miércoles, 24 de diciembre de 2008

Felicitaciones navideñas

Se supone que en esta fecha debería felicitar a mis cuatro lectores.
Ya saben, desearles toda clase de parabienes, alegría y felicidad, buena compañía, salud, fiestas familiares formidables, que se realicen sus deseos… la retahíla de costumbre en esta época.
Pero a como están las cosas, no sé si será lo mejor.
Digo, porque aunque nuestras autoridades se empeñen en negarlo, los mexicanos de a pie resentimos ya la crisis económica, el desempleo, el alza de los precios de productos básicos y combustibles, los paros técnicos, la delincuencia, el crimen organizado, las ejecuciones, las decapitaciones y otras lindezas por el estilo, que nos orillan a una preocupación y zozobra constante.
Sólo quienes tienen resuelto su futuro —y el de sus familias— no se preocupan en lo absoluto.
Pero son los menos. Como uno por ciento de los mexicanos.
El resto, en menor o mayor medida estamos preocupados por lo que vendrá después de que terminen las fiestas y regresemos a la cotidianidad. Algunos, de hecho, no dejarán de preocuparse ni un momento. En fiestas o fuera de ellas.
Hasta las autoridades —del DF— advierten que con la crisis podrían repuntar delitos como el robo. Además de la economía informal —refugio de los que quieren vivir decentemente, pero no pueden con toda la tramitología gubernamental—.
Tampoco quiero ser un ave de mal agüero. Ni plantear un escenario casi apocalíptico en el que nos va a ir del cocol.
Y aunque así fuera, mi generación y otras más hemos estado acostumbradas a la crisis recurrente —si no es que permanente—. De las que hemos salido con ración doble o triple de trabajo.
Supongo que esta no será la excepción.
Así que no está de más felicitar a mis cuatro lectores:
En estas fechas festejamos Navidad, que sea una fiesta llena de dicha para todos ustedes. Y el Año Nuevo tenga consigo no sólo crisis, sino una esperanza de éxito y prosperidad. Toda la ventura y felicidad para ustedes en el camino del año que se inicia.
¡Felicidades!

martes, 23 de diciembre de 2008

Hacer una fortuna por internet

Por enésima ocasión en el año, me escriben desde lo más profundo de África para decirme que necesitan mi ayuda urgente para obtener la nada despreciable cifra de 25 millones de dólares, que es mucho más dinero del que espero ganar sobándome el lomo durante toda mi existencia.
El remitente de tan jugosa y atractiva oferta es un tal Akbar Shykh, que dice ser Bill and Exchange manager —que quién sabe qué demonios sea eso— del Bank of Africa, en Oauagadougou, que es la capital de Burkina Faso, un país que hace unos años se llamaba Alto Volta.
Según el relato del tal directivo bancario, uno de sus clientes pasó a morirse en un accidente aéreo con toditita su familia, quedando sin descendencia ni ascendencia visible, porque los 25 millones de dólares que tenía en 2003 carecen de dueño.
Amablemente, el tal mister Shykh ofrece 40 por ciento de los fondos con solo ayudarle a obtener la cuantiosa cantidad. Él, desde luego, obtendría el 60 por ciento restante.
Claro, antepone lo que llama “ética profesional” —que ha usado para administrar una cuenta de este tipo— para manejar con sigilo la operación de transferencia.
Y sólo pide que le mande un fax para solicitar el dinerito.
¡Ah! Y también algo de información personal. Ya saben: nombre, dirección, nacionalidad, edad, sexo, ocupación, estado civil, teléfono y fax. Cualquier cosa.
Y ya. Así se puede uno ganar 25 millones de dólares.
Claro que no es la primera vez que un supuesto funcionario del Banco de África pide urgentemente mi ayuda. Además de Burkina Faso, me han llegado de Polonia, Kenia y Costa de Marfil.
Unos administran dinero de un acaudalado personaje, otros de un opositor al gobierno, algunos de un alto exfuncionario, otros de hijos e hijas desamparadas, enfermos al borde la muerte que me han elegido como heredero… En fin, un montón de supuestos.
Desde luego, yo quisiera volverme rico de la noche a la mañana. Y supongo que el hecho de haber respondido a los test de inteligencia en internet me ha hecho candidato a una estafa monumental.
Igual que en los resultados de sorteos que llegan por mensaje de texto al teléfono celular o vía telefónica.
Que de haber respondido ya me habría ganado, además de millones de dólares, autos, teléfonos, casa y mil y un premios más. Nomás que no se me da la gana. Ya ven como es uno de contreras.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Zapatazos a Bush


Yo ya le di cuatro zapatazos al todavía presidente de Estados Unidos, George Bush. Claro, en un juego on line que se puede jugar en http://www.sockandawe.com/ y que es sumamente divertido.
Bush junior tiene grandes reflejos, pero no tantos como para evitar que le asesten un mandarriazo en todo lo que se llama face.
Hasta esta mañana de lunes le habían dado 47 millones y medio de zapatazos a Bush. Cuatro de ellos míos. ¡Gracias, internet!

Depresión navideña


Después de un largo examen de autoconocimiento —nótese lo importante que suena una cosa así—, descubrí porque mientras mucha gente se sume en la tristeza en esta época del año, a mí me viene guanga.
No están ustedes para saberlo, pero cuando la gente piensa en el año que termina, yo ya estoy concentrado en el 6 de enero, que es la fiesta de mi pueblo. Así que el cierre del año me tiene completamente sin cuidado. Lo que se pudo hacer, pues bien. Y lo que no, también.
Claro, hay una parte importante de la gente para la que la época navideña y el año nuevo significan momentos difíciles. Mucho más si pensamos en que este fin de año ha estado aderezado con una linda crisis económica —que dicho sea de paso, le debemos agradecer a los gringos—. Así que los momentos de angustia, la sensación de soledad o fracaso, típicos de la época combinados con la crisis económica, podrían incrementar los cuadros de depresión. El spleen, que aquellos poetas de mediados del siglo XIX.
Entiendo que la depresión navideña la padece hasta al 20 por ciento de los adultos. En México de acuerdo a la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica el 28.5 por ciento de la población presenta en su vida algún trastorno psiquiátrico donde el principal es la depresión. Los especialistas dicen que desaparece después de dos o tres semanas.
Así que si usted —uno de mis cuatro lectores, de acuerdo con la estadística— es de los que se sienten tristones porque viene la Navidad, este tercio de plana, en un inusual ejercicio de servicio a la comunidad —con información de la farmacéutica Novartis— les ofrece la siguiente información:
Tenga expectativas realistas, no hay que creer que por tratarse de Navidad o Año nuevo todos sus problemas desaparecerán como por arte de magia. No espere pasar una Navidad perfecta, porque de no ocurrir se deprimirá.
No viva en el pasado. Al arriba firmante las posadas le parecían más bonitas antes que ahora, porque todo tiempo pasado no fue mejor. Evite comparar estas fiestas con las de años anteriores. Concéntrese en el futuro y en las posibilidades que le traerá el nuevo año.
Mire a su alrededor. Si sólo piensa en usted y sus problemas, sólo logrará aumentar la tristeza.
No piense sólo en el dinero. Concéntrese más en las relaciones personales, que en el estado de la bolsa, el índice de desempleo y otras situaciones que no puede controlar. Como decía aquel comercial: regale afecto, no lo compre.
Cuidado con el alcohol. Recuerde que el alcohol es un depresivo y cuando toma en exceso, empeora el spleen.
Y por último, piense que ya vienen los reyes magos. Y aunque sea un cuerno retorcido, pero algo traerán.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Pululan

Hagan de cuenta que ya terminó el año.
Desde hoy un montón de gente sale de vacaciones. Como cuatro millones y medio de estudiantes y otro medio millón de burócratas de diverso rango y naturaleza, lo que significa que la tercera parte de la población mexiquense ha dado por terminado el año.
Considerando la porción de mujeres que se dedican a labores domésticas —y que no dejan de trabajar todo el año, pero permanecen mucho tiempo en su casa— y los menores y mayores de edad que tampoco tienen actividades productivas, pues algo así como dos de cada tres habitantes del estado libre y soberano de México comenzarán un merecido periodo de descanso. El resto, una minoría seguirá con sus labores cotidianas. Es decir, fregándose el lomo para comer.
Pero que dos de cada tres se vayan a descansar —o algo parecido— no significa que el resto tendremos una especie de remanso de paz y tranquilidad.
En realidad estas son fechas en donde un montón de gente anda en la calle haciendo quién sabe qué, pero seguro que molestando, porque no se puede explicar de otra manera que una multitud se ponga de acuerdo para ir, por ejemplo, a un centro comercial so pretexto de adquirir regalos para la temporada o dedicarse simplemente a malgastar su aguinaldo.
Los autos, al igual que las personas, pululan en las principales calles y avenidas, como si la gente no tuviera otra cosa que hacer que pasearse o salir con cara de admiración permanente por el alumbrado navideño o por la gran cantidad de personas que al igual que ellos salen a ver qué encuentran.
Y las que uno avizora como vacaciones del resto de la humanidad, como una dosis de calma, se convierten en un borlote urbano que para qué les cuento.
Alguien debería pensar en que las vacaciones de esos millones de esforzados mexiquenses que dejan de trabajar a partir de hoy debería incluir una visita a una playa o un centro turístico tan imponente como Valle de Bravo o Ixtapan de la Sal, de modo que dejaran la ciudad capital del estado de México vacía y sola, a merced de la clase trabajadora —que con todo y despidos todavía la hay—.
Es decir, para que no incordiaran cuando uno está trabajando y el resto de fiesta en fiesta.
Porque aunque uno está acostumbrado a trabajar hasta en días feriados, siempre despierta un poco de resentimiento.
Como sea, los que se van de vacaciones reciban mis mejores deseos. Y que el pavo o lo que vayan a cenar se les indigeste.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Trapecistas por venir


Por estos días comienzan las vacaciones en el sector público, un periodo que he visto con envidia durante muchos años, porque mientras el servicio público descansa, el resto de los mortales chambeamos como desesperados, más en estos tiempos en los que es necesaria una jornada de 16 horas para sobrevivir.
También por estos días muchos servidores públicos se llevarán sus chivas a otra parte. No porque los vayan a correr por ineptos e indolentes —una cosa que todos sabemos que se da mucho en algunas oficinas del sector público—, sino porque muchos de ellos renunciarán a la comodidad de una oficina y salario de primer nivel para ir en pos de algún cargo público.
En una práctica harto conocida como trapecismo político.
Es decir, saltar de cargo en cargo y seguir viviendo del erario público hasta que la suerte, el compadrazgo o los electores —estos en última instancia— lo permitan.
Conozco casos de servidores públicos —debería decir políticos profesionales— que llevan décadas saltando de cargo en cargo. No les importa si hoy son parte del engranaje, pasado se sacrifican en un cargo de honrosa medianía y mañana están en la cima. Y así, durante 20, 30 o 40 años.
Y son, desde luego, consumados trapecistas sin red que nunca caen… y si les llegase a ocurrir un accidente, caen de pie, sin un rasguño y dispuestos a seguir en donde los pongan. Por su máxima es yo no pido que me den, sino que me pongan donde hay. Además de creer firmemente que —como diría El Filósofo de Güemez— en la política, como los frijoles: arriba o abajo, pero adentro de la olla.
Pues así. Demasiado entrenamiento y conocimiento de este circo de tres pistas que se llama política.
La salida de puestos gubernamentales de muchos políticos comenzará cuando inicie el año. Desde luego, una vez que hayan cobrado su voluminoso aguinaldo —dos meses de salario—, prima vacacional y gratificaciones correspondientes a un año de arduo trabajo. Que sólo ellos pueden glorificar.
Las renuncias dejarán espacios para que lleguen caras conocidas a puestos gubernamentales prominentes, que apenas se asomen rostros y nombres nuevos a las candidaturas y que, al estilo del Gatopardo, todo cambie para que todo siga igual. Luego, muchos estaremos pendientes de la selección de candidatos, los ires y venires de nombres —dicen que algunos ya palomeados— conocidos y por conocer.
A aquellos que ya esperan su turno en el trapecio, mi admiración profunda: suelo ser cínico, pero me doy cuenta de que hay niveles…

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El zapatazo a Bush

Una encuesta revela claramente los sentimientos del mundo mundial hacia George Walker Bush Pierce: abominación casi unánime. Una encuesta mía desde luego.
Para muchos George W. Bush no es sólo responsable de la ola de terrorismo a nivel internacional que trajo consigo su guerra preventiva, sino también de la crisis financiera internacional que agobia a naciones pobres y ricas por igual.
El cuadragésimo tercer presidente de Estados Unidos tiene ante sí un sentimiento de reprobación generalizado. En su propia nación, desde luego, y en Medio Oriente mucho más… con la honrosa excepción de Halliburton de Dick Cheney y los contratistas que recibieron millonadas por la reconstrucción de Irak y la explotación petrolera.
Una forma de muy clara de medir el sentimiento de repulsión que despierta mister Bush es el ofensivo gesto de lanzarle un zapatazo, que protagonizó un periodista iraquí. Pero más todavía sus consecuencias.
Los zapatos de Montazer al Zaidi —el periodista de marras— ya tienen precio: un exentrenador de futbol de la selección de Irak ha ofrecido 100 mil dólares por ellos. Y un anónimo ciudadano saudí —que no debe ser tan anónimo ni tan ciudadano de a pie— le ha puesto precio al ya inolvidable calzado, en la nada despreciable cifra de un millón de dólares.
Es decir, casi nada por un par de zapatos que salieron volando sin dar en el blanco, que era desde luego el presidente de Estados Unidos, cuyo periodo está a punto de terminar, pues escasamente le quedan 34 días de gobierno. Lapso en el que la esperanza global —que bonita palabra, ¿verdad?— es que no vaya a hacer una de las porquerías a las que nos tuvo acoostumbrados durante ocho largos años.
El caso es que no creo que en toda la historia se haya ofrecido una cifra semejante por un par de zapatos.
Pero el coleccionista o crítico hostil al presidente de Estados Unidos que consume una compra de esta naturaleza podrá presumir para la posteridad una de las armas de destrucción masiva que el propio George W. Bush presumía que existían a raudales durante el régimen de Saddam Hussein. Y que nunca encontraron.
Hasta que llegó la última visita de mister Bush junior a Irak.
Después del 20 de enero, quién sabe qué más le puedan lanzar al presidente gringos más repudiado de la historia.

martes, 16 de diciembre de 2008

El Pee wee


Si esperan alguna alusión al campeonato del Toluca conseguido el domingo pasado en La Bombonera, pueden esperar sentados. No la habrá. No tengo la menor intención. ¿Ustedes creen que un aficionado al Cruz Azul puede tener algo más que agrios comentarios y un áspero humor?
Pues eso. Que mejor de futbol, ni hablar.
Mejor les cuento que como buen guadalupano, estuve pendiente de Las Mañanitas que el guadalupanismo de Televisa nos hace favor de transmitir año con año. Pude observar como María Victoria hacía playback, escuchar el ¡tititititi! del grupo Caña Real, me admiré de la voz de Guadalupe Pineda, esbocé una sonrisa con la particular versión de La Guadalupana del hijo de Emmanuel y me dio un monumental retortijón cuando apareció en el escenario —es decir, en el altar— el cantante Piwi —creo que se escribe Pee Wee, pero para efectos de este tercio de plana lo escribiré como se me pegue la gana— disfrazado de indito de Corpus Christi o en su defecto de Madaleno, ese personaje del cine y la televisión mexicana que en su última etapa aparecía en el extinto programa El club del hogar —que en su última etapa condujo Paco Stanley—.
He leído que iba disfrazado de Juan Diego, aunque la jerga que le colgaron a manera de jorongo lo hacía ver más bien como Madaleno —lo pueden comprobar en you tube—. Y de haberle puesto unos huacales, estaba igualito que niño de Corpus Christi.
El caso es que Piwi salió a cantar una canción de la que no entendí ni jota. Estaba estupefacto. Anonadado.
Hasta que me dio el retortijón, que me despertó del impacto que estaba a punto de dejarme turulato para el resto de mi existencia —es decir, más todavía—.
Supongo que ustedes conocen a Piwi. Que alguna vez lo han visto, ya sea cantando la de Mi dulce niña o en el programa de televisión de los sueños esos, donde aparece domingo a domingo. Pues ya saben, Piwi es así, esmirriado, enclenque —mushi, dicen en mi pueblo— y con cara de niño, pero con bigotitos. Pues eso, nomás que con calzón de manta, camisa del mismo material y un metro de jerga roja con una bocamanga abierta a la mitad para que metiera la cabeza.
En pocas palabras, la imagen televisiva perfecta del nativo de estas tierras en la época de San Juan Diego.
El retortijón se me convirtió en un dolor de caballo del que todavía no me repongo. Sin duda que ha sido una de las impresiones más graves de mi existencia.
Con decirles que no se me quitó ni cuando Alejandro Vela falló el penalti de la derrota.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Ponche con piquete

La semana pasada arrancó el maratón Lupe-Reyes, que por haber tenido como ingrediente adicional a la final del campeonato mexicano de futbol tiene este lunes a docenas de personas como arañas fumigadas.
Sí, porque quien se precie de ser un fervoroso seguidor de esta competencia de resistencia que se prolonga hasta el mes de enero debe haberle hecho los honores a un partido de futbol tan importante como el que se jugó entre Toluca y Cruz Azul este domingo —cuyos comentarios me reservo nomás porque se me da la gana—. Fue, si me permiten, el pretexto perfecto para ponerse hasta la manitas, ya sea porque el Toluca resultó campeón o porque el Cruz Azul terminó derrotado o simplemente porque el equipo favorito de cualquier fulano de tal no estaba en la final.
Así que las hordas de aficionados que se dejaron llegar desde la nueve de la mañana a La Bombonera tuvieron tiempo suficiente para remojar su afición al futbol en cerveza y luego celebrar o lamentar a gusto el resultado del partido y del torneo entero. Después, bajo los efectos de las endorfinas propias del momento, se lanzaron a las calles a festejar el campeonato —incluso en el techo de autobuses—.
Y de ahí a las posadas hay una cruda de distancia. La de hoy. Si la dejan llegar, desde luego.
Las posadas, como todos sabemos, son un novenario donde se acostumbran las reuniones en las que todos rezan y cantan la letanía correspondiente, los niños rompen piñatas y reciben aguinaldos y los adultos departen alrededor de una olla de ponche caliente, a la que nunca le falta un alma caritativa que ofrece un ingrediente para combatir el frío que se resiente en estas tardes casi invernales: el piquete. Una sustancia mística sobre la que ni los más expertos se ponen de acuerdo sobre su composición o nombre comercial. Pero que es fundamental para que del 16 al 24 de diciembre la concurrencia mantenga el interés en el maratón y no ceje en su empeño de terminarlo.
Para ello desde luego que es fundamental que, como en este año, al 25 de diciembre siga un fin de semana como en el caso de este año. Lo que da un elemento providencial para continuar con las reuniones familiares y se dé el emplazamiento para las festividades de fin de año y naturalmente la cita para la rosca de reyes.
Y dar cumplimiento así como el maratón, para ir de fiesta en fiesta, contando desde luego con la colaboración de amigos, familiares y sonsacadores profesionales.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Transporte


Dice el maestro Eusebio Cárdenas que en Toluca tenemos un rezago de 20 años en el transporte público de pasajeros. En otras regiones de la entidad el rezago debe ser mayor, y basta recordar a los tristemente célebres chimecos, para darse un quemón.
Pero en el caso de Toluca tiene razón. En los últimos 20 años en que he estado yendo y viniendo por la capirucha del estado de México, el transporte no ha cambiado… aunque hay que admitir que ha cambiado de color, porque las viejas unidades de Colón Nacional, 2 de Marzo, Adolfo López Mateos y el resto de líneas que han aparecido en estos años han sido sustituidas por otras —naturalmente, porque todo por servir se acaba, no porque haya genuino interés de modernizar—, pero sus rutas permanecen intactas, sus prácticas de control también y la actitud de concesionarios y empleados sigue siendo la misma.
En otras ciudades mexicanas, en cambio, los sistemas de transporte —o movilidad, dicen los especialistas— han cambiado. Y las normas se cumplen.
Ahí está, por ejemplo, el Optibus de León. Un sistema de transporte troncal y masivo, que acabó con el hombre-camión, modernizó y eficientó el traslado de personas.
León tiene un millón de habitantes. No es una ciudad mucho más grande que la capital mexiquense, aunque sus autoridades en materia de transporte entendieron el problema y pusieron en marcha una serie de medidas que favorecen a usuarios y concesionarios. Tuvieron visión. Los usuarios tienen ahora un sistema de movilidad eficiente y rápido. A los concesionarios dejó de preocuparles si su camión salía a trabajar —o si su chofer chocaba—, pues sus ingresos estaban garantizados por su participación accionaria en una empresa con todas las de la ley.
No sé cuánto tiempo se tardaron en poner en marcha este sistema de transporte que opera desde el 2002 —el que tenga dudas, que indague sobre las “orugas”, como les dicen a los autobuses articulados leoneses—. Pero estoy cierto de que la autoridad supo convencer y los concesionarios entendieron e hicieron suya una oportunidad de negocio.
Supongo que en Toluca nos hacen falta las dos cosas: autoridades que sepan convencer y vender la idea y concesionarios —ahora sociedades anónimas— inteligentes que comprendan las bondades y utilidades a mediano y largo plazo de un sistema ordenado y controlado —ya verían cuánta lana se les fuga— de transporte.
Así que mientras esas sean las carencias, seguiremos viendo en la orgullosa capital del estado de México la guerra del peso, las carreritas por el pasaje, el desorden y la diversidad de criterios —que no de colores, que eso es lo único uniforme—.
Y nos seguiremos rezagando. Otro año y otro más.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¡Arg! Música cristiana en la calle

Soy de los que creen en la libertad de las personas para elegir la música que les pegue su regalada gana escuchar, dónde sea y cómo sea.
Si viajo en autobús, en taxi o en auto particular, no me importa en lo absoluto si el chofer tiene predilección por Los Panchos o Los Ángeles Azules, si le gusta la cumbia o prefiere el metal rock, si lleva música de César Costa o Marilyn Manson —que, por cierto, serían incapaz de distinguir—.
Pero de un tiempo a la fecha me causa escozor el fanatismo religioso de quienes se autoflagelan llevando consigo música e intérpretes que cantan loas propias de su religión.
Porque una cosa es la tolerancia musical o religiosa y otra muy distinta que lo pretendan a uno evangelizar en la vía pública con ritmos y letras propias de un templo, de la denominación que se les antoje, mis estimados cuatro lectores.
Resulta que con frecuencia voy al centro de la ciudad por cuestiones tan mundanas como comerme una torta en el respetabilísimo establecimiento denominado El Ojeis —con harta salsa—, adquirir las lucecitas para la navidad, acudir a un acto público-gubernamental o darme bola en Los Portales.
Así que con periodicidad —y a diferentes horas— paso por un establecimiento, cuyas características no revelaré, en el que por norma la animación musical, a todo volumen, consiste en canciones religiosas. Ya saben: ¡alabaré, alabaré!
Cuando pasaba por ahí, pensaba que se trataba de algún nuevo cantante con alguna canción desconocida. Pero tuve el tino de aplastarme en un sillón para que me dieran bola en un sitio al alcance de las potentes bocinas del negocio de marras. Y entre la lectura de Portal, alcancé a distinguir el contenido altamente autoflagelante de las canciones cuyo intérprete me honro en desconocer, aunque me gustaría descubrir su identidad —nomás por saber, porque las invectivas no se pueden quedar sin nombre—.
Me resulta imposible describir las melodías. Aunque estoy seguro que se trata de un antiguo y refinado tormento, inspirado en las más rancias tradiciones medievales, pues causa profundas heridas en los oídos y ofusca la mente, además de una zozobra que es la hora en que no se me quita.
Para que se hagan una idea, imaginen la música que les resulte más ofensiva —por ejemplo, yo pienso en RBD— y eso es ciento por ciento preferible al activismo religioso del dueño o empleados del establecimiento mercantil que refiero.
Y eso que creo en la libertad religiosa.

La final

Resulta ser que aunque me he declarado aficionado ultra del Atletas Campesinos —cosa que sostengo— es conocida de mis cuatro lectores mi preferencia por el Cruz Azul.
De modo que la final del futbol mexicano que se jugará esta semana me resulta satisfactoria.
Espero que el Cruz Azul gane, porque ha sido mi equipo favorito durante quién sabe cuántos años. Con esos mismos años me he dado cuenta de que no soy mucho del futbol. Ignoro, por ejemplo, cuál es la plantilla cementera que luchará por el campeonato mexicano. Sé que es pecado, pero en este torneo no he visto ni un solo juego del Cruz Azul.
Y sin embargo, espero que consiga el campeonato.
Aunque la historia de mi afición al Cruz Azul esté más llena de sinsabores que de victorias.
No se me olvida aquella final del torneo 80-81 en la que los Pumas ganaron el campeonato. Maldije al árbitro, lloré desconsolado, odie profundamente a la universidad nacional, le pegué a todo lo que me encontraba enfrente y estuve abatido el resto de la semana. Tampoco la final 86-87, en la que las Chivas me hicieron perder algún par de apuestas. Hasta aquella final en León, donde Carlos Hermosillo coronó a los cementeros después de un artero patadón del argentino Comizzo.
Después, Cruz Azul ha tenido campeonatos con arranque de caballo bueno y llega de burro flojo. Muchas esperanzas y pocos resultados.
Hasta ahora, que he llegado a dos finales consecutivas, haciendo que la afición albergue la esperanza de un triunfo.
Aunque yo no me hago ilusiones. Pero espero que la Máquina Celeste gane. Y consiga el noveno campeonato. Si no lo hace, no haré ninguna clase de tango. Escarmenté desde hace 20 años.
Y si gana el Toluca, me da igual.
Ahora, eso no significa que no acepte algunos envites… un desayuno, un refresco y lo que se vaya acumulando.
La cabellera desde luego no la apostaré por razones que no le incumben a nadie. Pero si alguien se anima, ai nos tamos dimos dando…

lunes, 8 de diciembre de 2008

¡Arre borriquillo, arre burro, arre!

Este fin de semana acudí a la venta nocturna en el centro de Toluca. De mirón, desde luego.
Me encontré a docenas de habitantes de esta capital del estado de México que son unos verdaderos jumentos cuando se trata de asuntos viales. Sí, porque todos nos quejamos de que en esta temporada es imposible circular en auto particular, taxi o autobús por Toluca y Metepec, pero basta abrir los ojos para observar a docenas de imbéciles que se estacionan en donde no deben, obstruyendo el tránsito. ¡Ah! Y se enojan cuando un agente de tránsito les indica —en buena o mala forma— que está prohibido estacionarse.
Los muy burros.

domingo, 7 de diciembre de 2008

¿Cuál crisis?

Desde hace años tengo la certeza de que cuando los funcionarios públicos se ascienden al primer o segundo nivel, empiezan a vivir una realidad que está fuera del alcance del mexicano promedio.
Basta leer sus discursos o ver sus actitudes para darse cuenta de que su México es diferente del México de los de a pie —alternar con ellos sólo permite confirmarlo—. Ellos pueden pedir paciencia frente a la inseguridad, exhortar a la población a ponerle más empeño en su trabajo para remar contra la crisis e incluso pedir que la gente haga una vaquita pa’ cooperar al teletón. Incluso, negar que estemos en recesión.
Como lo hizo la Secretaría de Hacienda este fin de semana. “Para la mayor parte de los especialistas, una recesión se tiene cuando se registran dos o más trimestres de crecimiento económico negativo de manera consecutiva, algo que no ha sucedido aún en Estados Unidos desde la década pasada ni en México desde 2001”, afirma la Secretaría de Hacienda.
En otras palabras: oficialmente no estamos en crisis.
¿Que a ustedes, estimados cuatro lectores, no les alcanza en dinero?, ¿que les parece que ya todo está más caro?, ¿que la gasolina ha tenido al menos 25 incrementos este año?, ¿que el pasaje ya subió?, ¿que con su salario compra menos de lo que adquiría a principios de este año?, ¿que alguien al que usted conoce ya perdió su trabajo?, ¿su empresa se ha visto forzada a recortar personal o reducir las jornadas de trabajo?, ¿ha tenido que modificar sus planes a corto y mediano plazo?, ¿le debe un dineral al banco?, ¿maldice la hora en la que recibió la tarjeta de crédito que lo tiene ahorcado?, ¿ahora alterna su trabajo con algo de medio tiempo o la venta de algún producto?, ¿tiene que hace horas extra pa’ que alcance?, ¿le echa más agua a los frijoles?
Pues quién sabe cómo se llame eso.
Ni crisis ni recesión.
Oficialmente.
Pero es que este es otro México. No lo olvide.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Tigres del norte


A mí me gusta la música norteña. La ranchera, de banda y tropical.
En esta materia mis gustos son eclécticos, porque incluyen el flamenco, el son cubano, la cumbia colombiana —e incluso la peruana, que se cuece aparte—, el country, la trova y muchos otros estilos nacionales y extranjeros.
Pero si se trata de escoger, Joan Sebastian, El Lobito de Sinaloa, Los Tiranos del Norte, Sergio Vega, Conjunto Primavera, Los Huracanes del Norte, Los Primos de Durango y docenas de grupos y solistas están en mi repertorio.
Que desde luego, incluye a Los Tigres del Norte.
De estos últimos me ha dado mucho gusto que hayan participado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un espacio habitualmente reservado para autores y editores. Y aunque seguramente en otras ocasiones han participado músicos y actores o actrices de todos tamaños, no tengo memoria de que un grupo populachero como los jefes de jefes hayan tenido participación en la mentada FIL.
Por si eso fuera poco, lo hicieron de la mano de uno de mis autores favoritos, el español Arturo Pérez-Reverte.
Por supuesto, la presencia de Los Tigres del Norte tuvo que ver con la novela La Reina del Sur, escrita por Pérez-Reverte —que a mi juicio es su novela menos atractiva—, que cuenta la historia de una narcotraficante mexicana afincada en España. Con todo y música norteña.
Hablaron —con Pérez-Reverte y Elmer Mendoza, al que algún día leeré— de Una épica de la frontera: música, pueblo y cultura.
Es decir, los que fueran músicos de cabaret y son eternos protagonistas de bailes populares, aparecieron en calidad de académicos. “Como no contamos con el lenguaje de estas dos personas [los escritores], trataremos de buscar las palabras adecuadas para expresarnos, porque nuestro trabajo no tiene nada que ver con esto. Nos daba temor estar acá, pero somos sinaloenses y expresivos”, dijo Jorge Hernández, el tigre mayor. Y agregó: “somos versátiles y en nuestras composiciones hay una infinidad de temas. Si seguimos vigentes después de tanto tiempo, es porque el pueblo nos cree. Lo único que hemos hecho es contar en una película que se vive todos los días”.
Como en aquellos días de Contrabando y traición, El Circo, El Celular, Pacas de a kilo, La camioneta gris, José Pérez León o El Muro.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Topergüer

No me sorprende que las empresas que venden productos por catálogo vayan a tener 50 por ciento más vendedoras en México debido a la ya conocida crisis económica, la de hoy, claro, porque algunos no hemos podido salir de las crisis en los últimos 30 años.
No me sorprende porque muchas mujeres mexicanas son industriosas y cuando ven que faltan unos centavos —o cientos de pesos— en su casa, buscan la manera de contribuir al ingreso familiar —con la anuencia explícita de sus familias o con un silencio cómplice—. Así, docenas de mujeres se han convertido en vendedoras de Topergüer, Avón, Fuler, Stanjom, Merriquey, Amgüey, Andrea, Íntima, y quién sabe cuántas marcas más de cosméticos, artículos para el hogar, zapatos, ropa, colchas y lo que se ofrezca.
Algunas tienen tanta suerte que convierten sus esfuerzos en verdaderos negocios. A otras les sirve para ganarse unos pesos, para algunas se convierte en un pasatiempo en el que ganaron dinero, y muchas desisten al no vender ni un bilé.
Pero para las futuras vendedoras por catálogo —incluso para las actuales—, el problema que viene es ¿a quién demonios le van a vender?
Porque si muchas de ellas se volvieron vendedoras porque las corrieron de su trabajo, muchas otras personas —y personos, dirían los promotores del “equilibrio” en el lenguaje— se están quedando igualmente sin trabajo, por consecuencia, sin ingresos… y a menos que sean unos idiotas redomados, no van a gastar el poco dinero que tienen en el perfumito, el recipiente, la crema o el edredón, a menos que les resulte una compra indispensable e inaplazable.
Y aunque muchas de esas compras se realizan en cómodos abonos, en estas circunstancias económicas de desempleo, bajos ingresos y alta inflación, a nadie le gusta que cada quincena aparezca la abonera —o el abonero, que también los hay varones— reclamando un pago pendiente.
No quiero ser agorero del desastre, pero el pesimismo económico me domina.
Claro, nunca falta la señora o el señor que le debe a medio mundo y sigue comprando por catálogo a cuanto fulano se le pone enfrente. Es que una de la debilidad de los mexicanos es que no sabemos decir no y mucho menos cuando un conocido nos ofrece “en pagos” un par de zapatos o un termo.
Pero como dicen, el Sol sale para todos, y aunque haya un verdadero ejército de vendedoras por catálogo, no faltarán compradores que hipotequen sus magros ingresos.
Aunque esos clientes serán menos. De eso estoy seguro.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

En esta crisis, a ver quién se atreve, parte dos

Resulta que los gerentes ejecutivos de los tres grandes fabricantes de autos en Estados Unidos propusieron reducir sus salarios a un dolar al año con la esperanza de recibir un préstamo de emergencia del Congreso estadunidense. El sacrificio no es nuevo, un directivo japonés anunció
una medida semejante.
En el caso gringo, Ford, Chrysler y General Motors necesitan —informa la BBC— entre los tres 34 mil millones de dólares para evitar el cierre de sus fábricas. Y el anuncio de sus directores es, antes que todo, político.

Todos los días se muere gente buena


Todos los días. Unos más buenos que otros. Y lamenta esta muertes. Aunque también hay casos en los que se muere gente que uno celebra… ya sea porque eran unos hijos de tales por cuales o porque sus padecimientos eran tales que era mejor que pasara al otro barrio.
En el caso de Carlos María Abascal Carranza, que se nos murió ayer, pues cada quien tendrá su opinión.
Yo lo conocí en el periodo de 1995 a 1997 cuando fue presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana —con mi cuate Fausto Beltrán como dirigente local— y me resultaba simpático. Como secretario de Trabajo y de Gobernación en el sexenio foxista, gracias a Dios no tuve tratos con él, aunque tuvo decisiones cuestionables, porque así es el servicio público: no se puede quedar bien con todos.
A Abascal Carranza no le hizo justicia la historia contemporánea, su yerro paternal de censurar Aura de Carlos Fuentes en la escuela de su hija, siendo secretario del Trabajo, fue una loza con la que cargó todo el sexenio. Y lo hizo ver como un hombre intolerante, fanático religioso y déspota. Cosas que creo que no era. Porque a pesar de ser rígido y católico practicante, no era —al menos en la época en la que lo conocí— autoritario ni un tirano.
La prueba está en que siendo líder del sindicato patronal más importante del país —que eso es la Coparmex, un sindicato— logró convencer al extinto Fidel Velázquez de la utilidad de firmar un acuerdo para la “nueva cultura laboral”, un documento que cambió la percepción de las factores de la producción entre sí. No se ha logrado traducir en una reforma a la legislación laboral, desgraciadamente.
Y no sé quién pueda presumir de haber convencido a don Fidel Velázquez.
Porque de absolutismos a absolutismos, el extinto dirigente de la Confederación de Trabajadores de México decía quítate, que ai te voy.
Recuerdo haber aprendido mucho de esas asambleas de Coparmex y de las conferencias e intervenciones de Abascal Carranza. También de otros otros fulanos de la Coparmex de los que otro día hablaré.

martes, 2 de diciembre de 2008

Chachalaca


Algunos ya lo sospechábamos. Otros tenían la certeza. Pero la mayoría lo ignoraba.
Es que la sola existencia de Foxilandia, ese lugar idílico donde no pasaba nada y todo iba viento en popa, ya era sospechoso. Como lo fue también que el hecho de aquel que sacó al PRI de Los Pinos fue incapaz de hacer a un lado a su amante, y luego su esposa, de las decisiones más trascendentales de la vida pública de este país llamado México.
Sólo lo que ha revelado la iglesia Católica —difundido por la revista digital Reporte Índigo— explica los hechos: el expresidente Vicente Fox padece “serios trastornos sicológicos”. El expresidente es “narcisista e histriónico”.
Lo dicho: para algunos era una sospecha, porque no es normal que un ser humano —así sea el presidente de la república— se comporte como se comporta Fox Quesada.
La revelación de la iglesia Católica tiene efectos para el intento de Vicente Fox se matrimoniarse con Martha Sahagún.
Pero trasciende al ámbito público, porque muestra la personalidad de un señor que nos gobernó seis años y que cometió yerros que hoy estamos pagando —como lo de la megabiblioteca o su intromisión en la elección de 2006—.
El narcisista, en una definición práctica —extraída de la wikipedia— “sobreestima sus habilidades y tiene una necesidad excesiva de admiración y afirmación. Estos desórdenes pueden presentarse en un grado tal, que se vea severamente comprometida la habilidad de la persona para vivir una vida feliz o productiva al manifestarse dichos rasgos en la forma de egoísmo agudo y desconsideración hacia las necesidades y sentimientos ajenos”.
Eso ocurrió y sigue ocurriendo con Vicente Fox, y no sé en qué medida con su amancebada pareja —el amancebado es para el catolicismo aquel que vive en pareja, pero sin boda religiosa—.
Porque a pesar de que El Vaticano ha establecido que para casarse necesita un permiso y someterse a tratamiento para superar su trastorno mental, Vicente Fox insiste en que se casará por la iglesia, llegando a fijar el lugar, el santuario de Covadonga, en Asturias, pueblo natal de su abuela materna y donde fue homenajeado hace poco —¿alguien duda de la necesidad excesiva de afirmación?—.
No podría afirmar que Vicente Fox se encuadra en una clasificación de enfermo mental, pero ahora estoy cierto que nos gobernó seis años un sujeto con serios problemas en la cabecita. Y que, entre otras cosas, por esos estamos como estamos: Él en su Foxilandia y nosotros en la ruina.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Mamarachos y mamarrachas

En la idea de ser políticamente correcto, algunos de nuestros políticos llegan al límite de demostrar que son completamente imbéciles y que carecen de asesores que los conduzcan por el camino de la razón.
Y no me refiero ni a los asuntos de seguridad pública ni a los funcionarios que cumplen 24 meses de “servir” al país hoy.
Me refiero a quienes se empeñan en tener un discurso “de género”, donde hagan alusión a los personos y las personas, los humanos y las humanas, los electores y las electoras, los jóvenes y las jovenas…
Como la diputada Alma Lilia Medina Macías, que ha tenido a bien lanzar la peregrina idea de consagrar el 2009 como “Año de la no violencia entre las y los jóvenes” (sic).
La diputada Medina y sus asesores —que entre todos deben cobrar una fortuna del erario público que los obligaría cuando menos a conocer correctamente el idioma español— deben ser ignorantes de que la palabra joven, y su plural jóvenes, son sustantivos y adjetivos neutros.
Joven, según la Real Academia de la Lengua Española significa: De poca edad o persona que está en la juventud.
Dicho de otro modo: jóvenes incluye a hombres y mujeres “de poca edad” o “que están en la juventud”.
Pero como se trata de dorar la píldora…
Hay que buscar congraciarse con los jumentos que creen que corrigiendo por sus pistolas el idioma cambian el equilibro entre hombres y mujeres, buscando simpatizar con algunas minorías que en conjunto forman un número considerable de electores y electoras que son un jugoso mercado para los miembros y miembras de los partidos políticos.
Y claro, siempre salen con su batea de babas de que el idioma es machista. O sexista. O que impide la igualdad.
Algunos de estos políticos lo hacen por una pretensión de género, pero otros por seguir el discurso que se impuso en el sexenio foxista —incluyendo el del empoderamiento de la mujer de la señora Martha—.
Se dejan ver como integradores e incluyentes, especialmente cuando destinan sus baterías discursivas reivindicadoras a las mujeres y los minusválidos, como ocurrirá esta semana, cuando parapléjicos, poliomielíticos, cuadrapléjicos, mancos o cojos queden incluidos en la definición políticamente correcta de discapacitados, aunque en el diccionario queden perfectamente definidos.