lunes, 20 de octubre de 2008

Desfile de la Revolución


Me ha tomado por sorpresa la decisión del gobierno del estado de México de cancelar el desfile conmemorativo del 20 de noviembre, fecha en la que todos sabemos que se festeja el aniversario del inicio de la Revolución mexicana —que está por cumplir su primer centenario—.
Ya desde la derrota electoral del PRI en el año 2000, cuando perdió la presidencia de la república contra el PAN, yo me esperaba la cancelación de todas las actividades oficiales con motivo de la Revolución mexicana. Que al fin y al cabo el PAN es un adversario del PRI, que nació con la Revolución.
Pero no. El desfile siguió y las conmemoraciones oficiales habían transcurrido como si cualquier cosa.
Hasta que llegó la hora: el próximo jueves 20 de noviembre no habrá desfile organizado por el gobierno del estado de México, paradójicamente priista. Es decir, del Revolucionario Institucional —que ahora es un partido socialdemócrata—.
Ni sé las razones ni me interesan. Que con su pan se las coman.
Pero si me quedé pensando en lo devaluada que debe estar la Revolución mexicana —a 98 años de su inicio— como para que se decida no conmemorar con bombo y platillo.
Nomás falta que ahora se empiecen a declarar oficiales feriados algunos días de guardar, como la próxima fiesta de Nuestra Señora de Aparecida o San Martín de Porres —perdonen el humor negro—.
Supongo que eso no ocurrirá.
Pero sí que desde ahora nos demos por enterados de lo deslavada que se encuentra la Revolución y sus principios ideológicos —incluyendo los que provinieron del ilustre mexiquense Andrés Molina Enríquez—.
Que el reclamo democrático —que planteó Madero— da vergüenza que no esté satisfecho; que es oprobioso que la cuestión de la tierra siga siendo un problema; que nuestra doctrina internacional —que debemos, en sus términos originales, a Isidro Fabela y Venustiano Carranza— ha sido manoseada; que el derecho del y al trabajo siguen siendo un pendiente; que el pensamiento indigenista ha quedado en el olvido, igual que las comunidades nativas del país; que la educación, desde el primero hasta el último de sus grados, continúa sin estar al alcance de todos.
Si así está de deslavada la Revolución mexicana y ya no le da orgullo ni a los gobiernos revolucionarios, pues muy bien. Que cancelen el desfile. A dos años del centenario.

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