miércoles, 3 de diciembre de 2008

Todos los días se muere gente buena


Todos los días. Unos más buenos que otros. Y lamenta esta muertes. Aunque también hay casos en los que se muere gente que uno celebra… ya sea porque eran unos hijos de tales por cuales o porque sus padecimientos eran tales que era mejor que pasara al otro barrio.
En el caso de Carlos María Abascal Carranza, que se nos murió ayer, pues cada quien tendrá su opinión.
Yo lo conocí en el periodo de 1995 a 1997 cuando fue presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana —con mi cuate Fausto Beltrán como dirigente local— y me resultaba simpático. Como secretario de Trabajo y de Gobernación en el sexenio foxista, gracias a Dios no tuve tratos con él, aunque tuvo decisiones cuestionables, porque así es el servicio público: no se puede quedar bien con todos.
A Abascal Carranza no le hizo justicia la historia contemporánea, su yerro paternal de censurar Aura de Carlos Fuentes en la escuela de su hija, siendo secretario del Trabajo, fue una loza con la que cargó todo el sexenio. Y lo hizo ver como un hombre intolerante, fanático religioso y déspota. Cosas que creo que no era. Porque a pesar de ser rígido y católico practicante, no era —al menos en la época en la que lo conocí— autoritario ni un tirano.
La prueba está en que siendo líder del sindicato patronal más importante del país —que eso es la Coparmex, un sindicato— logró convencer al extinto Fidel Velázquez de la utilidad de firmar un acuerdo para la “nueva cultura laboral”, un documento que cambió la percepción de las factores de la producción entre sí. No se ha logrado traducir en una reforma a la legislación laboral, desgraciadamente.
Y no sé quién pueda presumir de haber convencido a don Fidel Velázquez.
Porque de absolutismos a absolutismos, el extinto dirigente de la Confederación de Trabajadores de México decía quítate, que ai te voy.
Recuerdo haber aprendido mucho de esas asambleas de Coparmex y de las conferencias e intervenciones de Abascal Carranza. También de otros otros fulanos de la Coparmex de los que otro día hablaré.

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