miércoles, 26 de agosto de 2009

Pelele

La primera vez que leí esta palabrita dominguera —pelele— era un mozalbete imberbe que gustaba de la revista Contenido. La recuerdo perfectamente porque no entendí lo que significaba y porque era una portada en color verde bandera con una carota delineada en negro de Emilio Portes Gil. Y decía: “Yo nunca fui un pelele de Calles”.
No entraré en detalles, pero la palabra pelele regresó a mi vida cuando Andrés Manuel López Obrador, alias El Peje, tuvo a bien endilgarsela al actual presidente Felipe Calderón. Y vino de rebote.
Con un fulano que se hace llamar Juanito. Pero que se llama Rafael Acosta Martínez. Y que en realidad me viene valiendo un soberano pito.
Pero que últimamente es noticia porque ganó la elección de delegado de Iztapalapa pero prometió cedérsela a una señora que llama Clara Brugada, cuyo marido y cuñado ya fueron delegados en esa misma demarcación. Es decir, se comprometió a ser el pelele de la señora Brugada y del mismísimo Peje.
Pero tal parece que Juanito —o como se llame— ya les salió respondón. O por lo menos anda buscando como negociar ser un pelele, pero con dignidá. Si es que tal cosa es posible.
Así que lo más seguro es que Juanito pase a la historia como un señor que se ponía cintitas tricolores en la cabeza y al que mangoneó López Obrador, que no deja de darse sus baños de pureza. El experto en ver la paja en el ojo ajeno y sin sentir la viga en el propio.

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