viernes, 9 de enero de 2009

Alcohol y genética

En ocasión del cierre del maratón Lupe-Reyes —cada vez es más aceptada la idea de que debería ser el maratón Reyes-Guadalupe— ha salido a la luz el estudio de los eminentes científicos Rupert Rope-McDirt y Candice Stroufgandh, de la universidad del Condado de Kent, donde se afirma que la propensión de los mexicanos al jolgorio y la fiesta es producto de un gen, el mismo que suele estar asociado con la diabetes.
Aunque los investigadores súbditos de su majestad la reina Isabel II admiten que sus conclusiones son preliminares —para ser presentadas oficialmente en el Congreso Internacional de Genética de Concepción—, sostienen que está perfectamente fundamentadas en el estudio de dos mil 500 individuos que fueron analizados en todas las regiones del país.
El descubrimiento es harto difícil de explicar, pero de manera muy llana se puede decir que el grupo de investigadores encabezado por los doctores Rope-McDirt y Stroufgandh revisaron el comportamiento de los conejillos de indias —hay que llamarlos de alguna manera— durante el periodo comprendido entre el 12 de diciembre y el 6 de enero los bienios 2006-2007; 2007-2008 y 2008-2009. De tal monitoreo —a través de un chip—, se obtuvo que 75 por ciento de los individuos, hombres y mujeres, observaron un comportamiento festivo. Lo que se traduce en que aprovecharon cualquier oportunidad para acudir a una fiesta y consumir alimentos ricos en carbohidratos, además de bebidas espirituosas de diversas graduaciones, tipos y marcas.
Algunos llegaron a la borrachera casi permanente, dada la concentración de alcohol en la sangre durante todas las fiestas, y otros alcanzaron mediciones incluso superiores a cualquier estándar de consumo humano.
El restante 25 por ciento también acudió a las festividades decembrinas y reuniones propias de la temporada, pero su consumo de alcohol en sus distintas denominaciones fue mucho más moderada. Incluso hubo algunos abstemios.
Al intentar explicar porque algunos llegaban a ser una verdaderos briagos perdidos, pero a pesar de beber en demasía no perdían ni el sentido del decoro —que es mucho decir—, se produjo una revisión genética. De la cual se desprendió que el porcentaje al que le daba por empinar el codo cotidianamente en el maratón Lupe Reyes sólo se diferenciaba del grupo moderado por la presencia del gen que nos hace a los mexicanos propensos a esa dulce enfermedad llamada diabetes.
No se encontró ninguna otra alteración genética, aunque los resultados de la función cerebral no han sido revelados todavía por el equipo de los doctores Rope-McDirt y Stroufgandh. Sin embargo, se cree que no guardaría relación con la inclinación al consumo de bebidas embriagantes.
Mención aparte merece el estudio paralelo hecho al pulque, del que, si Dios presta licencia, nos ocuparemos el lunes entrante…

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