lunes, 27 de octubre de 2008

Aguante

Estaba en estado de resignación.
Bien seguro de que la que crisis económica nos va a tundir, como siempre que hemos pasado por una crisis económica, cuando llegó hasta mí la luz —es decir, la inspiración, la esperanza, la ilusión, no crean que la luz, como sinónimo de marmaja, vulgo dinero—, en forma de Adal Ramones, Lucerito y otras estrellas del canal de las ídems.
Estaba degustando mis sagrados alimentos, cuando la revelación vino hacia mí como un vulgar comercial de televisión —porque ya sabemos que las revelaciones toman formas inesperadas—.
Deben saber que el arriba firmante no está nada optimista ante la crisis y que cuando veo, oigo o leo a algún funcionario como el gobernador del Banco de México —o los subgobernadores— decir que la cosa podría ser peor, o al secretario de Hacienda hablando de la fortaleza de la economía mexicana, me da algo peor que un patatús.
Porque cuando uno de estos señores dice algo así, es porque nos va a cargar el payaso al 99 por ciento de los mexicanos, mientras el resto —que son los que cobran salarios voluminosos como los antes mencionados o tienen fortunas inmensas— la crisis le hace lo que viento a Juárez.
Rumiando mi coraje estaba —y unos tacos de bistec de muy padre y señor mío que no les voy a decir dónde deglutía—, cuando en la televisión… —abro paréntesis: toda taquería que se precie de serlo siempre tiene encendida al menos una televisión, desconfiése de aquel establecimiento que se diga taquería y no tenga tele. Cierro paréntesis— aparecieron las estrellas del canal de las ídem diciendo algo así como que “cuando alguien te diga que estamos en crisis, aléjate inmediatamente y cuéntaselo a quien más confianza le tengas”… es decir, que el pueblo mexicano es fuerte y que ahí están los terremotos e inundaciones de las que hemos salido avantes, y que nuestro corazón y trabajo —o una babosada semejante— son más grandes… de modo que saldremos adelante.
En ese momento vi la luz.
Claro, la crisis nos viene guanga. Podemos echarme más agua a los frijoles, comer dos veces al día en lugar de tres, aguantar con el mismo par de zapatos hasta que al pisar un chicle sepamos su sabor, hacerle otro agujero al cinturón, vender pancita los domingos, encontrar trabajo de lo que sea y al precio que sea…
Es decir, sacrificarnos, como siempre, que para eso es que somos muy machos…
Aunque los móndrigos sigan cobrando las carretadas de dinero de siempre y hagan el favor de reconocer que el pueblo mexicano es bien aguantador…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Don Felipe González. ¿A quién creerle? Comparto contigo cuando mencionas que cuando nuestras autoridades políticas y financieras salen a decir que "todo está bien" es como cuando un entrenador de fútbol "tiene toda la confianza del dueño" y al otro día lo cesan. Entonces... ¿a quién creerle? O... ¿qué hacer? El otro día leía en un periódico nacional que al menos deberíamos tomar algunas precauciones como ahorrar, pagar a la brevedad las tarjetas de crédito, no adquirir nuevas deudas, evitar gastos superfluos. Todo ello me parece muy bien, pero... ¿ahorrar en los bancos, en las cajas de ahorro o dónde? Los bancos dan una miseria en sus cuentas de ahorro, salvo que tengas una muy buena cantidad y la puedas poner en inversión y aún así, cada día las tasas de interés están bajando. ¿Debajo del colchón? Entiendo que las instituciones bancarias por el momento no deben tener ningún problema, ¡faltaba más, si en México es donde obtienen sus mayores ganancias de todo el mundo! Y "eso" que en algún momento tu servidor veía como un atraco en despoblado, puede ser que se convierta en el factor que nos permita confiar en dichas instituciones para que los dos pesos que tenga uno allí ahorrados (más la ley de protección al ahorro) no se "pierdan" como ya nos sucedió. Profr. Ariel Pèrez Jiménez