martes, 5 de mayo de 2009

Nuestros políticos en campaña

No sin cierta sorpresa revisé los datos de la encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas: resulta que a los mexicanos en general la política nos viene valiendo un soberano cacahuate.
96 de cada 100 desconfiamos de los políticos y apenas uno de cada cuatro ha participado en algún asunto político adicional a la emisión del voto.
Dicho en pocas palabras: tenemos un marcado desinterés y una incultura política galopante.
Y claro, por eso cuando de política se trata, las cosas están como están. Por eso también somos incapaces de exigir nuestros derechos y demandar que las autoridades cumplan con sus obligaciones.
Desde luego, nuestro desinterés no es casual: aquel que exige y cuestiona es inmediatamente calificado como alborotador, argüendero, peligroso, opositor y quién sabe cuántas cosas más. Por eso preferimos quedarnos tranquilos, mientras una gavilla de políticos —de todos los partidos— hace y deshace a su antojo, sin contradicción popular. Preferimos ser agachones que ser señalados como levantiscos.
Mientras ellos se eternizan.
Hoy alcaldes, mañana diputados, después funcionarios, más tarde gobernadores, luego otra vez legisladores, funcionarios, senadores, diputados, comisionados… y así hasta nunca acabar.
Porque dicen que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
Aunque ellos dirán que tienen un manifiesto deseo de servirle al pueblo.
Como lo han hecho una y otra vez.
Aunque de nada hayan servido. Hoy se dan cuenta de que las clínicas y centros de salud no atienden las 24 horas del día, que los servicios públicos tienen deficiencias, que la seguridad pública no ampara a nadie, que los gobiernos cometen errores, que la educación es mala, que hacen falta caminos, que se necesitan escuelas, que se requieren hospitales, que urgen los empleos, que la economía debe crecer, que las leyes deben perfeccionarse, que se necesita hacer obra pública, que es indispensable mejorar el abasto de agua, que la procuración de justicia es infame, que debe aumentarse la cobertura del servicio eléctrico…
Y mil y un cosas más.
De las que sólo se dan cuenta cuando están en campaña.
Antes, cuando tuvieron una responsabilidad pública estaban ciegos y sordos —ni los veo ni los oigo, dice el clásico salinista—. O algo así, porque solamente eso explica sus descubrimientos y promesas de enmienda —porque eso parecen—.
Que se esfumarán en cuanto alcancen el anhelado cargo público. Y entonces no conozcan a nadie ni saluden a nadie. Y se rodeen de vallas infranqueables y múltiples funcionarios menores cuya función sea ayudar a que nadie les recuerde lo que hoy pregonan.

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