martes, 21 de abril de 2009

Que fue de nuestro futuro

Los que esperen alguna perorata acerca de los procesos electorales por venir, abandonen de inmediato este tercio de plana —o lo que queda de él—. No hay ningún contenido político en ella.
De cualquier modo, el futuro que nos ofrecen todos los políticos —no hago excepciones de ninguna especie— siempre tiene que esperar para otro futuro más halagüeño.
El futuro al que refiero es al que no llego. Que es igual que es político, pero ya verán que es diferente.
Cuando el arriba firmante era niño, allá en la década de los setentas y principios de los ochentas, se fantaseaba con el futuro. En lugar de carros, íbamos a tener unos aparatos que nos iban a permitir volar. Y de caminar, nada… en lugar de calles y carreteras habría unas bandas transportadoras que nos trasladarían hasta donde se nos viniera en ganar. Y, claro, en lugar de los rifles Kalashnikov —ahora simplemente AK-47— que armaban a las revoluciones de la época, habría pistolas láser.
Y muchas cosas más, como eso de alimentarse simplemente con una píldora que contendría todo lo necesario para la manutención de un ser humano común y corriente.
Pero el futuro nos alcanzó —todo eso iba a estar disponible en el entonces lejano año 2000— y los inventos no.
Aclaro que mi recuerdo no es gratuito. Resulta que caí en la página de internet viceland.com, donde aparecen media docena de estos implementos que tendríamos en un futuro que ya pasó.
Las pistolas láser, desde luego —a lo más que hemos llegado es al apuntador láser—. La reversión del envejecimiento —que sólo es posible mediante complicadas y caras operaciones estéticas—. Los robots sirvientes. Un súper sistema de vigilancia vía satélite. La teletransportación cuántica. Los autos voladores —que desde que me acuerdo están en periodo de prueba—. Y los viajes a través del tiempo.
Son algunas de las promesas del futuro que no fue.
Desde luego, a cambio nos han llegado otras cosas. Pero sigo esperando que todos tengamos un videoteléfono —que ya hay, lo sé— en un reloj, como el de El Santo. O una minúscula gragea, que debidamente rociada con agua se convirtiera en un mueble o en una casa. Y las poderosas sustancias capaces de generar no recuerdo cuántas maravillas
Yo me hubiera conformado con la teletransportación… incluso, con el carro volador.
Pero a lo mejor ni el siglo próximo.

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