miércoles, 25 de marzo de 2009

Coyunturales

A propósito de lo del país petrolero —y nosotros sin dinero—, el maestro Ariel Pérez, oriundo de Atlacomulco, me contaba que la expropiación petrolera fue el último recurso del presidente Lázaro Cárdenas, ya que las compañías petroleras se negaban a pagarle a los obreros ya sindicalizados y así cumplir una resolución de la Suprema Corte. “Es decir —me cuenta—, que si los empresarios hubieran pagado, el petróleo seguiría siendo de extranjeros. A lo que quiero llegar es que en muchas ocasiones las ‘circunstancias’ (como ya lo dijera José Ortega y Gasset), son las que van obligando a las tomas de decisión y no tanto la ‘planeación estratégica’ o de ‘visión de futuro”.
Suscribo la idea. Desde luego.
Aunque pareciera que se trata de uno de nuestros peores comportamientos. Mejor dicho: uno de los peores comportamientos de quienes sirven a la sociedad desde los altos niveles del servicio público.
Me explico: hoy parece que entrarle al toro por los cuernos es muy complicado. En general, le tenemos miedo a tomar decisiones. Pero mucho más en los gobiernos, donde ahora cada decisión se sopesa desde el punto de vista de la rentabilidad política y electoral.
¿Tiene rentabilidad en términos de imagen, significa votos presentes o futuros, le sirve a mi partido político? Si la respuesta es positiva, entonces la decisión es afirmativa y expedita.
De lo contrario, el proceso será largo y tortuoso. Tal vez nunca ocurra. A menos que llegue una autoridad a la que le convenga.
Es decir: además de la coyuntura espacial —temporal— las decisiones en los ámbitos gubernamentales se toman a partir de los intereses particulares de los gobernantes y no del interés común.
Ya sé que no he descubierto el hilo negro ni el agua tibia —aunque si así fuera, lo estaría cacareando—. Que la circunstancia determina las decisiones y que así ha sido siempre. Ajá. Lo que me parece nocivo es que a la circunstancia haya que agregar la conveniencia de un grupo o persona.
Y que haya tantas cosas detenidas sólo porque a alguien no le conviene. No importa si la decisión tiene implicaciones positivas en un grupo social numeroso.
Ahora que hay un proceso electoral en marcha es peor. A algunos se les premia y a otros se les castiga. El poder se pone al servicio —como casi siempre— de las minorías.

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