viernes, 3 de abril de 2009

Mis villanos favoritos

Cuando cayó el primer gol de la selección de Honduras, sentí un coraje que parecían dos.
Y para los siguientes dos goles se me hizo un rictus en la cara que no me he podido quitar. No crean que soy así de malencarado. Lo que pasa es que hay golpes a los sentimientos patrioteros que son imposibles de eludir.
Tres goles de la selección hondureña al combinado mexicano son demasiados.
Pero, si me permiten, ya tengo mis villanos favoritos, entre los que no se encuentra don Sven-Goran Ericksson.
Esos villanos son Nery Castillo, Carlos Salcido y Guillermo Ochoa.
Del primero, ya saben, un cuate que es la viva imagen de del futbolista que describe Manuel Vázquez Montalban: grandes talentos e inteligencia para jugar el futbol, pero un cerebro que no le ayuda lo suficiente para que contenga sus impulsos más animales.
Castillo juega en Europa. En un equipo ignoto de Ucrania o alguna de las exrepúblicas soviéticas. Debe ser un gran jugador —lo digo así porque no sé como se miden esas cosas—. Aunque seguramente no tanto, porque de serlo jugaría como titular en uno de esos equipos de gran proyección en el viejo continente: el Liverpool, la Juventus, el Bayer Munich, el Lieja, el Oporto… y los que ustedes quieran agregar a la lista.
Salcido es otro jugador mexicano de exportación. Que parece tener la misma dolencia que otros de sus compañeros: prefieren estar en sus respectivos equipos y las ciudades en las que residen —es obvio, se trata del primer mundo— que viajar 14 largas horas en avión para jugar con el combinado nacional. Así que a la primera oportunidad, compran el seguro que los coloca fuera de la alineación: la expulsión, o la acumulación de tarjetas.
Ya estará contento. Seguro que lo dejarán descansar al menos dos partidos. Regresará a Holanda y se olvidará de la representación mexicana,
Y Francisco Guillermo Ochoa… Lo único que puedo decir de este portero es que me parece muy ojón para paloma. El segundo gol hondureño me pareció el clásico puente trágico. Porque será muy mediático, pero le falta un no sé qué, que qué se yo. Sólo en el 2001 Honduras le había metido tres goles a México. Ochoa comparte desde ayer ese alto honor de haber recibido tres goles hondureños en la portería mexicana.
Ahora mi coraje no parecen dos. Es un coraje entripado. Que no le recomiendo nadie.

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