miércoles, 6 de mayo de 2009

Paliacate

Agobiado por las medidas sanitarias impuestas por el gobierno federal, busqué y busqué, sin encontrar, tapabocas de a peso.
Solamente en una farmacia hubo —no esperen que diga el nombre—, pero a 3.50 pesos. Así que era eso o nada.
Lo tuve que tomar. Para mi familia. Pero yo, me compre un paliacate.
Para sustituir uno muy bonito de color negro con un alacrán impreso en el centro, que me acompañó durante años por lienzos charros y rodeos —incluyendo, por supuesto, el Rodeo Santa Fe, del que tan buenas memorias guardo—, pero que no pude encontrar.
El último tapabocas que tengo para mi uso persona es el que traigo colgado al cuello hoy. Es azul, sencillito, delgadito y me costó un peso con 50 centavos. En su momento no compré más porque desestimé la alerta sanitaria. No pensé que la cosa iba a pasar a mayores.
Y ahora, conversando a dos metros con 25 centímetros de distancia, sin corbata, lavándome las manos cada que puedo, me arrepiento de no haber acaparado tapabocas para revenderlos hoy con un margen de ganancia de más de 100 por ciento.
Eso sí, estoy dedicado a la ardua tarea de fabricar alcohol en gel. Con un procedimiento que me remitió a la secundaria —la federal número 91, Antonio Caso—… Pero no porque tuviéramos un laboratorio en la escuela, sino porque para hacer algunos experimentos era necesario usar los utensilios domésticos como cucharas, tazas y flaneras.
De modo que con un batidillo monumental, he logrado que la mezcla de alcohol, carbopol, trietanolamina y glicerina se convierta en una masa pastosa, de color indescifrable, pero que huele a alcohol y se comporta como el gel que está tan escaso en las farmacias y en cualquier tienda donde se expendan materiales médicos.
A eso nos ha obligado a algunos la actual contingencia. Sobre todo cuando a) es imposible lavarse las manos cada 30 minutos como recomiendan las autoridades y b) no hay alcohol en gel en ninguna parte —exceptuando, desde luego, los discursos políticos—. Sin embargo, los menjunjes caseros funcionan.
Sólo en el caso de los tapabocas estamos a expensas de la industria correspondiente. Sobre todo cuando las máquinas de coser son un implemento del que ya carecen la mayoría de los hogares mexicanos —así como en el pasado casi todos tenían—.
Por eso lo del paliacate.
Con el que a partir de hoy me voy a embozar. Sólo les pido, por favor, no ser confundido con algún maleante.
Y para mayores señas aviso: mientras dure la emergencia, el del paliacate anaranjado soy yo.

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