miércoles, 26 de noviembre de 2008

Desorden mental


Hace cosa de un año la computadora, el teléfono celular y el correo electrónico eran herramientas de trabajo tan comunes y corrientes como el papel y lápiz.
Los usaba como cualquier fulano de tal que debe usarlos porque son parte de su trabajo cotidiano y porque no desea ser un fósil en medio del manejo cotidiano de las tecnologías de información.
Pero de un tiempo a la fecha he entrado a eso que comienza a llamarse “infomanía”.
Es decir, la clase de personas que emplea más de una hora diaria en atender correos electrónicos, responder y estar a la espera del siguiente.
La facilidad de las comunicaciones actuales ha provocado que haga caso omiso de virus computacionales, amenazas a la privacidad, pérdidas de textos por descuido y el peligro que representan en sí mismo los correos electrónicos, con tal de estar on line.
Lo malo del asunto es que acabo de leer que estos síntomas están a punto de incluirse oficialmente en el Manual de Desórdenes Mentales de los psiquiatras estadunidenses.
Aunque algo me ha tranquilizado saber que no soy todavía un caso perdido.
En Estados Unidos el promedio de interrupciones de un trabajador por hora es de 11 veces por hora, incluyendo las llamadas telefónicas, los compañeros de trabajo, pero la mayoría se deben al correo electrónico. Por fortuna, hay días en que apenas me llama alguien y no veo el correo electrónico ni por equivocación. Pero ahora con las blackberries o sus similares que el estadunidense promedio lleva encima —y cada vez más mexicanos—, resulta que el correo electrónico es consultado compulsivamente desde cualquier lugar: el 53 por ciento de los estadunidenses lo consulta en la cama, el 37 por ciento en el baño, el 12 por ciento en la iglesia, el 43 por ciento es lo primero que hace al levantarse y el 40 por ciento en mitad de la noche.
Desde luego, no llego a esos límites. Pero las extraordinarias ventajas de las computadoras y los teléfonos celulares que ahora se conectan con una facilidad pasmosa a la internet me han llevado en alguna ocasión a incurrir en las conductas que fácilmente podrían estar clasificadas como alguna clase de locura.
Ahora mismo, mientras termino este tercio de plana, he consultado dos veces el correo electrónico. Pero me mantuve en vigilia informática tres horas previas.
Cosa que a estas alturas de mis padecimientos mentales ya puedo considerar un mérito.

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