lunes, 24 de agosto de 2009

Ojalá hubiera sido un compromiso

Me encontraba reflexionado sobre la política exterior de las islas Aleutianas, que tanto dan de qué hablar en los últimos tiempos, cuando fui interrumpido por un charco así de gordo.
Iba llegando antenoche a Toluca y, de manera inusual, decidí irme por la avenida Alfredo del Mazo, así que tenía que conducir por el carril izquierdo de la prolongación Isidro Fabela para encaramarme en el puente que atraviesa esa calle y conduce a la mencionada Del Mazo.
Estaba lloviendo, de modo que los limpiabrisas estaban funcionando pero resultaron insuficientes para el volúmen de agua que cayó una vez, otra vez y una tercera. Tres charcotes, supuse, unos metros antes de subir al mentado puente. Por fortuna, yo sabía cuál es el trazo de la vialidad. Pero no quiero imaginarme qué le podría haber pasado a un ingenuo visitante que creyendo que al llegar a la capital del estado más importante del país iba a encontrar vialidades de primer mundo.
Supongo que lo menos que hubiera pasado es que hubiera frenado y patinado, con el consecuente susto. En el peor de los casos, tal vez hubiera chocado.
El asunto es que además de los charcos no hay suficiente iluminación. Así que sin ir a ciegas por completo, el acceso de Atlacomulco a Toluca en medio de un aguacero es lo más parecido a una trampa. Ignoro qué oficina sea la responsable de esa vialidad. Pero quién sea tiene que hacer algo. Nomás por dignidá.
Lástima que no fue un compromiso.

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