martes, 25 de noviembre de 2008

Estanflación

A estas alturas del año económico nadie duda que nos ha ido del carajo y que puede ser peor.
Es que a menos que uno sea un optimista irracional e irremediable —algo que parece ocurrir mucho en los gobiernos y en algunos sindicatos—, pues tiene conciencia de que las grandes multinacionales están despidiendo gente para enfrentar la crisis —la más reciente es Phillips, que anunció un recorte de mil 600 empleados—. Y si eso ocurre en esa grandes economías multinacionales que son las empresas transnacionales, pues en la microeconomía de cada caduno —como dicen por el sur mexiquense— no queda más que pensar en que la cosa está del cocol.
Los precios de muchos productos se han ido a las nubes y tal parece que los despidos continuarán. Así que no hay muchas esperanzas de que las cosas mejoren.
La inflación, que es una medición ininteligible de la evolución de los precios, señala que el promedio del aumento de los precios en lo que va del año sea de seis por ciento.
Pero como nadie en sus cinco sentidos ha podido penetrar el misterio del cálculo de la inflación, me permito aventurar que ese seis por ciento de aumento es mínimo frente al volumen de incrementos que tenemos que sortear todos los días.
Y me refiero sólo a los productos básicos, porque si nos ponemos a revisar detenidamente cada bien y servicio que se ofrecen en nuestra economía sería, primero, un cuento de nunca acabar, y segundo, la muestra de que la inflación es un indicador incomprensible y por completo desapegado de la economía real.
Si nos atenemos exclusivamente al seis por ciento de la inflación anualizada, resulta que el aumento de principio de año a los salarios —que fue de 4.5 por ciento— ya fue rebasado en términos nominales. Y mucho más en términos reales.
No quiero ser agorero del desastre, pero durante tres sexenios nos tuvimos que tragar una política económica en la que el fin último era contener la inflación y bajarla a un dígito. Aunque los principales sacrificados de tal medida fueron —y todavía lo son— los trabajadores de todos los niveles, exentando, desde luego, a quienes perciben en un mes lo que un trabajador promedio tarda un año o más en ganar.
Como sea, la inflación hasta noviembre ya es del doble de la prevista en los pronósticos oficiales.
Y la receta para que baje nuevamente será la misma: contención de salarios. Hasta que regresemos a la estanflación que fue lo habitual durante 25 años. Y lo peor es que cuando tuvimos todo para crecer, el gobierno de Vicente Fox destinó los excedentes petroleros al gasto corriente, que nada productivo nos trajo, sólo una burocracia con aires de realeza.

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