jueves, 17 de septiembre de 2009

Sordo

Me estoy quedando sordo.
Cada vez escucho menos y hay ocasiones en que no escucho nada. Lo que se dice nada.
Y no hablo de aquellos momentos en que los seres humanos nos ensimismamos en alguna actividad y no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor —me pasa cuando leo algo interesante—. Tampoco me refiero al hecho de que los seres humanos escuchamos cada vez menos y nos limitamos a oír a nuestros semejantes. Y desde luego que no quiero decir que ni veo ni oigo a nuestros políticos, con todo y sus trapacerías.
Lo que digo es que cada vez oigo menos. O oigo, pero las voces se transforman en ruidos incomprensibles. Vocales y consonantes desarticuladas.
Pronto me veo con un aparato —o dos— en la oreja para evitar que la gente me repita las cosas o para evitar acercarme a mis contertulios para escuchar mejor lo que dicen. O para escuchar. Por fortuna esos aparatitos los hacen cada vez más chiquitos y a veces ni se notan, no como las trompetillas que se usaban hace un siglo.
Y no culpo a la tecnología, porque no ando por la vida con un reproductor mp3 pegado a las orejas. Tampoco escucho música a 150 decibelios en unas bocinas así de grandotas. Puede ser que el ruido ambiental —el tráfico puede alcanzar 80 decibelios, cuando el límite tolerable es de 60— tenga algo que ver, pero tampoco lo podría asegurar.
Lo cierto es que cada vez oigo menos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí sí, sordo te estás quedando. Pero sordo de los que no quieren oír. Debería darte vergüenza pensar en los hijos de los políticos "escrachados" que causan tantas desgracias entre los hijos de los obreros escrachados por políticos, bancos y jueces. Poco te queda de socialista...