viernes, 28 de noviembre de 2008

Mortificado

Cuando ya tenía un gran tema, cuando la inspiración se había posesionado de mí, cuando estaba a punto de dar el primer teclazo… que me entero que el insigne Gerardo Fernández Noroña renunció al PRD.
En ese preciso momento, todo se derrumbó dentro de mí… quedé completamente mortificado —¡no te mortifiques!, me dice a mí mismo, pero fue inútil—. Lo que en términos llanos significa que quedé en un estado peor que la aflicción, desazonado y apesadumbrado —quien haya tenido una abuelita que usara esta expresión, sabe a lo que me refiero—.
Porque la vida da golpes. Pero hay de golpes a golpes. Y que Fernández Noroña renuncie al PRD es algo muy difícil de digerir.
Cómo les diré: es como si al sistema planetario solar le quitaran el Sol.
Quedaría la nada. O algo así.
Pues eso, que la renuncia del ínclito exdirigente perredista mexiquense significará, sin duda alguna, el derrumbe y la destrucción del partido del sol azteca.
No es morbo ni nada que se le parezca, pero desde que me enteré de la renuncia estoy esperando —como todo y mi mortificación a cuestas— que los perredistas se vayan desintegrando uno por uno, como pasaba en las películas del Santo.
O que en masa, en uno de esos comportamientos inexplicables de la naturaleza, se reúnan en la Plaza de la Constitución y marchen a las costas de Guerrero —de gobierno perredista— para lanzarse desde La Quebrada al mar a una muerte segura e ineludible.
Eso que hasta el momento en el que redacto estas líneas no ha ocurrido, seguramente pasará cuando se conozca la noticia a través del órgano oficial de la facción del PRD a la que estaba adscrito el egregio y preclaro Fernández Noroña.
Soy de los que cree que es necesario un partido de izquierda en México. Y el PRD, mal que bien, viene ocupando ese espacio en el espectro político nacional, así que las funestas consecuencias que tendrá la renuncia del prócer Gerardo Fernández —ahora que me acuerdo, ¿se resolvió lo de la Suburban que desapareció cuando dejó la dirigencia perredista en el estado de México hace cosa de 14 años?— son peores que las profecías de la Madre Matiana —otra vez, remítanse a sus abuelas—.
Y no puedo seguir. Mi pena es inmensa y no me deja continuar; siento una inmensa opresión en el pecho, la vista se me nubla, los oídos me zumban… ¡No somos nada!

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