miércoles, 22 de abril de 2009

Enlace

Por estos días los párvulos de primaria y secundaria pasarán el trago amargo de resolver la prueba Enlace.
Un examen que nunca he acabado de entender, pero que en palabras del secretario de Educación Pública, Alfonso Lujambio, “es una prueba que además de promover una cultura de información, transparencia, evaluación y rendición de cuentas, está orientada a buscar la mejora de los procesos educativos, identificando las áreas en las que los padres de familia, los docentes y directivos, los estudiantes y las autoridades educativas de todo el país, debemos trabajar más por la calidad de la educación”. Definición que ha acabado de enredar las cosas con el arriba firmante.
Porque no sé qué mide la prueba Enlace.
Lo único que sé es que ha venido a ponerle en la meritita torre a la educación en México.
Me explico: los funcionarios, directores y maestros de primarias y secundaria se preocupan mucho por salir bien calificados. No vaya a ser la de malas que su escuela o grupo resulten los más burros de la república mexicana. De modo que para eludir esa posibilidad le dedican semanas enteras a estudiar lo que viene en el prueba Enlace. O lo que creen que viene en la prueba Enlace.
Desde luego, descuidan todo lo demás.
Por supuesto, no espero que nadie admita que así es. Pero cualquiera que tiene un hijo en alguno de los grados en los que se aplica la famosa prueba, sabe que días de clase completos se dedican a preparar el examen de marras.
Lo que implica, necesariamente, el abandono de otras materias y conocimientos.
No sé qué sucedía en el pasado reciente antes de la aparición de la famosa Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares —que es lo que significan las siglas Enlace—. Pero sí se que los maestros, alumnos, directivos y padres de familia lo hacen reverencias.
Entre otras cosas porque la educación ya no se imparte con el mismo estándar en todas las escuelas. Desconozco la razón. Tampoco sé por qué ahora en primaria los exámenes para un grupo los elabora el profesor de ese grupo, cuando hace unas décadas se aplicaba el mismo examen en todo el estado de México, estuvieras en territorios chichimecas o en tierras matlatzincas: era un librito de 12 páginas donde preguntaban lo mismo en Jocotitlán —mi municipio nativo— que en Atlautla.
Las cosas han cambiado. Pero en esta materia creo que para mal.
Incluso, ahora existe una corriente que cree que ningún estudiante debe reprobar. Nomás porque no.
Y luego, nos quejamos de que estamos como estamos.

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