jueves, 4 de diciembre de 2008

Topergüer

No me sorprende que las empresas que venden productos por catálogo vayan a tener 50 por ciento más vendedoras en México debido a la ya conocida crisis económica, la de hoy, claro, porque algunos no hemos podido salir de las crisis en los últimos 30 años.
No me sorprende porque muchas mujeres mexicanas son industriosas y cuando ven que faltan unos centavos —o cientos de pesos— en su casa, buscan la manera de contribuir al ingreso familiar —con la anuencia explícita de sus familias o con un silencio cómplice—. Así, docenas de mujeres se han convertido en vendedoras de Topergüer, Avón, Fuler, Stanjom, Merriquey, Amgüey, Andrea, Íntima, y quién sabe cuántas marcas más de cosméticos, artículos para el hogar, zapatos, ropa, colchas y lo que se ofrezca.
Algunas tienen tanta suerte que convierten sus esfuerzos en verdaderos negocios. A otras les sirve para ganarse unos pesos, para algunas se convierte en un pasatiempo en el que ganaron dinero, y muchas desisten al no vender ni un bilé.
Pero para las futuras vendedoras por catálogo —incluso para las actuales—, el problema que viene es ¿a quién demonios le van a vender?
Porque si muchas de ellas se volvieron vendedoras porque las corrieron de su trabajo, muchas otras personas —y personos, dirían los promotores del “equilibrio” en el lenguaje— se están quedando igualmente sin trabajo, por consecuencia, sin ingresos… y a menos que sean unos idiotas redomados, no van a gastar el poco dinero que tienen en el perfumito, el recipiente, la crema o el edredón, a menos que les resulte una compra indispensable e inaplazable.
Y aunque muchas de esas compras se realizan en cómodos abonos, en estas circunstancias económicas de desempleo, bajos ingresos y alta inflación, a nadie le gusta que cada quincena aparezca la abonera —o el abonero, que también los hay varones— reclamando un pago pendiente.
No quiero ser agorero del desastre, pero el pesimismo económico me domina.
Claro, nunca falta la señora o el señor que le debe a medio mundo y sigue comprando por catálogo a cuanto fulano se le pone enfrente. Es que una de la debilidad de los mexicanos es que no sabemos decir no y mucho menos cuando un conocido nos ofrece “en pagos” un par de zapatos o un termo.
Pero como dicen, el Sol sale para todos, y aunque haya un verdadero ejército de vendedoras por catálogo, no faltarán compradores que hipotequen sus magros ingresos.
Aunque esos clientes serán menos. De eso estoy seguro.

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