viernes, 13 de febrero de 2009

Lapidamiento

No crean que la derrota de la selección mexicana de futbol ante su similar estadunidense va a pasar inédita en este tercio de plana.
Por supuesto que la oprobiosa derrota que nos infligieron los jugadores gringos merece la crucifixión de todos y cada uno de los jugadores y miembros del equipo técnico del combinado nacional.
A grandes males, grandes remedios. Por supuesto, que el arriba firmante preferiría la hoguera como método para castigar a quienes han ocasionado una nueva mácula en los enfrentamientos de mexicanos contra estadunidenwses —creo que no ganamos una batalla desde El Álamo—. La hoguera es bonita y educativa, con tonos rojizos y amarillentos.
Aunque hay un mexicano al que especialmente habría que lapidar. Que es una forma muy tradicional y tumultuaria de cobrar la vida de alguien. Lo digo porque a a estas alturas debe haber muchos mexicanos que querrían apedrear a Rafael Márquez.
No porque sea un mal jugador, sino porque tiro por viaje sale expulsado de esta clase de partidos.
Lo expulsaron en el 2001 en un partido contra Trinidad y Tobago. Le enseñaron la tarjeta roja en un partido contra Estados Unidos en 2002. Lo mandaron a las regaderas en un juego contra Argentina en 2005. Y el año pasado acumuló suficientes tarjetas amarillas en un juego contra Jamaica como para perderse un partido.
Márquez —oriundo de Zamora, Michoacán— se disculpó con la afición mexicana en estos términos: “Me equivoqué, dejé al equipo en inferioridad, quizá cometí el error de echar a perder todo el trabajo que se venía haciendo en la semana”.
Pero nadie quita el zapatazo artero que me metió al portero de Estados Unidos. Directo y sin escalas. Como si quisiera que lo expulsaran para regresar ipso facto —que aunque suene feo no es ningún insulto— a Barcelona, que dicen que es una ciudad muy pipirisnais.
El lapidamiento en cuestión tendría además la connotación de que el defensa central es el capitán del equipo mexicano.
Y sin duda significaría una llamada de atención. Lo que se denomina un ataque preventivo —como los que se hacen en busca de armas químicas—.
Para que don Sven y sus muchachos le midan el agua a los camotes.

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