jueves, 18 de diciembre de 2008

Trapecistas por venir


Por estos días comienzan las vacaciones en el sector público, un periodo que he visto con envidia durante muchos años, porque mientras el servicio público descansa, el resto de los mortales chambeamos como desesperados, más en estos tiempos en los que es necesaria una jornada de 16 horas para sobrevivir.
También por estos días muchos servidores públicos se llevarán sus chivas a otra parte. No porque los vayan a correr por ineptos e indolentes —una cosa que todos sabemos que se da mucho en algunas oficinas del sector público—, sino porque muchos de ellos renunciarán a la comodidad de una oficina y salario de primer nivel para ir en pos de algún cargo público.
En una práctica harto conocida como trapecismo político.
Es decir, saltar de cargo en cargo y seguir viviendo del erario público hasta que la suerte, el compadrazgo o los electores —estos en última instancia— lo permitan.
Conozco casos de servidores públicos —debería decir políticos profesionales— que llevan décadas saltando de cargo en cargo. No les importa si hoy son parte del engranaje, pasado se sacrifican en un cargo de honrosa medianía y mañana están en la cima. Y así, durante 20, 30 o 40 años.
Y son, desde luego, consumados trapecistas sin red que nunca caen… y si les llegase a ocurrir un accidente, caen de pie, sin un rasguño y dispuestos a seguir en donde los pongan. Por su máxima es yo no pido que me den, sino que me pongan donde hay. Además de creer firmemente que —como diría El Filósofo de Güemez— en la política, como los frijoles: arriba o abajo, pero adentro de la olla.
Pues así. Demasiado entrenamiento y conocimiento de este circo de tres pistas que se llama política.
La salida de puestos gubernamentales de muchos políticos comenzará cuando inicie el año. Desde luego, una vez que hayan cobrado su voluminoso aguinaldo —dos meses de salario—, prima vacacional y gratificaciones correspondientes a un año de arduo trabajo. Que sólo ellos pueden glorificar.
Las renuncias dejarán espacios para que lleguen caras conocidas a puestos gubernamentales prominentes, que apenas se asomen rostros y nombres nuevos a las candidaturas y que, al estilo del Gatopardo, todo cambie para que todo siga igual. Luego, muchos estaremos pendientes de la selección de candidatos, los ires y venires de nombres —dicen que algunos ya palomeados— conocidos y por conocer.
A aquellos que ya esperan su turno en el trapecio, mi admiración profunda: suelo ser cínico, pero me doy cuenta de que hay niveles…

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