martes, 14 de abril de 2009

Doña Corín


De Corín Tellado no recuerdo haber leído ni una línea. Pero ni falta que me hace. Con la cantidad de melodramas que me chuté en la televisión en mi época infantil —de Pedro Infante, Sara García, Abel Salazar, Amparo Rivelles, Juliancito Bravo y un largo etcétera está compuesta mi colección—, me parece más que suficiente. Podría decir que por el simple hecho de haber visto El peñón de las ánimas estoy a mano con la escritora.
Ahora bien, eso no me exenta de haber estado en contacto con la escritora española que colgó los tenis el pasado fin de semana.
Recuerdo perfectamente que en la revista Vanidades, que una tía le pasaba a mi mamá, aparecían regularmente los relatos de la citada escritora de novelas rosas.
No los leía por una sencilla razón: a pesar de que devoraba prácticamente todo lo que llegaba mis manos, las citadas novelas de Corín Tellado me abrumaban. Guardando las debidas proporciones —porque aquí pueden salir los defensores de la escritora española—, me pasaba lo mismo que con Carlos Fuentes: por más esfuerzos que hacía, no lograba interesarme en su obra literaria —y lo intenté más de una vez, siempre con resultados negativos—.
Pero es lo de menos, porque a partir de la muerte de la señora Tellado —acabo de indagar que su nombre completo era María del Socorro Tellado López y que murió a los 82 años de edad— seguramente se redimensionarán sus casi cuatro mil novelas. Se venderán como pan caliente. Y más de cuatro le encontrarán virtudes que antes se le negaban.
Porque según la Unesco, después de Miguel de Cervantes Saavedra, la autora española más leída es Corín Tellado. No en balde vendió como 400 millones de sus novelas románticas.
Que deben haber leído unos cuantos millones más. A ojo de buen cubero, estamos hablando de unos dos mil millones de lectores —incluyendo varones que gustan de las novelas rosas—.
Entre los que desafortunadamente no me cuento.
Ni me contaré, porque aunque algo debe haber tenido para alcanzar tal fama y éxito, no soy partidario de las novelas de amor y anexas. Yo soy más de las novelas de aventuras. Por ejemplo, puedo decir con mucho orgullo que leí a otro fenómeno español: Marcial Lafuente Estefanía, ese que con el nombre de M.L. Estefanía escribió unos dos mil 600 relatos de vaqueros e indios que se publicaban en unos libritos de un centenar de páginas. Por cierto, para la misma editorial —Bruguera— que la señora Tellado. M.L. Estefanía hace un rato que pasó a mejor vida. Aunque sus novelitas siguen circulando. Cosa que seguramente ocurrirá con doña Corín.

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