lunes, 24 de noviembre de 2008

Lindo recibimiento

Por razones que a ustedes les vienen valiendo sombrilla, este fin de semana tuve que apersonarme por el aeropuerto de Toluca.
Una cosa bonita que sigue en construcción, aunque hay que reconocer que ya le cambiaron la cara a la terminal aérea que algunos recordamos. Cuando terminen supongo que habrá un aeropuerto en toda regla.
Lo malo es que al salir de la zona de la terminal aérea se da uno unos quemones bárbaros.
Resulta que al ingresar a la vialidad Miguel Alemán, mejor conocida como bulevar Aeropuerto, lo primero que encontramos fue a una patrulla de tránsito estatal y a un policía de tránsito metros adelante, con un auto detenido en cada casa.
Hasta donde entiendo, en el lugar no hay ningún retén. Tampoco hay algún operativo de revisión de documentos. Como en la zona hay semáforos y topes, doy por hecho que los autos no fueron detenidos por circular a exceso de velocidad por haber infringido el Reglamento de Tránsito estatal.
La única razón visible que compartían los automóviles detenidos era por portar placas de otra entidad federativa. Típico.
No necesito decirle a mis cuatro lectores como supongo que se resolvió la situación. Tampoco hace falta mucha imaginación para suponerlo.
Es cosa de todos los días en esta entidad federativa llamada México y con policías de la Agencia de Seguridad Estatal.
No en balde la encuesta del Instituto Nacional de Migración entre migrantes mexicanos colocó a la policía del estado de México como la más corrupta de cuantas entran en contacto con los migrantes en su camino por carretera desde la frontera México-Estados Unidos hasta su destino final.
Y eso que los migrantes vienen una sola vez al año.
No quiero ni pensar que dirán los automovilistas y choferes de Michoacán, Hidalgo, Jalisco, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Guerrero, Guanajuato y otras entidades que utilizan las carreteras mexiquenses para llegar a la capital del país o a otro punto de la república. Corruptazos, es como seguramente tildan a la policía mexiquense.
Eso pensé cuando franqueábamos la puerta del Aeropuerto Internacional de Toluca hacia las vialidades de esta entidad federativa.
Mandos van, mandos vienen —muchos están ahí desde que me acuerdo—, y el fenómeno sigue siendo el mismo.
Vendrán las campañas y todos prometerán acabar con la corrupción.
Pero antes llegará diciembre y esos policías corruptos harán su agosto.

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