miércoles, 13 de mayo de 2009

Antonio Vega


En mi época de preparatoriano imberbe en la prepa 3 —generación 87-90—, mi origen pueblerino me ponía frecuentemente ante grandes hallazgos. Especialmente en materia musical.
Era la época del bum de W Radio —Martín Hernández, González Iñarritú y Charo Fernández que eran verdaderos ídolos juveniles— y del rock en tu idioma. Así que como en mi casa apenas se veía el canal 2 y se escuchaba La Pantera 590, pues estaba fuera de onda.
Por eso saber de la existencia de Nacha pop fue pasmoso. En aquella parte final de la década de los ochentas el grupo llenó la plaza de toros México y el lunes siguiente, Óscar Monroy Gómez Tagle —luego conocido en el Tec de Monterrey como El Woody— nos contó la proeza. Pero los Nacha pop se separaron un año después. Casi los olvidé.
Hasta que a mediados del 2004, en un curso de periodismo de El País en Madrid —nótese como sin querer se señalan los viajes del arriba firmante— Nereida Cea y Pablo González de Pola hablaban en una cena de música. Y mencionaron a Antonio Vega. El más grande, dijeron. Como tenía planeado comprar algunos discos, pregunté por el tal Vega. La respuesta me remitió a Nacha pop.
Así que saliendo del curso-internado busqué alguna de sus grabaciones en solitario. Me encontré con un genio. Y poco ha poco, en cinco años, he conseguido cuanto disco de Antonio Vega he podido, algunos de chiripa en tiendas especializadas, otros por internet, algunos regalos de la madre patria.
Y ayer por la mañana, mientras revisaba el diario El País me encontré con una noticia que muchos esperaban hace años —ya saben, las drogas destruyen—: Antonio Vega había muerto a los 51 años, víctima de una enfermedad del sistema respiratorio.
Los homenajes y las referencias en los medios de comunicación españoles no se han hecho esperar. Elogiado por todos, Antonio Vega tiene canciones que, como dice el crítico Diego A. Manrique, “despiertan escalofríos multitudinarios. A pesar de su hermetismo textual, transmiten la pulsación de la experiencia intensa, el pasmo del descubrimiento intransferible”.
La mejor de sus canciones, sin duda es Chica de ayer. Pero también me quedo con Estaciones, Esperando nada, Una décima de segundo, Persiguiendo sombras, Desordenada habitación, Puertas abiertas, Lucha de gigantes, Tesoros, Seda y hierro, Elixir de juventud, Ángel de orion, Se dejaba llevar por ti, Te espero… y muchas más.
Descanse en paz.

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