jueves, 30 de julio de 2009

Cuchicuchesca


Ya no se insulta como antes. En mi niñez alguien te decía “güey” y te le ibas encima a los trancazos. Pero hoy decir “güey” es casi una caricia. Y ni hablar de las mentadas de madre: ahí te batías a muerte. Antes los albures eran un juego de inteligencia; y si te albureaban, era una afrenta a la virilidad. Hoy, te alburean y nadie se da por ofendido.
Hoy el albur es incluso un recurso de comicidad. Los dizque cómicos de la actualidad centran su gracia en decir albures y frases en doble sentido. Expresiones burdas y toscas que no requieren ingenio.
Por eso los cómicos de ahora no le llegan ni a los tobillos a personajes como Beto El Boticario, Roberto Ramírez Garza, que murió el martes.
No voy a decir que con él muere una generación de cómicos. Pero sí que muere una clase de comicidad de clase y de calidad. A mí me hizo reír a carcajadas una y otra vez con sus trucos fallidos, su magia simplona y sus chistes a costa de los conductores de La Carabina de Ambrosio. No es exagerado decir que incorporó al lenguaje del mexicano común y corriente expresiones como chingüengüenchón —nótense las diéresis, que son esos puntitos arriba de la u—, cuchicuchesco y ya vas que chutas. No en balde, 20 años después de que no aparecer en televisión con ese personaje, medio mundo recuerda que era un magazo —como él se definía—.
Descanse en paz Beto El Boticúa.

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