
Apenas la semana pasada fue asesinado un reportero de El Diario de Juárez.
Y ayer, las oficinas de El Debate de Sinaloa fueron atacadas con granadas. Hace un mes un vehículo del diario Reforma fue balaceado en San Mateo Atenco.
Alguien ha decidido atacar a los medios de comunicación por su cobertura en los asuntos relacionados con la inseguridad que se vive en muchas ciudades del país.
Es cierto, Ciudad Juárez, Tijuana, Culiacán, se han caracterizado por padecer desde hace años el flagelo de la violencia generada por el crimen organizado, particularmente las organizaciones del narcotráfico.
Sin embargo, esa violencia ya no es exclusiva de esas ciudades o de entidades como Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Baja California o Tamaulipas.
Tampoco lo es el hecho de que la divergencia entre medios de comunicación —periodistas— y autoridades es constante en todo el país en un tema tan delicado como el de la inseguridad.
Porque pareciera que las autoridades tienen en los periodistas a enemigos y no a aliados. Les disgusta profundamente que se señalen sus pecados de acción u omisión.
Retomo, igual que ayer, una parte del editorial de El Diario de Juárez, publicado el viernes pasado, en referencia al “exhorto” del gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza: “a los medios para que evitemos, dijo, caer en la agenda del narco… En este contexto, quisiéramos que el mandatario nos explicara el significado de ‘caer en la agenda del narco’, porque como periodistas no podemos sustraernos de la realidad que los fronterizos padecen, de la que hablan y comentan todos los días en todos los espacios. Sería traicionarnos a nosotros mismos como medio de comunicación, a la vez que traicionar a quienes nos siguen y nos leen… Además, sus palabras envían una doble y riesgosa interpretación, ya que por un lado puede entenderse que nos está diciendo a los medios cómo debemos hacer nuestro trabajo y actuar como el gobierno quisiera que procediéramos… Por otro, manda al hampa el arriesgado recado de que el gobierno no respalda la labor de los medios que no se sujetan a esa encomienda”.
Si esa interpretación del narco está comenzando a ocurrir, no quisiera saber qué podría pasar en otras ciudades del país y con otras autoridades de distintos niveles y responsabilidades. Si se trata de intimidar —de donde sea que se originen los ataques—, más tarde que temprano imperará la autocensura.
Lo que a todas luces resulta grave.
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