viernes, 19 de diciembre de 2008

Pululan

Hagan de cuenta que ya terminó el año.
Desde hoy un montón de gente sale de vacaciones. Como cuatro millones y medio de estudiantes y otro medio millón de burócratas de diverso rango y naturaleza, lo que significa que la tercera parte de la población mexiquense ha dado por terminado el año.
Considerando la porción de mujeres que se dedican a labores domésticas —y que no dejan de trabajar todo el año, pero permanecen mucho tiempo en su casa— y los menores y mayores de edad que tampoco tienen actividades productivas, pues algo así como dos de cada tres habitantes del estado libre y soberano de México comenzarán un merecido periodo de descanso. El resto, una minoría seguirá con sus labores cotidianas. Es decir, fregándose el lomo para comer.
Pero que dos de cada tres se vayan a descansar —o algo parecido— no significa que el resto tendremos una especie de remanso de paz y tranquilidad.
En realidad estas son fechas en donde un montón de gente anda en la calle haciendo quién sabe qué, pero seguro que molestando, porque no se puede explicar de otra manera que una multitud se ponga de acuerdo para ir, por ejemplo, a un centro comercial so pretexto de adquirir regalos para la temporada o dedicarse simplemente a malgastar su aguinaldo.
Los autos, al igual que las personas, pululan en las principales calles y avenidas, como si la gente no tuviera otra cosa que hacer que pasearse o salir con cara de admiración permanente por el alumbrado navideño o por la gran cantidad de personas que al igual que ellos salen a ver qué encuentran.
Y las que uno avizora como vacaciones del resto de la humanidad, como una dosis de calma, se convierten en un borlote urbano que para qué les cuento.
Alguien debería pensar en que las vacaciones de esos millones de esforzados mexiquenses que dejan de trabajar a partir de hoy debería incluir una visita a una playa o un centro turístico tan imponente como Valle de Bravo o Ixtapan de la Sal, de modo que dejaran la ciudad capital del estado de México vacía y sola, a merced de la clase trabajadora —que con todo y despidos todavía la hay—.
Es decir, para que no incordiaran cuando uno está trabajando y el resto de fiesta en fiesta.
Porque aunque uno está acostumbrado a trabajar hasta en días feriados, siempre despierta un poco de resentimiento.
Como sea, los que se van de vacaciones reciban mis mejores deseos. Y que el pavo o lo que vayan a cenar se les indigeste.

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