martes, 1 de septiembre de 2009

El informe


Cuando yo era chamaco, soplarse el informe presidencial era una obligación.
Así que me sentaba enfrente de la televisión en blanco y negro desde las nueve de la mañana, para escuchar los sesudos comentarios de los conductores, fletarme con la postura de los partidos políticos y disfrutar la lluvia de papel picado tricolor, mientras el presidente con la banda en el pecho transitaba por la ciudad de México en un coche descubierto, saludando a diestra y siniestra, mientras unos guaruras corrían y corrían dejando el bofe al lado del automóvil.
Juro que sentía una emoción en el pecho indescifrable. Y cuando el presidente en turno comenzaba la maratónica lectura del informe, yo ya había chillado con el Himno Nacional y los honores correspondientes.
Tuvieron que pasar sus buenos años para que el primero de septiembre dejara de ser el día del presidente y yo dejara de berrear al sonoro rugir del cañón. Lo supe cuando una tarde en lugar de coche descubierto apareció un autobús con Zedillo encima.
La magia se había terminado.
Y ahora es peor, porque ni a informe llegamos.
Eso sí, una tarde de estas sonó mi teléfono y una voz engolada me hizo el favor de decirme cuánto hemos avanzado en lo que va del sexenio de Calderón. Juro que me guardé una sonora mentada para la grabación, de la que no recuerdo ni una palabra. Agradezco muy cumplidamente el gesto, que me ha servido para un carajo, pero, nostálgico como soy, a mí me gustaba el papel picado y aquello de “Honorable Congreso de la Unión…”

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