martes, 12 de mayo de 2009

Por sus obras…

Los conoceréis.
Y no, no me refiero a los candidatos de ningún partido político y a ningún puesto de elección popular.
Claro, para ellos esta frase también es un buen parámetro, sobre todo cuando hay tantos políticos profesionales que están en pos de un nuevo cargo de elección popular y prometen el oro y el moro.
En realidad me refiero a nuestras benditas autoridades educativas. Las que este fin de semana estuvieron atentísimas de la limpieza y desinfección de 23 mil escuelas en toda esta entidad federativa llamada México.
¡Qué despliegue! ¡Son unos verdaderos capos! Las escuelas quedaron relucientes, limpias, sin un solo germen… hombre, ni cuando estaba recién inauguradas se vieron tan aseadas, pulcras e inmaculadas.
Desde luego, para eso fue menester utilizar la mejor tecnología. Es decir, lo último.
Aquellos padres de familia que llegaron con el tradicional detergente Roma —o Foca o los más pipirisnais, Ariel—, sus escobas, trapeadores, jergas, cubetas y su rendidor cloralex, se les dieron las más cumplidas gracias, pero se les despidió con cajas destempladas.
“Está bien que estemos en emergencia —refieren que dijo en un aparte una de las más altas autoridades—, pero no les pedimos frías. Que se vayan con su detergente corriente y nos dejen trabajar”.
Los padres de familia que se habían acercado a las instituciones escolares pudieron ver, con una cara de asombro así de grande, que los más modernos aditamentos para limpieza profunda se ponían en marcha. Y en menos que se los cuento, todos y cada uno de los salones de las escuelas mexiquenses quedaban rechinando de limpios.
Un momento inenarrable. Las autoridades se pusieron las pilas y cumplieron como los merititos machos —es una frase hecha, por favor, no se moleste ninguna cumplida dama—. Un aplauso unánime se escuchó cuando la última pompa de jabón se rompió en el virginal aire escolar. Aunque esta expresión de júbilo popular fue pronto censurada por una de tantas autoridades: “es nuestro trabajo, hagan favor de dejar sus aclamaciones para cuando hagamos algo extraordinario”, dicen que dijo, porque nadie escuchó, dado que en ese momento irrumpía en el ambiente una porra.
Y sí. Se la habían ganado.
De hecho, desde aquí propongo que ante tal muestra de determinación les echen el avío.
Perdón… a la bio, a la bao…

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