lunes, 23 de marzo de 2009

Ese 1994


El año de 1994 me trae varios recuerdos. Todos, ligados a la facultad de Contaduría y Administración en la que cursé la carrera de Contaduría Pública —casi toda, digamos que 99.9 por ciento—.
Cronológicamente, lo primero fue el alzamiento zapatista en Chiapas que nos agarró desprevenidos cuando comenzaba el año.
Me acuerdo que entré caminando muy orondo a la segunda planta del edificio de la facultad en Ciudad Universitaria y crucé una sonrisa de complicidad con dos de mis amigos —David García y Jaime Contreras—: “¿cómo la ves?”, pregunté. “¿Lo de los zapatistas?”, fue la pregunta respuesta… “Pues sí”. “¡Qué chido!, ¿no?” Estábamos exultantes. No todos los días comenzaba una rebelión armada en México.
Lo segundo fue el asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Al que fuera candidato presidencial del PRI lo fui a ver un día a un mitin político en la Plaza de los Mártires. No recuerdo —aunque creo que no— si ya era candidato presidencial o sólo dirigente nacional del PRI.
Lo que sí recuerdo es que en ese entonces la seguridad no era tan desmedida como la de la actualidad. Un fulano como el arriba firmante, un estudiante universitario cualquiera, podía pararse por donde iba a pasar el prominente político y acercarse incluso al costado del escenario sin que nadie dijera esta boca es mía.
De Colosio Murrieta se hablaba entonces como de un prohombre. Y a mí, que siempre escuché hablar de política en la mesa de mi casa y en las de mi familia, pues me venció la curiosidad.
No me pareció la gran cosa. Creo que ni siquiera me quedé a escuchar el discurso. No me simpatizaba demasiado. En esos días en los que la maquinaria de la sucesión presidencial estaba en marcha, a mí el que me caía bien era Pedro Aspe. Y luego Manuel Camacho.
Hace 15 años, ese 23 de marzo por la tarde, cuando llegué para mi clase de la siete de la noche en la facultad, me dirigí a la cafetería. Ahí, en la radio decían que habían atentado contra Colosio en Tijuana.
Mi primera impresión —la confieso ahora que los colosistas son más pocos, aunque sé que me pintará como la mala persona que parezco— fue de alegría. Tal vez Aspe podría ser candidato —en esta parte debo decir que me dio mucha rabia cuando no fue el elegido—, pensé. Pero enseguida, me preocupé. ¿Adónde íbamos, entre rebeliones armadas y candidatos atacados?
Más tarde supe que lo habían asesinado. Ernesto Zedillo fue elegido candidato y ganó contundentemente. Manuel Clouthier también murió extrañamente. El 19 y 20 de diciembre el peso se devaluó 100 por ciento. 1994 fue un año turbulento.
Y al espacio temporal, físico y social al que llegamos es peor. Algunos creen que con Colosio nos hubiera ido mejor. Por lo que a mí toca, prefiero verlo con escepticismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Don Felipe González. Dichoso tú que recuerdas dónde estabas hace 15 años. Ya en serio; este asunto de Colosio tiene varias aristas, ¿por qué hubo un impasse de varios años en el que ya no fue "punta de lanza" de los priístas? ¿Por qué ahora volvieron los homenajes y demás, siendo que los últimos años pasó desapercibido? ¿De hombre pasó a ser leyenda? ¿En verdad era un político fuera de serie? Tú cuentas que te pudiste acercar en un evento, hay quien dice que "era muy especial" en eso y en el trato. Quién sabe... pero lo que es un hecho es que volveremos a escuchar muy seguido aquello de: "Yo veo un México con hambre y sed de justicia..."

Profr. Ariel Pérez Jiménez