martes, 16 de diciembre de 2008

El Pee wee


Si esperan alguna alusión al campeonato del Toluca conseguido el domingo pasado en La Bombonera, pueden esperar sentados. No la habrá. No tengo la menor intención. ¿Ustedes creen que un aficionado al Cruz Azul puede tener algo más que agrios comentarios y un áspero humor?
Pues eso. Que mejor de futbol, ni hablar.
Mejor les cuento que como buen guadalupano, estuve pendiente de Las Mañanitas que el guadalupanismo de Televisa nos hace favor de transmitir año con año. Pude observar como María Victoria hacía playback, escuchar el ¡tititititi! del grupo Caña Real, me admiré de la voz de Guadalupe Pineda, esbocé una sonrisa con la particular versión de La Guadalupana del hijo de Emmanuel y me dio un monumental retortijón cuando apareció en el escenario —es decir, en el altar— el cantante Piwi —creo que se escribe Pee Wee, pero para efectos de este tercio de plana lo escribiré como se me pegue la gana— disfrazado de indito de Corpus Christi o en su defecto de Madaleno, ese personaje del cine y la televisión mexicana que en su última etapa aparecía en el extinto programa El club del hogar —que en su última etapa condujo Paco Stanley—.
He leído que iba disfrazado de Juan Diego, aunque la jerga que le colgaron a manera de jorongo lo hacía ver más bien como Madaleno —lo pueden comprobar en you tube—. Y de haberle puesto unos huacales, estaba igualito que niño de Corpus Christi.
El caso es que Piwi salió a cantar una canción de la que no entendí ni jota. Estaba estupefacto. Anonadado.
Hasta que me dio el retortijón, que me despertó del impacto que estaba a punto de dejarme turulato para el resto de mi existencia —es decir, más todavía—.
Supongo que ustedes conocen a Piwi. Que alguna vez lo han visto, ya sea cantando la de Mi dulce niña o en el programa de televisión de los sueños esos, donde aparece domingo a domingo. Pues ya saben, Piwi es así, esmirriado, enclenque —mushi, dicen en mi pueblo— y con cara de niño, pero con bigotitos. Pues eso, nomás que con calzón de manta, camisa del mismo material y un metro de jerga roja con una bocamanga abierta a la mitad para que metiera la cabeza.
En pocas palabras, la imagen televisiva perfecta del nativo de estas tierras en la época de San Juan Diego.
El retortijón se me convirtió en un dolor de caballo del que todavía no me repongo. Sin duda que ha sido una de las impresiones más graves de mi existencia.
Con decirles que no se me quitó ni cuando Alejandro Vela falló el penalti de la derrota.

1 comentario:

maricela dijo...

pee wee actuas super bien y eres tan guapo y ojala pronto saque otra nueva cancion ......