viernes, 6 de febrero de 2009

La puntilla

El acto de apuntillar es el último en la lidia de un toro. Consiste en rematar clavando la puntilla, una especie de puñal corto, en la parte posterior de los cuernos de la res, donde se ubica el cerebro. De ahí que cuando se vaya a terminar algo se diga “dar la puntilla”. Que eso es lo que hago hoy, luego de una semana de atender cuestionamientos, críticas y denostaciones de animalistas y antitaurinos. Va mi resto.
Rebeca Gil Pineda me escribió: “Creo que no puedes comparar las corridas de toros con el fútbol americano (donde todos los participantes son voluntarios). Yo sí estoy completamente en contra de las corridas de toros, sé lo que es un muletazo, una verónica, una gaonera, sé dónde surgen las corridas y cómo fueron evolucionando… y me parece que nada de eso justifica la tortura y matanza de animales que no pidieron estar ahí. Que entrañe historia y tradición? (sic) Eso qué? (resic) Ha habido innumerables tradiciones que fueron abolidas por entrañar sufrimiento o muerte, y las corridas de toros son un claro ejemplo. Personalmente estoy segura que la tauromaquia está perdiendo cada vez más afición, por obvias razones. En mi caso y aunque cuando era niña (edad a la cual te obligan a hacer muchas cosas que no quieres) me llevaban a ver las corridas, yo he roto con esa afición absurda en mis parientes y es una certeza que jamás les inculcaré algo tan degradante a mis descendientes. Saludos antitaurinos”.
Respondo: hasta ahora no sé de algún animal que haya pedido algo sin haber causado una conmoción. El argumento —semejante al de la niña obligada a ir a las corridas— se parece al de aquellos que dicen: “yo no pedí que me trajeran a este mundo”. Desde luego, Rebeca está en total libertad de decidir lo que inculcará a sus descendientes. No me opongo. Y quisiera saber a qué tradiciones que fueron abolidas —derogadas, sin vigencia— se refiere: ¿al sacrificio humano para ofrendar corazones?, ¿al empalamiento? Según recuerdo, la lapidación sigue vigente.
Lina Ochoa me escribió: “La diferencia entre la tauromaquia y el fútbol, es que en lo segundo no sufren y mueren seres inocentes”.
Y le pregunto: ¿a poco? ¿acaso no se ha enterado de las muertes de futbolistas —tanto de soccer como de americano— en pleno entrenamiento? A lo mejor es que esos muertos no eran inocentes… Por cierto, son unos actorazos cuando les dan un mal golpe o una patada bien puesta, porque para no sufrir hacen unos gestos de miedo…
Itzel dijo: “Ok, hoy fui a la valla antitaurina, estuvo tan buena como siempre, lástima que haya algunos que por enfermedad mental disfrutan viendo cómo se masacra y asesina a un animal”.
Y le digo que mi enfermedad mental es pública y notoria. Lo de que la valla haya estado “tan buena como siempre” es su opinión, sin ningún dato objetivo, como el número de los asistentes.
Al final llegó en mensaje de Maricarmen García. “Mi buen Felipe —me dice—, debo decir que también da gracia la forma en que inicia su nota llamada Repique inocente: Vallas antitaurinas. ‘Como lo anticipé anticipadamente en mi tercio de plana del viernes pasado’… ¿La fantástica redacción era con afán de darle más gracia a su nota?
“Pasando a lo importante, El tiempo que se tomó en escribir el artículo, el que gente brillante como Juan José Arreola pasara de ser un entusiasta taurino a un eterno arrepentido, o que ciudades como Barcelona se hayan declarado formalmente antitaurinas, que América Latina inicie el año con tres nuevas ciudades declaradas antitaurinas (esto por supuesto, desde la entraña del gobierno y de forma oficial, como en Barcelona), el que los Récords Guiness desacrediten cualquier acto donde se maltrate a un animal (hablando concretamente del niño torero), nos da la certeza de que este inútil espectáculo va en picada y quedará en el gusto de unos cuantos: los más viejos, los más retrógradas o los que necesiten en un mundo tan violento, divertirse con más violencia.
“Que se trata de una tradición, eso es indiscutible pero a lo largo de la historia la humanidad ha tenido que suspender muchas tradiciones en nombre de la evolución y el cambio”.
Y le respondí, vía correo electrónico —su formalidad lo merecía—: En efecto, como usted lo señala esa entrada era para ponerle gracia al asunto. Qué bueno que lo notó. Por lo demás, como lo señala, Barcelona se declaró antitaurina… pero eso no fue obstáculo para que se llenara la Monumental con el regreso de José Tomás.
Sobre la desaparición de las corridas de toros, pues sólo el tiempo pondrá todo en su lugar.
Y perdóneme, pero no puedo comparar la violencia —que se vive diariamente con el crimen organizado— con este espectáculo. Que le disgusta a muchos, no lo discuto. A mí me gusta. Es parte de mi libertad de elegir, como mi libertad de pensar o de expresarme. Como su libertad de elegir la defensa de los animales.
Puntilla (y punto).

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