viernes, 16 de enero de 2009

Taurino

Deben saber que son aficionado taurino.
Es decir, miembro de ese grupo de bárbaros que se divierten gritando oles a un grupo de personas que torturan a un toro de lidia con capotes, muletas, banderillas, caballos, picas y rejones —de acuerdo con la versión de quienes tienen una notoria inclinación, diríase empatía, hacia los animales—.
Pues sí. De esos cerriles e inhumanos sujetos formo parte.
Y debo decirles con orgullo que me solazo una barbaridad. Han de dispensar esta confesión, pero la emoción que me causan los toros —y la charrería— no se comparan con ningún otro deporte. Soy elemental. Casi se diría que como un salvaje aborigen de esos que ya no existen ni en Sumatra y Java.
Pero que sin embargo persisten en los salvajes instintos de quienes gustamos de la fiesta brava.
Hay de todo en esta viña del Señor. Es verdad. Están los defensores de los derechos de los animales, los secretarios del Medio Ambiente, los que perforan rocas milenarias para mothernos shows luminosos, los que quieren ser candidatos, los que quieren ser el turista mejor pagado de la historia y también estamos nosotros. Ni modo, qué se le va a hacer.
Así que todo este preámbulo es para anunciar que si Dios presta licencia, el domingo entrante estaré entre los miles de aficionados que acudiremos en masa a ver a un fenómeno del toreo que se llama José Tomás. Un torero español, nacido en Galapagar, Madrid, en 1975, pero hecho en México durante la primara parte de su carrera. Un matador de toros que se arrima como pocos. Del de tan cerca que se pasa a los toros, pareciera que tiene ansia de que una tarde lo mate un animal.
Hace dos años, en su reaparición, el diario español El País, publicó: “Se estuvo quieto, pero sobre todo estuvo silencioso. Y ésa es clave fundamental en su toreo: un silencio poético y misterioso, un tanto hermético, más fácil de percibir que de entender, el silencio granítico y frío de Galapagar trasladado al silencio insondable del mar Mediterráneo. Un silencio que estremece, porque no rehúye el silencio que merodea la muerte. Pero lo torea”.

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