia, se siguieran llevando a cabo estas actividades que están íntimamente ligadas con la criminalidad y la violencia familiar; la policía de todos los países civilizados lo saben y lo han probado desde hace 30 años, pero aquí seguimos hundidos y dominados por mafias e intereses que están por encima del derecho. ¡Hay que terminar con esto YA!”
Mi respuesta: Lo de alcohólicos no se lo admito. Hasta ahora a ninguna plaza a la que haya asistido he visto que la totalidad del público termine ebrio. Lo de que desaparezca la fiesta brava está por verse —a menos que el señor Cañarte tenga poderes adivinatorios—. Y lo de que se “financian y difunden” con nuestros impuestos es un despropósito sin fundamento. Me encantó lo de la tolerancia y la violencia familiar: si 70 por ciento de los mexicanos nunca ha ido a una corrida de toros —según la encuesta que me envío otro antitaurino— y en 70 por ciento de los hogares mexicanos hay violencia, es fácil deducir la inexistente relación corrida de toros-violencia intrafamiliar.
La inexistencia de la democracia se la dejo como tema a partidos, políticos y gobiernos.
Y mañana, con las últimas respuestas, le daré la puntilla a este debate.

Otra antitaurina

Que dice llamarse Daniela López se tomó la molestia de escribirle un correo electrónico a un idiota como yo.
A continuación el mensaje. Con una advertencia: hay violencia verbal y veladas amenazas, demasiadas para una persona que es defensora de los animales. Daniela López me dice:
“Es una pena que personas como tú estén en los medios de comunicación. Y es que por mas trato de entenderlos, no puedo, necesitaría empequeceñer (sic) mi cerebro o tal vez podría si me volviera igual o mas (sic) idiota que tu. Todos ustedes me dan asco, eso de que las manifestaciones te causan gracia, ternura y algo de piedad; eso es pura basura; para disfrutar de ‘espectaculos’ (sic) como ese se necesita ser totalmente insensible, cruel e imbécil. Mejor deberíamos de torturarlos a ustedes, eso si (sic) sería divertido.... no, mejor a su familia enfrente de ustedes, jaja eso aun sería mas (sic) divertido, definitivamente me causaría mucha gracia, no lo sé, el solo verte sufrir o que implores piedad me haría sentir tanta ternura. Pero sabes que, si algo no tendría sería piedad por personas como tú.
“Tal vez sería mejor cambiar nuestros intereses, y en vez de enfocarcarnos (sic) a luchar por los derechos de los animales, deberíamos de enfocarnos a impartir cerebros a personas huecas, y un corazón a esos insensibles que abundan.
“Dices que debe prevalecer el respeto; comiencen ustedes mismos respetando la vida de otros seres vivos, y luego hablamos.
“¿Quieres divertirte?, perfecto hazlo, estás en tu derecho, pero no con el sufrimiento de un animal, porque ellos también tienen derechos, como todos. O que, ¿eres un ser supremo?.... no, no lo eres. Aterriza. Los animales no están para tu servicio ni para el servicio de nadie.
“Así que ubicate! (sic)”.
Y mi respuesta es:
Me encanta la tolerancia de los antitaurinos. Particularmente porque son capaces de defender “los derechos” de los animales —que todavía no sé cuáles son, ¿votar?, ¿respirar?, ¿educación?— pero no se detienen cuando se trata de proferir amenazas de “torturar” a otros seres humanos.
Sobre la posibilidad de que Daniela López —y los antitaurinos— me hagan el favor de “impartir” otro cerebro, pues agradezco mucho la buena intención, pero el que tengo funciona a la perfección. El “corazón” para volverme sensible de plano no se los acepto, porque hasta donde sé este músculo sólo sirve para bombear sangre y nada tiene que ver con la romántica idea de que genera los sentimientos.
Y para finalizar, respondo a la joya de que “los animales no están para tu servicio ni para el servicio de nadie”. Yo, que me críe en un pueblo, puedo dar testimonio de que los animales son muy útiles cuando están al servicio del hombre —ni hablo de la alimentación— como bestias de carga, de transporte, de tiro o de guardia, con su pelaje como materia prima para elaborar tejidos, como fuente de ingresos extraordinarios, para comunicarse, divertirse e incluso fertilizar…

lunes, 2 de febrero de 2009

Respuesta al antitaurino

Que se tomó la molestia de dedicarme una parrafada y que dice responder al nombre de Israel Miguel Arriola Toiber.
Y todo porque hace 15 días en este tercio de plana reafirmaba mi afición taurina en estos términos: “Deben saber que son aficionado taurino… miembro de ese grupo de bárbaros que se divierten gritando oles a un grupo de personas que torturan a un toro de lidia con capotes, muletas, banderillas, caballos, picas y rejones… De esos cerriles e inhumanos sujetos formo parte… Soy elemental. Casi se diría que como un salvaje aborigen de esos que ya no existen ni en Sumatra y Java…”. Y al martes siguiente, el 20 de enero para ser precisos, le dediqué unas líneas a las anuales vallas antitaurinas.
Eso dio motivo a la carta que sigue, textualmente:
“Señor:
“sepa usted que ninguna tradición justifica la tortura y muerte de un animal. Piedad es la que nos dan los aficionados a la tauromaquia, pues gozar con el sufrimiento de otro ser no se explica más que como una actitud enferma.
“Cuando habla de respetar los gustos de los demás, los taurinos deberían empezar por respetar los intereses básicos de los toros inocentes; pero en fin, tal vez sobren mis palabras ante las minorías, o sea los taurinos. Igonorante no es el que no sabe, sino el que no quiere aprender.
“Si quiere tocar el tema nuevamente le sugiero que primero se informe bien de la labor de la causa animalista, para que después pueda opinar con argumentos y no con tonterías. Le adjunto un archivo sobre unas encuestas, en las cuales queda demostrado que no somos unos cientos los mexicanos que proponemos la abolición de la tauromaquia, sino unos cuantos millones... aproximadamente 80. ¿le parecen poquitos?
“Por la manera en que usted se expresa, no puedo esperar que cambie su postura y eso solo me provoca lástima. Pero igual no me importa mucho, pues los 'taurinos' son minoría.
“El que ríe al último ríe mejor. Su 'histórica tradición' está destinada a desaparecer. Espero que cuando eso suceda los taurinos no sufran, sino que más bien hayan corregido su postura y creado conciencia.
“Recuerde que cada día somos más y no hay vuelta atrás. No hay antitaurinos que se vuelvan taurinos, pero sí muchos taurinos que se vuelven antitaurinos. ¿qué raro verdad? por algo ha de ser.
“Las tradiciones absurdas, retrógradas, sádicas y tontas están destinadas a desaparecer. No se olvide de nosotros, porque va a soñarnos cada día más.
“Le conviene más escribir por causas justas que promuevan la convivencia armónica entre todos los habitantes. Su propia dignidad y la del país se lo agradecerán”.
Y termina el citado Israel Miguel Arriola Toiber.
Debería responderle punto a punto. Pero antes diré que yo ya me había declarado un salvaje, cerril y bárbaro, por lo tanto… enfermo, no era necesario que me lo recalcara, porque vieran que uno es bien sensible. Y enseguida, pues declaró solemnemente que a menos que lo diga un toro de lidia, nadie puede adjudicarse la potestad de señalar cuáles eran sus “intereses básicos” de este ser vivo —no sé si decirle “persona”—.
Lo de las encuestas [de Parametría]… me viene guango: la pregunta es: “¿a usted le gustan las corridas de toros?” y en 70 por ciento de los casos la respuesta es no. Otra es: “En su opinión cuál de las siguientes frases describe mejor lo que es una corrida de toros?” Y la respuesta de 68 por ciento de los casos es “Las corridas de toros son un evento (sic) donde se maltrata a los animales”. Ambas respuestas consistentes con un 72 por ciento que dice que nunca ha ido a una corrida de toros. Y con la que sigue: 82 por ciento opina que los animales tienen derechos.
Y me viene guango porque según la misma encuesta, a 26 por ciento le gusta las corridas de toros… contra 12 por ciento de mexicanos a los que les gusta el basquetbol, siete por ciento el beisbol, 4.2 el atletismo, 4.1 por ciento la natación y 2.1 el futbol americano, según una encuesta de Consulta Mitofsky.
Por cierto, no encontré por ninguno lado de la encuesta la petición de abolir la fiesta de los toros. Y espero tener noticia de los millones de mexicanos que fueron a la valla antitaurina convocada para el 1 de febrero pronto aparezca, porque para ser tantos, fueron muy discretos.