miércoles, 1 de abril de 2009

Inglés y computadoras

Hubo una vez un candidato presidencial que prometió computadoras e inglés. Y todos lo tomaron de loco. De hecho, perdió la elección.
Ahora es muy tarde para elucubrar sobre la efectividad que hubiera tenido esa medida.
Pero es que la reforma a la educación inglesa que está a punto de aprobarse —este mes, según entiendo— me hizo pensar en que hubiera sido de la educación básica si las computadoras y el inglés se hubieran extendido como hongos.
La misma reforma a la educación primaria británica me ha hecho pensar en el inútil vicio de las autoridades educativas de pedir, desde primero de primaria, una calculadora.
Vea usted: según el proyecto de reforma a la educación del Reino Unido, los párvulos británicos de primaria deberán demostrar el dominio de nuevas herramientas de comunicación como los blogs, los podcasts, Wikipedia o Twitter. Se trata de adecuar la educación a la era tecnológica.
Pero tan importante como estar familiarizado con las descargas de audio y vídeo, las redes sociales o las comunidades de internet, el proyecto de reforma hace énfasis en la necesidad de alentar el cálculo mental en detrimento de la calculadora.
Dicho en pocas palabras: exactamente lo contrario a la educación pública básica de este país llamado Estados Unidos Mexicanos.
Donde empiezo a creer que los maestros no saben sacar una raíz cúbica o multiplicar cifras de más de cuatro dígitos a mano… y por eso piden calculadora.
No sé si algún día esta práctica se modifique. Y los estudiantes de primaria conozcan el intríngulis de la división, la multiplicación o de las funciones exponenciales. Sin recurrir a la calculadora, desde luego.
En el proyecto inglés, durante la primaria los escolares deberán estudiar media docena de materias comprendidas en seis grandes áreas: lengua inglesa —aquí el equivalente sería Español—, matemáticas, ciencia y tecnología, comprensión humana, social y medioambiental, salud física y bienestar, y arte y diseño.
De aprobarse la reforma inglesa, los estudiantes también aprenderían a crear productos multimedia para compartir información en la internet más allá de las aulas.
Y todo se los cuento porque me da una gran envidia.
En el caso mexicano, la educación —que todos los políticos dicen que nos sacará de las crisis— tiene muchos asegunes y se ha ido deteriorando año tras año. Y no creo que se trate de un asunto en el que los responsables sean los sindicatos, sino que las autoridades, los partidos y los políticos, tienen muy poco interés real en que los mexicanos tengamos educación de calidad. Porque siempre un pueblo ignorante es más fácil de manipular. ¿O no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Don Felipe González.

Coincido plenamente en tus planteamientos respecto a la educación en México, contrastada con otras del mundo. Y déjame decirte que lo que refieres es solamente la punta del iceberg con respecto a las diferencias: a lo ya referido por ti podríamos agregar el tiempo que los alumnos va a la escuela, en los Países Bajos, Dinamarca, Italia, Liechtenstein y Luxemburgo, los escolares llegaban a los doscientos días de clase, ahora se han reducido. En España, la media es de 176 jornadas. En el vecino del norte la mayoría de los estados tienen ciclos escolares de aproximadamente 180 días, etcétera. En España, por ejemplo, los niños van a la escuela de tiempo completo, en su mayoría, y allí mismo la primaria está integrada por tres ciclos, el primero abarca primero y segundo grado, el segundo, tercero y cuarto y el tercero quinto y sexto. Los alumnos transitan de grado sin mayor contratiempo y solamente para cambiar de ciclo es cuando se revisa la evaluación. La evaluación no es numérica como aquí, allá se van cotejando los rasgos del perfil que se está contribuyendo a formar con dos variables: progresa adecuadamente o necesita mejorar, lo que nos pone a años luz de esa visión constructivista basada en competencias. El programa de fomento a la lectura está en todos los grados y es eminentemente académico, no como aquí que se ha desvirtuado convirtiéndose en un asunto administrativo: cuántos libros ha leído, sin importar si comprendió o no. De las asignaturas que mencionas, se parecen a la currícula española y si ponemos atención no se habla de historia. En España no se enseña historia sino hasta la secundaria. La razón tiene sustento psicopedagógico: los niños de entre 6 y 12 años de edad no tienen como interés de aprendizaje la historia, su interés se centra en su presente, en sí mismo, en su familia, en su entorno. Allí tienes la explicación de por qué les interesa incluir todo lo referente a las nuevas tecnologías de la información. También allí está la respuesta a por qué en México si a los niños se les enseña la historia de México y la historia universal y se les repite una y otra vez en tercero, en cuarto, en quinto, en sexto, y llegan a la secundaria y no recuerdan nada: no está en sus intereses psicopedagógicos. Ah, pero sí les enseñan geografía. (¿Recuerdas lo del entorno?). Luego viene la preparación de los maestros españoles. Algo que llamó poderosamente mi atención fue los promocionales para ingresar a la Facultad de Pedagogía (no hay Escuelas Normales): “Por fin podrás realizar tu sueño de ser maestro. Inscripciones abiertas”. Sin palabras. Luego los profesores se especializan por ciclo escolar; nunca verás a un maestro especializado en primer ciclo dar clases en el segundo o en el tercero. Antes de iniciar un nuevo aprendizaje significativo, como aprender a dividir, a multiplicar cifras de más de 4 números, a obtener la raíz cuadrada o la cúbica (¿te suenan conocidos?), se convoca a los padres de familia a reunión (generalmente a las 8 de la noche para no interrumpir clases) y el maestro explica cuál será el método que utilizará para ello y en qué consiste (para que los papás lo sepan y además no confundan a los niños con sus “propios métodos”), luego refiere que si al paso de las dos o tres semanas que el método recomienda, la mayoría de los niños aún no lo domina, cambiará al método tal, etcétera. Profesionalismo, preparación, vocación, responsabilidad.

Si gustas luego le sigo.

Profr. Ariel Pérez Jiménez